Oscar Ustari: “Cuando vi a Leo por primera vez, pensé: ¿Por qué busca la más difícil?”
“Fui muy castigado, pero muy, muy castigado… Imputándome como una burla enfermedades que yo no tenía. Me decían ‘ahí está el jugador de cristal…’ Y hay que preguntarle a un padre qué siente frente a un hijo que realmente padece esa enfermedad, porque existe esa enfermedad… Y ese sí que es un problema. Lo mío era solo una lesión y con el tiempo me iba a recuperar e iba a volver más fuerte. Porque con todo lo que me pasó, hice cáscara, mi caparazón se endureció, se hizo más fuerte y fui llevando las cosas de la mejor manera que pude. Siempre me rodeé de las mejores personas, siempre mi entorno fue muy cerrado y al día de hoy puedo decir que sigo jugando al fútbol porque amo lo que hago. Tuve más de un motivo para decir ‘hasta acá llegué', y lo pensé, porque incluso estando lesionado hubo instituciones que me soltaron la mano… Pero mi deseo siempre fue seguir jugando al fútbol. Hay algunas situaciones que no las he podido terminar de soltar, pero no por la lesión en sí, sino por las posibilidades que se me cerraron a raíz de la lesión. Cuando vos estás bien, sano, no te das cuenta de un montón de cosas. A veces, un día cualquiera, decís: ‘En esta no me tiro porque se va a afuera’ y yo no, ahora me tiro en todas, hasta en las que se van a cualquier lado”. Mejor, no interrumpir.
La historia la cuenta Oscar Ustari. Un hombre que es feliz, a los 38 años, revolcándose como un pibe. Llegó a Inter Miami, se reencontró con su amigo Lionel Messi y hace unos días debutó a puros reflejos en la victoria con la valla invicta sobre Toronto.
Es que las lesiones marcaron a Ustari. Y condicionaron su carrera, desde luego. No se trató de una o dos, no. Siempre pareció un ensañamiento, como una maldición. Parte del detalle, aterra: dos veces (2008 y 2011) se rompió los ligamentos cruzados, se fracturó la mandíbula, se quebró un brazo, se rompió el tendón rotuliano izquierdo… “Obviamente la pasé fatal, todo el mundo decía que yo era el arquero del futuro, que me buscaba el Barcelona, que esto y lo otro, y cuando llegaba a mi mejor nivel… paff, me rompía una rodilla y entraba al quirófano y me perdía grandes cosas”.
-¿Qué enseñan las lesiones?
-A mí enseñaron que estoy expuesto como cualquier jugador de fútbol. Cuando por primera vez me rompí la rodilla, mi pregunta fue: ¿Por qué a mí? Y a medida que fui haciendo la rehabilitación, y fui también conociendo mi cuerpo, conociendo otras áreas del cuerpo que uno no las contempla porque no se las ha lesionado, terminás entendiendo por qué te puede pasar a vos, por qué pasan las cosas. Claro, vos decís, una vez puede ser, dos, tres… Pero a mí me tocó entrar nueve veces al quirófano… y sí, llegó un momento que pasó a ser muy frustrante, porque yo siempre fui una persona de cuidarme, nunca hice desarreglos, siempre fue cauteloso y detallista. Pero aún así, las lesiones no dejaban de suceder.
-¿Tu cuerpo tendrá consecuencias el día de mañana por tantas operaciones?
-Estoy seguro que sí, pero el momento es ahora. Ya veré mañana, qué le vamos a hacer.
Es ‘Osky’ o el ‘Negro’ para todos. Llegó a principios de septiembre a Inter Miami y enseguida salió campeón de la Supporters’ Shield. Se ríe, pero recuerda un título aún más exprés: “La Copa Argentina 2012 con Boca”, apunta. Claro, la final que el Xeneize le ganó 2-1 a Racing, con él en el arco en lugar del lesionado Agustín Orión. Llevaba poco más de una semana en la Ribera. “En este caso me toca ser el jugador más grande del plantel. Uno siempre tiene que apoyar, siempre tiene que dar lo mejor de sí para que su compañero crezca. Obviamente que nuestro referente es Leo [Messi], pero hay nombres muy importantes, que han hecho historia en el fútbol, como los casos de Luis [Suárez], Busquets y Jordi Alba. Más allá de ser un equipo de moda, Inter Miami aspira a cosas importantes. Ya algunos objetivos se han cumplido y la idea es seguir cumpliendo”, cuenta Ustari, que ya se recibió de entrenador, le faltan pocas materias del curso de director deportivo, y hace solo unas semanas estaba libre tras atajar en Audax Italiano, de Chile. El equipo de Gerardo Martino necesitaba un suplente para Drake Callender porque CD Dos Santos se había fracturado la mano izquierda… En este caso una lesión (ajena) le abrió una puerta impensada: de nuevo en un vestuario con Messi, como había sucedido en el Mundial Sub 20 de 2005, en la Copa de Alemania 2006 y en los Juegos de Pekín 2008. Pero ya no son los mismos, ¿o sí?
