¿Nos dirigimos hacia una Europa más integrada o más desigual?

  <span class="attribution"><a class="link " href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/tower-euro-coins-flag-european-union-1007717551" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Shutterstock / Marian Weyo;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas">Shutterstock / Marian Weyo</a></span>

El Consejo Europeo celebrado entre el 17 y el 21 de julio de 2020 autorizó a la Comisión a emitir deuda mutualizada para la creación de un fondo europeo de recuperación.

De este fondo, por valor de 750 000 millones de euros, 390 000 millones se entregarán en forma de transferencias directas a los países y 360 000 millones en forma de créditos.

El objetivo es reactivar las economías, especialmente las de los países del sur de la UE, los más afectados por la crisis pandémico-económica provocada por el SARS-CoV-2. Así, este fondo podría acabar siendo uno de los grandes hitos en la profundización del proceso de integración europea.

Eso sí, tanto las economías del sur como las dotaciones del fondo necesitan reformas estructurales y fiscales. De lo contrario, se acrecentarán las desigualdades entre el norte y el sur de Europa, y el sur pasaría a ser cada vez más dependiente de las instituciones europeas.

Los fondos conseguidos para la recuperación

El volumen de deuda autorizada supone aproximadamente un 5,4% del PIB de la UE-27, en el año 2019, un apoyo nada desdeñable y muy necesario para encauzar las economías poscovid-19 de los países del sur de la UE.

Los 360 000 millones de euros en concepto de préstamos habrán de ser devueltos, pero las condiciones de emisión de la deuda europea, a juzgar por los bonos ya emitidos por la Comisión en el pasado, obtendrían la máxima calificación crediticia. Tal vez los tipos de interés serán positivos, dado el largo periodo de amortización que finalizará en el 2058, pero en todo caso las condiciones serán inmejorables.

Los 390 000 millones en transferencias directas serán costeados con cargo al sistema de recursos propios de la UE (sistema de ingresos), que también financia el presupuesto de la UE. Por tanto, las transferencias netas, o el componente de solidaridad entre países norte-sur, dependerá de la diferencia entre las aportaciones de cada país al sistema de recursos propios y las percepciones obtenidas tanto del fondo de recuperación como vía presupuesto de la UE (marco financiero plurianual, MFP, periodo 2021-2028).

Efectos colaterales del nuevo reparto

Con el sistema actual de recursos propios, a los países del norte se les devuelve una parte de lo aportado. Con el acuerdo alcanzado, esos mismos países, a cambio de dar el visto bueno al fondo de recuperación, han conseguido incrementar sus devoluciones hasta los 8 000 millones de euros anuales, que habrán de ser cubiertos por el resto de los países.

En la parte del gasto presupuestario, las asignaciones a la Política Agraria Común (PAC), una de las rúbricas donde mayores retornos obtiene España, han disminuido para el periodo 2021-2028 en más de un 13% respecto del actual MFP 2014-2020.

Por tanto, para algunos países las ventajas obtenidas a través del fondo de recuperación quedarán parcialmente mermadas por los incrementos a las aportaciones de recursos propios y por el descenso en percepciones presupuestarias.

Así, el componente de solidaridad de todo el paquete aprobado (nuevo sistema de recursos propios, fondo de recuperación y presupuesto) quedaría muy matizado.

Reformas indispensables para la gestión de los fondos

Los recursos del fondo habrán de ir destinados a financiar una serie de inversiones destinadas a la transición digital y medioambiental y de reformas tendentes a dar cumplimiento a las recomendaciones específicas para cada país(REP), efectuadas anualmente por la Comisión en el marco del semestre europeo.

En el caso de España, la Comisión señala de forma insistente la necesidad de abordar la sostenibilidad de la deuda pública y de las pensiones, y de introducir mejoras en el área laboral, la educación y el ámbito social.

Estas reformas serían imprescindibles para sanear la economía y aprovechar al máximo el potencial de crecimiento que brindan las nuevas inversiones comprometidas. Pero, en este sentido, las expectativas no son del todo alentadoras.

Déficit y deuda, dos problemas pendientes

Hasta ahora, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) no ha podido encauzar a las economías del sur hacia niveles de equilibrio presupuestario sostenible y de creación de empleo.

En 2008 las dificultades para hacer frente a la crisis económica se asociaban, entre otros, al inacabado armazón jurídico de la integración monetaria y el PEC. Aunque entre 2010 y 2014 se reforzaron las previsiones del PEC, llegados a la crisis económica de 2020 nos encontramos en una situación muy similar a la de 2008.

Algo peor, incluso, pues los países del sur no han respetado las previsiones de déficit y deuda del nuevo PEC y ahora están más endeudados que en 2008. Además, las REP efectuadas por la Comisión en el marco del semestre europeo han sido completamente ignoradas.

Cabría preguntarse, pues, si las previsiones del Fondo de Recuperación podrían impulsar en los países del sur de Europa las reformas estructurales y fiscales propuestas por la Comisión.

Vigilancia y control entre países

Con los acuerdos suscritos, los países del norte han conseguido dotar al Comité Económico y Financiero (CEF), de la capacidad para activar el llamado freno de emergencia. Este les permite paralizar, de forma puntual, el desembolso de las transferencias del fondo de recuperación a aquellos países que no cumplan con las reformas y criterios de inversión establecidos. Pero, en realidad, queda por ver el desarrollo y funcionamiento de este nuevo mecanismo de vigilancia.

Actualmente las economías del sur, especialmente Italia y España, se proyectan sobre una deuda desbocada, superior al 100% de su PIB. Además, sus primas de riesgo no están avaladas por la realidad económica, sino que están contenidas de forma artificial por las políticas monetarias del Banco Central Europeo (BCE).

Si estos países siguen obviando las reformas estructurales y fiscales necesarias, las inversiones provenientes del fondo de recuperación no podrán obtener el máximo rendimiento, lo que redundaría en una creciente desigualdad económica entre el norte y el sur de la UE.

El sur generaría una mayor deuda y de ahí una mayor dependencia de las instituciones europeas. Es más, si los efectos positivos de la deuda autorizada y de las inversiones no son claramente visibles (en los países del sur) su justificación se hará más y más difícil ante países (del norte) que ya son bastante reticentes al endeudamiento de la UE.