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Petar Skansi: la muerte del hombre que nos regaló a la Jugoplastika

Petar Skansi ha fallecido a los 78 años de edad. Foto: ABA League
Petar Skansi ha fallecido a los 78 años de edad. Foto: ABA League (ABA League)

Hay toda una generación de aficionados al deporte marcada por unos pocos nombres y unos pocos equipos: el Milan de Van Basten, los Pistons de Laimbeer, el Madrid de Butragueño... o la Jugoplastika de Toni Kukoc. Basta con pronunciar el nombre del equipo de Split para que uno imagine la escuálida figura de aquel asesino con cara de niño botando desde sus 2.08 metros, preparado para la siguiente asistencia, el siguiente mate o el siguiente triple imposible. La Jugoplastika, como la propia selección yugoslava del período 1988-91, son recuerdos que nos llevaremos siempre con nosotros, que nos acompañarán hasta nuestro último día. Por eso, la muerte de Petar Skansi, verdadero hacedor de ese grupo, merece un homenaje. Poca gente nos ha hecho tan feliz.

Probablemente, el aficionado medio cuarentón conozca a Skansi por su papel de seleccionador croata en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Fue el hombre que llevó milagrosamente a los Petrovic, Kukoc, Radja y compañía a la final contra el "Dream Team" y el que, al año siguiente, consiguió junto a Mirko Novosel una medalla de bronce en el Eurobasket celebrado justo después de la muerte de Drazen. Puede, incluso, que haya alguien que recuerde sus éxitos en la liga italiana y, sobre todo, sus dos años al frente de la Benetton de Treviso justo cuando Toni Kukoc fichó como gran estrella, antes de irse a los Chicago Bulls.

Sin embargo, Skansi fue mucho más que eso. Como jugador, ya fue medallista europeo y mundial con su selección además de llevar a su Jugoplastika a la primera liga (1971) y la primera final de la Copa de Europa (1972) de su historia. Como entrenador, lideró a los de Split a un histórico triplete Liga-Copa-Korac en 1977, lo que le procuró un cargo como asistente de Nikolic en el Mundial del 78 y posteriormente un único año como seleccionador jefe en 1979. Las peleas internas con "El profesor" acabaron con Skansi en Italia, entrenando con éxito a varios equipos.

Con todo, esto son solo los preparativos para el gran momento de su carrera: cansado de Italia, Skansi vuelve a Split con la decisión de liderar el proyecto deportivo de su Jugoplastika desde los despachos. Ahí se encuentra a unos niños que no tienen mala pinta: Toni Kukoc y Dino Radja. Se enamora perdidamente de ellos y su exhibición en el Mundial Junior de Bormio en 1987 les da la razón: hay que apostar por ellos, hay que jugar como ellos quieren y rodearles de compañeros que suplan sus posibles problemas de experiencia. Sobre todo, hay que conseguirles un entrenador que saque lo mejor de sí mismos.

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Y así, Skansi decide fichar a Bozidar Maljkovic para el banquillo y a Dusko Ivanovic, un anotador impenitente, para la cancha. Ivanovic está llamado a conseguir los puntos que puedan faltar en un mal día de Kukoc y Maljkovic está encargado de hacer al equipo correr, jugar a toda pastilla, competir de tú a tú con la Cibona de Novosel o del Partizán de Vujosevic. Los frutos son inmediatos. Aquella Jugoplastika gana 20 de los 21 partidos de liga regular y se impone al propio Partizan en la final, aplastándolo en el tercer partido con un juego basado en la defensa en todo el campo y el contraataque constante.

Satisfecho por lo que ha visto, plantada la semilla del que para muchos será el mejor equipo europeo de la historia, Skansi se va a Italia de nuevo a entrenar. Esa decisión le dará bastante dinero, pero le alejará de la gloria. Sin él en la directiva, Maljkovic impone un juego más lento, más pausado, más propio de la tradición serbia de toda la vida, la del propio Nikolic, que hace de entrenador en la sombra de aquel equipo, como hacía prácticamente con cualquier equipo yugoslavo que triunfara. La Jugoplastika deja de ser un equipo alegre y divertido, pero pasa a ser un grupo sin fisuras, al que no se le pueden dejar cinco puntos de ventaja.

Con los consejos de Nikolic, Maljkovic gana dos Copas de Europa, la de 1989 y la de 1990. Ya sin Radja y sin Maljkovic, Kukoc y compañía aún son capaces de ganar en París en 1991, de nuevo al Barcelona, con Zeljko Pavlicevic como entrenador. Son los meses previos al estallido de la guerra en Yugoslavia y Kukoc ya sabe que se quiere ir de ahí, pero que aún no se atreve a probar en la NBA, lo que provoca la desesperación de Jerry Krause en Chicago y el lógico cabreo de Phil Jackson, Michael Jordan y, sobre todo, Scottie Pippen, cuya renovación de contrato depende de lo que se quieran gastar en el yugoslavo ese.

En fin, el resto es historia. Skansi y Kukoc ganaron en 1992 la liga italiana con la Benneton cuando ganar la liga italiana era tan difícil como ganar la yugoslava en los ochenta. En 1993, se plantaron en Atenas como máximos favoritos junto al Real Madrid para ganar una nueva Copa de Europa... pero tanto al equipo de Sabonis como al de Skansi se les cruzó el Limoges por el camino. Un Limoges dirigido, como todos sabemos, por Bozidar Maljkovic. Skansi criticó públicamente el juego del equipo francés y Maljkovic le contestó inmediatamente: "Muy bien, pues dame a Toni Kukoc y a ver a qué juego".

Tras la derrota, la relación entre entrenador y estrella se fue estropeando. Tras el Mundial de Canadá, en 1994, Skansi llegó a decir que Kukoc no volvería a jugar con la selección croata. Por entonces, Petar ya no entrenaba sino que ocupaba la figura de "manager" de la selección. En Italia siguió siendo una leyenda. Entrenador de la Fortitudo Bolonia en su primera Final Four, en 1999, con Carlton Myers, Gregor Fucka o Arturas Karnisovas, acabó sus días en los banquillos en 2004, al frente del Novo Mesto esloveno, país donde fijó su residencia en los años ochenta y donde siempre estuvo dispuesto a echar una mano para hacer crecer nuevos talentos. Mal no le ha ido a la tierra de Luka Doncic.

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