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Con el diálogo entre Moscú y Occidente en punto muerto, ¿qué puede pasar en la frontera ruso-ucraniana?

Un tanque ruso T-72B3 dispara durante un ejercicio militar en el campo de entrenamiento de Kadamovskiy, en la región rusa de Rostov
AP

BELGRADO, Serbia.- Los temores a un posible ataque ruso contra Ucrania se agravaron tras las fallidas negociaciones en Europa para tratar de disuadir a Moscú de la escalada de tensiones y de seguir concentrando fuerzas militares en la frontera ucraniana.

Las autoridades rusas dijeron que las conversaciones de la semana pasada fracasaron. Un alto funcionario lamentó el “callejón sin salida” de la actual situación y señaló que no tiene sentido continuar después de que Estados Unidos y la OTAN descartaran de plano una de las principales exigencias de Rusia: que Ucrania, Georgia y otras naciones –incluidas Suecia y Finlandia– no se sumen a Alianza Atlántica.

Si Rusia invade Ucrania, un país de 43 millones de habitantes, la OTAN se verá confrontada con una realidad insoslayable: que ni siquiera un frente unido puede evitar que un gobierno autocrático viole las reglas internacionales establecidas. Moscú, por su parte, niega estar planeando un ataque.

El presidente Vladimir Putin ahora espera que Washington y la OTAN respondan por escrito a las demandas rusas en cuestiones de seguridad de amplio alcance, incluida su pedido de que la OTAN retire sus fuerzas de Europa del Este y los Estados bálticos.

Estos sin los puntos claves de la crisis de seguridad que enfrenta Europa.

Las negociaciones ya fracasaron. ¿Y ahora qué?

El fracaso de las conversaciones conlleva una mayor amenaza de guerra, dicen los analistas militares, y mencionan los recientes movimientos de unidades de logística militar y helicópteros de ataque que indican que Rusia se toma en serio un posible ataque. A casi ocho años de su contundente anexión de Crimea, Rusia insiste en que no planea invadir Ucrania.

El viernes, las fuerzas militares rusas anunciaron un chequeo relámpago de la capacidad de las unidades militares emplazadas en el extremo oriente para desplazarse velozmente a larga distancia.

“Desde mi punto de vista, el panorama empeoró”, tuiteó Michael Kofman, director de estudios rusos en el Centro de Análisis Navales.

Las advertencias de Rusia son inequívocas: Está dispuesta a utilizar la fuerza militar para proteger sus intereses en materia de seguridad, incluida su insistencia en que “Ucrania jamás se convierta en miembro de la OTAN”, según expresó el viceministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Ryabkovm quien calificó esa exigencia de “innegociable”.

“Nuestra paciencia se agotó”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov.

Un soldado ucraniano camina en una trinchera en la línea de separación con los rebeldes prorrusos en la región de Donetsk
Andriy Dubchak


Un soldado ucraniano camina en una trinchera en la línea de separación con los rebeldes prorrusos en la región de Donetsk (Andriy Dubchak /)

¿Qué ganó Rusia hasta el momento?

Al concentrar fuerzas cerca de Ucrania y plantear demandas de amplio alcance en materia de garantías de seguridad que sabe que Washington y la OTAN nunca aceptarán, Putin logró desestabilizar a los líderes occidentales. Rusia luego amenazó con dar por concluidas las conversaciones si la alianza occidental no accedía, todo en una ventana de tiempo tan ajustada que era prácticamente irrealizable.

Putin logró retener la atención de la OTAN. Obtuvo concesiones de parte de Estados Unidos, que ofreció tratar en mesa de negociación el despliegue y alcance de los misiles en Europa, restituyendo algunos aspectos del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, o Tratado INF, que Washington abandonó en 2019. Pero no alcanzó.

“A nuestros interlocutores, sobre todo a los estadounidenses, les hemos advertido que no se trata de una variedad de opciones. Es un paquete”, dijo Lavrov.

Para Putin hubo otro resultado poco satisfactorio: la nueva unidad de la OTAN. El expresidente norteamericano Donald Trump desconfiaba de la OTAN y se ocupó de socavar la unidad y los propósitos de la alianza atlántica, cuestionando incluso uno de sus principios centrales, el Artículo 5, que obliga a defender de cualquier ataque a cualquiera de sus miembros, por más pequeño que sea. En 2019, el presidente francés Emmanuel Macron lamentó la “muerte cerebral de la OTAN”.

Pero los embates de Putin para interferir en la incorporación de miembros y los despliegues militares de la OTAN reanimaron el compromiso de la alianza con sus principios básicos, con el apoyo clave de la administración Biden.

¿Es todo un pretexto de Rusia para ir a la guerra?

Es lo que temen muchos analistas. La posición diplomática rusa fue extraña: no utilizó la estrategia habitual que suele imperar en las negociaciones largas y a puertas cerradas sobre cuestiones complejas en materia de seguridad y control de armamento.

