Si Serena Williams ya no regresa a las canchas, su último US Open fue el final perfecto de su icónica carrera
Si el legado de Serena Williams consistió en cómo transformó el juego, tanto dentro como fuera de la cancha de tenis, se retirará con todo un regalo. Con la información hasta ahora, podríamos decir que llegó al fin de su carrera como una jugadora que abarcó 25 años, 23 títulos individuales de Grand Slam y una era de dominio sin precedentes. Williams anunció que empezó el “proceso” para alejarse del tenis antes del US Open y con el torneo ahora terminado después de una derrota en tres sets ante Ajla Tomljanovic, ese proceso avanzará. “Fue un viaje divertido”, expresó, en la sugerencia más clara de que hasta aquí llegaría.
De manera oportuna, su extraordinaria trayectoria concluyó con la más memorable de las despedidas. A lo largo de tres noches en Nueva York, mientras Williams ocupó su lugar en la cancha central del estadio Arthur Ashe, lo que a menudo puede ser un gran estadio vacío, esta vez tenía una vibra mágica, brillante y etérea. Comenzó en la primera ronda, la más cruda de las noches, con la sensación en el aire de que este era el fin, pero se transformó cuando Williams emergió, brillante y poderosa a partes iguales.
Puede que todo esto fuera previsible para una campeona con el aura de Williams, pero lo que llevó su despedida a los límites de lo imposible fue el nivel que logró producir, a sus 40 años y con apenas una victoria en los 12 meses anteriores. Fue especial volver a verla. Las voleas voladoras de gran alcance. La eficacia del saque, y el hecho de que siguiera siendo tan potente. Sus movimientos en la cancha, el toque y la sensación en la red y desde la línea de fondo, los golpes de derecha y los golpes de revés ganadores en la línea.
Pero sobre todo, la pasión y la lucha por seguir compitiendo y producir estos momentos en los que su estatus como la mejor de todos los tiempos ya estaba consagrado. Nueva York se levantó en respuesta, y cada punto fue recibido con el rugido gutural y desesperado que se guarda para cuando podría ser la última vez. Era una atmósfera que quizás no se vuelva a igualar.
En un principio, hubo alivio cuando Williams superó la falta de práctica y los nervios para derrotar a Danka Kovinic en la primera ronda, asegurándose así de llegar a las celebraciones planeadas ese lunes por la noche con una victoria.
Los homenajes y montajes, bien manejados por el US Open, también le permitieron concentrarse en volver al tenis, mientras que su progreso a la segunda ronda y un encuentro con la número 2 del mundo, Anett Kontaveit, le dieron una sensación de libertad que quizás no había sentido desde su primer triunfo de Grand Slam en 1999. “Es la primera vez que no tengo un blanco en la espalda”, dijo Williams, antes de salir y atacar a Kontaveit sin piedad, en peloteos absorbentes y tensos. El juego de Kontaveit fue magnífico, pero Williams elevó la vara en una noche frenética y estridente, en la que reunió cada onza de la fuerza de una campeona.
Pero en las gradas, los que la observaban contaban una historia diferente sobre su importancia cultural y social más amplia. Tiger Woods, cuyo impacto en el golf y su veneración como atleta negro que rompió las barreras raciales para dominar su deporte, se refleja en el de Serena y su hermana Venus. Su hija Alexis Olympia lució unas cuentas blancas en el cabello idénticas al peinado que usó su madre durante su victoria en 1999 y su presencia en la cancha reflejaba la nueva generación que podía ver a Wiliams alcanzar esta forma.
Fueron noches sensacionales, pero para los que estaban del otro lado de la red, tener que enfrentarse a Williams y al público fue la tarea más difícil. Sus contrincantes tuvieron que lidiar con el silencio de la audiencia si ganaban, pero si se equivocaban, la gente lo celebraba. Kovinic parpadeó, a Kontaveit le costó, y se necesitó el carácter con las agallas y el juego de la australiana Tomljanovic para no solo ignorarlo sino sentirse inspirada también.
Fue su victoria de 7-5, 6-7, 6-1 la que quizás se recuerde como el último partido de la carrera de Williams, pero el propio desempeño de Tomljanovic será recordado también como una de las grandes exhibiciones ante el público. De igual forma, inspiró lo mejor de Williams, después de adelantarse en el segundo set y luego tomar el desempate para forzar el punto decisivo en un arrebatador momento de teatro. Incluso cuando Tomljanovic resistió un último ataque de Williams que la llevó a salvar puntos de partido, fue fácil contemplar la pregunta de lo que todavía podría ser posible con unas semanas más de entrenamiento y práctica de partidos.
Sin embargo, la realidad es que ella ya no tiene ese tiempo libre. Su agencia de capital de riesgo, Serena Ventures, ahora ocupa una cantidad considerable de su tiempo y energía. También quiere agregar miembros a su familia, que dado que cumple 41 años este mes y las complicaciones en torno al nacimiento de Alexis Olympia en 2017 deben ser tratadas como una prioridad. “Tal vez sería más como Tom Brady si tuviera esa oportunidad”, bromeó en su ensayo en primera persona para Vogue el mes pasado, aunque entre líneas era un comentario de que ella también podría haber jugado al más alto nivel hasta los 45 años si no fuera mujer.
También fue en su ensayo para Vogue que anunció su decisión de despedirse del tenis. “No estoy buscando un momento ceremonial final en la cancha”, escribió Williams en ese momento. “No sirvo para las despedidas, soy la peor del mundo. Pero sepan que les estoy más agradecida de lo que jamás podría expresar con palabras”.
Sin embargo, solo hay gratitud de nuestra parte por un adiós que siguió siendo icónico, por la carrera que sirvió de inspiración a tantas personas y por una semana que nos recordó a todos lo especial que fue.