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El dilema ético-científico de probar la vacuna para el COVID-19 en poblaciones vulnerables de África

El dilema ético-científico de probar la vacuna para el COVID-19 en poblaciones vulnerables de África

En los últimos días ha saltado una polémica muy interesante sobre una posible vacuna para la COVID-19 y sus pruebas en África. Se trata de un debate que suma a cuestiones sociales, políticas y culturales – colonialismo, racismo, supremacismo europeo… - las derivadas científicas y éticas. Vamos a intentar poner estas dos últimas en contexto.

¿Qué ha pasado? Todo surge en un plató de televisión francés. Dos expertos, Jean-Paul Mira, jefe de la unidad de terapia intensiva del Hospital Cochin de París, y Camille Locht, director de investigación del instituto Inserm, debaten sobre posibles soluciones. Y comentan que se podría planear un estudio en África. La respuesta por parte de distintas personalidades no tardó en llegar, y ha sido especialmente vehemente en el caso de estrellas del fútbol de origen africano, que acusaban a los doctores de emplear África como “banco de pruebas” y a los ciudadanos de dicho continente como cobayas. Incluso el director de la OMS ha salido públicamente a rechazar la idea.

Y aquí tenemos que entrar en la parte de ensayos clínicos y cómo se hace ciencia y experimentación en humanos, tratando de alejarnos de polémicas… para luego volver a ella con otra perspectiva.

¿La propuesta francesa tiene alguna justificación? Los expertos explicaron que, generalizando bastante, el continente africano carece de las medidas necesarias para contener el contagio y la pandemia. El acceso a agua no es tan universal como en los países occidentales, las medidas de seguridad – guantes, mascarillas y demás – prácticamente inexistentes, las comunicaciones no son fáciles y las medidas de distanciamiento social apenas realistas.

Visto así, es el campo de pruebas perfecto: un lugar donde el brote puede resultar aterrador por la falta de posibilidad de contención y de recursos para tratar a los pacientes. Si en algún sitio la vacuna va a tener un impacto positivo enorme, es en el continente africano. Así que, ¿por qué no probarlo allí? Si funciona, salvará miles, sino millones, de vidas.

Pero cualquier experimento en humanos, cualquier ensayo clínico, está sujeto a fuertes regulaciones y constricciones éticas. Es una parte esencial de su funcionamiento, y lo es porque en el pasado – no tan antiguo, que algunos casos como el experimento de Tuskegee datan de 1972 – se han cometido auténticas barbaridades.

Recordemos que lo primero que se busca conocer con un ensayo clínico es la seguridad del medicamento, vacuna o procedimiento. Y la salud y seguridad del paciente son prioritarios siempre, sin excusas. Y así debe ser, incluso en mitad de una pandemia.

Bien, pues aún no sabemos si la posible vacuna para el SARS-CoV-2 es segura. Ni siquiera sabemos la dosis correcta – si se administra una dosis superior puede desencadenar un shock anafiláctico, una reacción inmune masiva que puede terminar en la muerte del paciente.

Pero ¿no estamos en la misma situación en Europa, Norteamérica, Japón o China? Con una salvedad: el acceso a centros sanitarios. Las redes de atención hospitalaria en la gran mayoría de países africanos no tienen nada que ver con las europeas u occidentales. Y en estos casos, un retraso de una hora en ser atendido puede ser fatal.

Y aquí, con estos datos, es cuando podemos volver a la polémica por la propuesta francesa. Probar la vacuna en África no es ético. Poner en riesgo la vida de un paciente no es aceptable en ningún ensayo clínico, y por las circunstancias que se dan en África esto sería lo que se estaría haciendo. Otra cosa será, cuando ya tengamos avanzada la vacuna y hayamos comprobado dosis y seguridad, que se implique – con mucho cuidado, y bajo estrictos parámetros éticos – a países africanos que pueden aportar datos valiosísimos. Pero empezar por África no es justificable, y menos aún con la excusa de “para nosotros es bueno por los datos, para ellos porque igual la vacuna los mata, pero el COVID-19 lo va a hacer seguro”.

Que la pandemia no nos haga perder la humanidad ni la brújula ética.

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