Anuncios

El destino de Joe Arpaio en Arizona podría revelar el futuro de la popularidad de Trump

Joe Arpaio, exalguacil del condado de Maricopa, Arizona, en su autobús de campaña en Scottsdale, Arizona, el 23 de julio de 2020. (Adriana Zehbrauskas / The New York Times)
Joe Arpaio, exalguacil del condado de Maricopa, Arizona, en su autobús de campaña en Scottsdale, Arizona, el 23 de julio de 2020. (Adriana Zehbrauskas / The New York Times)
Joe Arpaio, exalguacil del condado de Maricopa, Arizona, en un Walmart en Scottsdale, Arizona, el 23 de julio de 2020. (Adriana Zehbrauskas / The New York Times)
Joe Arpaio, exalguacil del condado de Maricopa, Arizona, en un Walmart en Scottsdale, Arizona, el 23 de julio de 2020. (Adriana Zehbrauskas / The New York Times)

PHOENIX — Después de 24 años de repartir su justicia punitiva en el condado más poblado de Arizona, Joe Arpaio, quien se identificaba como “el sheriff más estricto de Estados Unidos”, sufrió una derrota aplastante en 2016, en gran parte debido a sus firmes posturas de inmigración y su propia resistencia pugnaz que le valió una condena penal por desacato al tribunal.

Ahora está tratando de recuperar su antiguo trabajo.

El martes, Arpaio enfrentará su primera prueba en las elecciones primarias del Partido Republicano en las que deberá sobrevivir una contienda que incluye a su ex jefe adjunto, Jerry Sheridan.

Pocos en el estado creen que Arpaio, de 88 años, pueda lograr un regreso exitoso y ganar en noviembre. Dicen que es demasiado viejo, además de que está demasiado desconectado de las tendencias actuales y muy afectado políticamente como para liderar una campaña creíble en 2020.

Hay indicios de que Arpaio, quien solía ser muy influyente en los círculos republicanos, posiblemente ni siquiera sobreviva a las primarias. Casi el 80 por ciento de los arizonianos ya votaron por correo, y una encuesta reciente entre los republicanos que ya participaron en los comicios mostró que Arpaio y Sheridan estaban empatados según las estadísticas.

Sin embargo, los estrategas y operadores políticos monitorean el destino de Arpaio en busca de signos de las implicaciones que tendrá para la política de Arizona. El exalguacil apoyó al presidente Donald Trump en materia de inmigración, ganándose los elogios del mandatario. Ambos hombres comparten un estilo retórico que se caracteriza por vilipendiar a los inmigrantes no autorizados y promueven un mensaje a favor de las fuerzas del orden público, en medio de un movimiento nacional que busca detener los abusos policiales contra las personas de color.

El primer perdón de la presidencia de Trump se concedió en agosto de 2017, y fue para Arpaio.

El declive de Arpaio entre los republicanos de los vastos suburbios del condado de Maricopa, que incluye a Phoenix y las comunidades circundantes, no solo demuestra su ocaso. También es una señal del descenso de la imagen de Trump en un estado que durante mucho tiempo se inclinó por los conservadores, pero que ahora se considera un campo de batalla crítico para las elecciones presidenciales.

Encuestas recientes muestran que Joe Biden tiene una ligera ventaja sobre Trump, quien ganó en el estado por 3,5 puntos porcentuales en 2016. Una encuesta de The New York Times y Siena College realizada en junio reveló que Biden estaba 7 puntos arriba del presidente.

“Si se quiere analizar la trayectoria del trumpismo, hay que estudiar Arizona entre 2006 y 2016”, dijo Kirk Adams, un expresidente republicano de la Cámara de Representantes de Arizona y ex jefe de gabinete del gobernador Doug Ducey. “Arizona fue el precursor”.

Los demócratas saben que la popularidad de Arpaio ha disminuido entre republicanos e independientes, y están ansiosos por aprovechar el cariño que Trump le tiene al exalguacil para atacar al presidente. A fines de junio, Tom Pérez, presidente del Comité Nacional Demócrata, les dijo a los periodistas en una conferencia telefónica que los demócratas nacionales no dejarían “ningún código postal” por contactar a fin de influir en el nuevo campo de batalla que es Arizona.

“Si los votantes en Arizona quieren saber la diferencia entre Donald Trump y Joe Biden, basta con que miren el caso de Joe Arpaio”, dijo Pérez. “El gobierno de Obama-Biden procesó a Joe Arpaio. Donald Trump perdonó a Joe Arpaio”.

El presidente está rezagado en las encuestas de Arizona porque se ha alejado de los republicanos suburbanos y los votantes independientes, los mismos que aniquilaron la carrera política de Arpaio.

La caída de Trump en las encuestas está ligada al coronavirus, mientras que el ataque más potente contra Arpaio entre los votantes suburbanos se centra en los millones de dólares de los contribuyentes que se gastaron en acuerdos legales relacionados con las duras condiciones en sus cárceles y su estrategia de vigilancia relacionada con la inmigración.

Pero los rasgos generales de sus problemas son los mismos.

“La gente está cansada del drama”, dijo Adams. “Está completamente cansada del programa de telerrealidad que ve todos los días. Esas personas son los principales votantes de Biden. Y, a medida que aumentan, eso también se proyecta en el condado de Maricopa y en el resto del estado”.