La publicación de exigencias de amplio alcance que no tenían ninguna chance de ser aceptadas y su insistencia en que fuesen aceptadas de inmediato encendieron las alarmas y fogonearon la sospecha de que Rusia había hecho todo lo posible para que las conversaciones fracasaran y le dieran la excusa para iniciar una acción militar. De hecho, los funcionarios rusos plantearon dudas desde el primer día sobre su continuidad en la mesa de negociaciones.

Estados Unidos dice que Rusia tiene un largo historial de “operaciones de bandera falsa” como pretexto para invadir. “Este guion ya lo vimos en 2014. Están repitiendo el mismo libreto”, dijo Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.

Un funcionario de la Casa Blanca señaló el viernes ante la prensa que la inteligencia norteamericana detectó a un grupo de agentes en el este de Ucrania que estaban en posición de montar una operación de bandera falsa contra fuerzas separatistas apoyadas por Rusia. Rusia anexó Crimea en 2014 y luego empezó a apoyar a los separatistas del este de Ucrania.

El sábado, en un comunicado dirigido a Estados Unidos, la embajada rusa dijo que la administración Biden no presentaba “ninguna evidencia” de sus acusaciones y que todo formaba parte de la “incesante presión informativa contra nuestro país”.

Pero hay otros hechos que podrían fogonear el resentimiento ruso contra Ucrania. Rusia emitió por lo menos 600.000 pasaportes a residentes de las regiones separatistas del este de Ucrania, un posible pretexto para una intervención militar. En diciembre, Putin acusó a Ucrania de “genocidio” en ese lugar.

El mes pasado, el Servicio Federal de Seguridad ruso arrestó a más de 100 miembros de un supuesto grupo extremista ucraniano, el MKU, que presuntamente estaba planeando atentados terroristas y asesinatos en masa. Según los medios rusos, MKU son las siglas en ucraniano de “Maníacos, Culto del Asesinato”.

Un soldado ucraniano toma posiciones en una trinchera en la línea de separación cerca del pueblo de Yasne
Alexei Alexandrov


Un soldado ucraniano toma posiciones en una trinchera en la línea de separación cerca del pueblo de Yasne (Alexei Alexandrov/)

¿Cómo empezaría el ataque?

El embate sobre Ucrania podría empezar con ciberataques y con una guerra de la información. Los analistas registraron un reciente incremento de las ciberintrusiones contra Ucrania, y el viernes Kiev informó de un “ciberataque masivo” que bloqueó temporalmente los sitios web del gobierno.

El miércoles, en una presentación virtual del Centro de Seguridad y Cooperación Internacional de la Universidad de Stanford, el analista Kofman predijo una operación de fuerzas conjuntas, con el uso masivo de artillería, lanzacohetes múltiples, fuerza aérea y helicópteros de ataque. Kofman cree que Rusia –sin tomar necesariamente el territorio– podría utilizar una fuerza abrumadora para intentar conseguir la rápida capitulación de Kiev.

Los analistas plantean otras posibilidades: Rusia podría tomar parte de territorio del sur de Ucrania y conectar Crimea a Rusia por tierra. O, en el peor de los casos, podría volver a trazar el mapa para siempre, con un ataque generalizado multifrontal, destinado a dividir Ucrania en dos y a capturar todo el territorio al este del río Dniéper que fluye por el centro del país.

¿Qué implicaría para Europa un ataque ruso a gran escala?

Los efectos podrían durar años: nuevas sanciones punitorias diseñadas para apartar a Rusia del sistema financiero mundial y afectar su economía; una ruptura completa de las relaciones de Washington con Moscú, y la probable defunción del gasoducto Nord Stream 2, de 10.800 millones de dólares, desde Rusia hasta Alemania.

Un ataque de envergadura de Rusia a Ucrania implicaría un desafío directo al orden internacional que apuntala la paz europea desde la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa, cuando se firmó el tratado de 1975 que afirmó que los Estados eran pares e iguales y no debían emplear amenazas ni la fuerza.

Si es objeto de nuevas sanciones, Rusia amenazó con contraatacar la seguridad europea emplazando misiles cerca de Europa. A eso hay que sumarle los planes para desplegar nuevos misiles hipersónicos y el impulso para militarizar el Ártico. El jueves, Ryabkov no descartó que Rusia despliegue misiles en Cuba y Venezuela si las tensiones con Washington siguen en aumento.

Una escalada aún mayor de las tensiones potenciaría el riesgo de malentendidos que desaten un conflicto militar de consecuencias catastróficas.

Con una Europa que depende de Rusia para el 41% del gas que consume, Moscú podría cortar su abastecimiento de energía y buscar otras formas de ejercer presión: ciberataques, desinformación o posibles crisis orquestadas, como un flujo renovado de migrantes hacia Europa.

(Traducción de Jaime Arrambide)