La popularidad de Trump en Arizona, un estado tradicionalmente conservador donde prevalece el sentimiento antiinmigrante, sigue siendo fuerte. La demografía cambiante del estado les da a los demócratas la esperanza de poder imponerse en esa región, pero eso dependerá de si logran convocar una fuerte participación latina, así como de los votantes independientes y republicanos moderados que estén lo suficientemente motivados para votar por la salida del presidente. Esos votantes indecisos podrían volver a apoyar a Trump, si el coronavirus se convierte en un tema ligeramente menor durante la campaña.

Barrett Marson, consultor político republicano, dijo que, aunque era improbable que Arpaio recuperara su antiguo puest9, estaba menos claro si esos votantes independientes que lo critican habían llegado a ese punto con el presidente. “Los destinos de ambos están vinculados, no están unidos, sino vinculados”, dijo. “Si dejas de apoyar a uno, ciertamente te desanimará el otro”.

Hace una década, personalidades populistas descaradamente carismáticas como Arpaio y el exgobernador Jan Brewer, también republicano, dominaban el panorama político de Arizona, al igual que el tema de la inmigración. Pero actualmente, Arizona es un estado que se centra más en líderes como Ducey, un republicano que ha intentado mejorar la reputación del estado que es visto como un desierto rústico e intolerante, así como su relación con México.

Pero para muchas personas en todo el mundo, Arizona sigue siendo un sinónimo del “Sheriff Joe”, el escandaloso funcionario que alguna vez se jactó de sentirse “honrado” de ser comparado con el Ku Klux Klan.

Ducey, quien en 2014 obtuvo el codiciado respaldo de Arpaio, no ha respaldado a Arpaio ni a Paul Penzone, actual alguacil de Maricopa que también compite en estas elecciones.

En la campaña electoral, Arpaio recorre el condado en su sede móvil, una llamativa casa rodante de 10 metros que está decorada con imágenes suyas y del presidente. Suele dar apretones de manos como si fuera 2019. Y, ocasionalmente, usa cubrebocas.

En una mañana reciente, cuando la casa rodante se detuvo en un estacionamiento de Walmart en Scottsdale, una multitud se reunió y muchos miraban boquiabiertos el espectáculo. Arpaio todavía tiene fieles seguidores.

“En Nueva York es una leyenda”, dijo el exneoyorquino Todd Hall, de 42 años, mientras guardaba víveres en su automóvil. “Claro que votaré por él”.

Aunque la demografía de Arizona ahora tiende a ser más demócrata, Arpaio no ha cambiado.

Promete que, de ser elegido, volverá a utilizar las mismas tácticas, algunas de ellas ilegales, que solía implementar. Si gana, una de sus primeras prioridades sería reabrir su cárcel de Tent City, un centro de detención ubicado al aire libre, en medio del caluroso desierto, que fue objeto de varias demandas.

“Quiero volver al cargo, pero no porque perdí, sino porque hay tantas cosas que desaparecieron después de que me fui”, dijo en una entrevista. “Derribaron las tiendas, todo se cayó. Si hay algún momento en la historia para que un alguacil como yo regrese, es ahora, con todo este caos”.

Penzone, que no tiene rival en las primarias demócratas, pasó sus primeros cuatro años en el cargo tratando de deshacer el legado de Arpaio, poniendo fin a la práctica de obligar a los reclusos a usar ropa interior color rosa y cerrando Tent City, que ahora es la sede de un programa de recuperación de la adicción de drogas.

Recuperar la confianza que Arpaio erosionó con la comunidad latina y mejorar la imagen del departamento es un proyecto continuo. Penzone despidió, degradó y sometió a procesos disciplinarios a varios oficiales que fueron acusados de ser parciales durante sus labores de vigilancia.

Pero los mismos grupos y activistas de la comunidad latina que impulsaron la derrota de Arpaio dicen que, aunque Penzone ha trabajado para que el departamento sea más amigable, no ha hecho lo suficiente para abordar el racismo sistémico.

Penzone puso fin a la práctica de Arpaio de retener a presos sospechosos de estar en el país de manera ilegal durante períodos prolongados en representación de las autoridades federales de inmigración. Pero ha dejado intacto el acuerdo de la oficina del alguacil de trabajar con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos en las cárceles del condado.

Carlos García, miembro de la municipalidad de Phoenix y ex director ejecutivo de Puente Human Rights Movement, dijo que esta política pone a inmigrantes no autorizados en peligro de deportación incluso por infracciones menores. García trabajó para que Penzone resultara electo, pero dijo que ahora tenía sus dudas.

“Creo que debido al anhelo por deshacernos de Arpaio, no logramos entender realmente quién era Paul Penzone”, dijo García. “No sé si es suficiente decir que me siento ‘decepcionado’. No ha hecho absolutamente nada excepto cerrar Tent City, y lo hizo por otros motivos, no por las causas por las que debería haberse cerrado. Desafortunadamente, la cultura de Arpaio permanece”.

Penzone reconoció que su oficina no había eliminado todos sus problemas, pero dijo que estaba trabajando para atender las preocupaciones sobre el maltrato de los reclusos y la parcialidad en las labores de vigilancia.

“Lo que estamos viendo es un cambio organizacional que no va a suceder de la noche a la mañana”, dijo en una entrevista. “Tenemos 3500 empleados y no es posible eliminar a todos los malos de la noche a la mañana cuando estuvieron en puestos directivos durante 24 años. Pero decir que lo que sucedió durante la gestión de ese tipo está sucediendo ahora es simplemente deshonesto”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company