Tal vez no haya otra persona en el planeta que puede responder con tanta exactitud la siguiente pregunta: ¿Te acordás cuándo lo conociste a Messi? “Fue el 2 de julio de 2004, y la primera vez que lo vi estaba jugando al fútbol tenis en el predio de Ezeiza”. El recuerdo es una foto en la cabeza de Oscar Ustari. Por eso no tiene ninguna necesidad de revolver fechas ni sacar cuentas.
Los orígenes de la admiración… y de una amistad. “Yo estaba en Chiclayo, en Perú, con la selección mayor que iba a jugar la Copa América. Integraba el grupo de sparrings que había llevado Bielsa, pero debí volver a Buenos Aires. Teníamos el campeonato Sudamericano Sub 20 muy cerca, a la vuelta de la esquina, y el 4 de julio jugábamos un amistoso contra Uruguay, en Colonia. Cinco días antes había sido el famoso partido del debut de Leo contra Paraguay, en la cancha de Argentinos, y me lo perdí porque justamente estaba en Perú. Recuerdo que el 3 de julio, cuando cumplí 18 años, porque ese día es mi cumpleaños, viajamos en el Buquebus cruzando el río. En esa época no había la información de hoy, pero yo ya había escuchado algunas cosas alrededor de Leo…”
-Hasta que jugaste con él…
-Yo todavía no había compartido ni un entrenamiento con Leo, es decir que lo descubrí en la cancha, en ese amistoso con Uruguay, y fue terrible, terrible… ya veías que era distinto, muy diferente. Más allá de los elogios que había escuchado, verlo de cerca fue otra cosa. Al principio, al principio, en las primeras jugadas que lo ví, pensé: ‘¿Por qué buscás la más difícil, por qué la más difícil…?’ Y cinco minutos después lo entendí para siempre: porque era el único que podía salir de esos lugares en los que se metía. Era el único que sabía la salida del laberinto. Y enseguida todos entendimos que siempre tendríamos que dársela a Leo…”
-La obviedad es preguntarte en qué cambió.
-Mirá… Yo me podía imaginar la carrera de Leo porque después de compartir las selecciones juveniles, también jugué en la misma liga española que Leo, lo veía todos los fines de semana y hasta me tocó enfrentarlo. Iba a ser quién fue, no tenía límites. Era increíble. Pero yo prefiero recalcar que conmigo siempre fue igual. Su único cambio fue el mismo que tuve yo: simplemente nos hicimos más grandes, formamos una familia, aparecieron otro tipo de responsabilidades y ya no solo jugar al fútbol… Pero él, a diferencia de los simples mortales, sí dejo de ser una persona cualquiera para los demás y ya no pudo salir ni la calle. Pero eso nunca impactó en nosotros. Desde aquellos primeros días pasó con él algo fabuloso que se mantiene hasta hoy: adentro de una cancha es diferente, no hay otro, pero afuera es uno más, un tipo de lo más normal. Cada vez que lo llamo para su cumpleaños, se repite la misma situación: ‘Mandale saludos a mamá, que la pase bien’, me dice. Y eso es para mi madre, porque cumple el mismo día que Leo. Él siempre ha tenido ese tipo de detalles, siempre, hace 20 años y ahora. Estoy feliz por él porque nada ha sido casualidad, siempre ha sido terco, tenaz… ‘Sos muy terco, por eso vas a lograr todo’, le he repetido a través de los años. Más allá de las condiciones que él tiene como futbolista, él siempre ha querido seguir e insistir.
–Te detuviste a pensar en esto: estuviste en 2004 en los primeros pasos de Messi, y en 2024 estás acompañándolo en el tramo final. Un registro que nadie te puede discutir.
-No, no, nunca lo había pensado así… Sí, claro, cómo no pensar que he tenido la suerte de ser contemporáneo con Leo… Sí, y lo hemos hablado con él en tantos años, deseábamos tener la suerte de alguna vez poder compartir juntos el vestuario de un equipo, más allá de la selección, por la cotidianeidad que significa un equipo. Y estuvimos muy cerca de lograrlo hace años, en Barcelona, y hoy, cuando quizás ya ninguno, nadie en realidad podía imaginarlo, pero quizá como un premio para mí por haber seguido siempre insistiendo, aquí estoy, en Inter Miami, y junto a Leo. Y lo estoy disfrutándolo muchísimo, desde ya.
-¿Cómo te fue contra él? Un día, don Amadeo Carrizo, afectuosamente, dijo que en un mano a mano con Messi se hubiese puesto a rezar…
-Era terrible, terrible… Leo es un jugador con muchos recursos, pero muchos. Por cierto, a mí hasta me hizo un gol de cabeza. Nunca sabés con qué te saldrá. En el momento que lo enfrentás pensás que es un rival, eso, un rival más… pero es tan abismal lo distinto que es Leo con respecto a todo lo demás que no llegás a cubrir todas las posibilidades. Es imposible; entonces, te encomendás a todo el trabajo que hiciste en la semana, te encomendás a que algún defensor lo pare o, a que tal vez, él la tire afuera. En definitiva, como me comentás que decía el gran Amadeo, también encomendarse al de arriba para que también él colabore un poco. Mirá, hace unos días, en una de las primeras prácticas en Miami estábamos haciendo unos ejercicios de definición y una se la adivino: salgo antes y se la atajo. ‘Ah, ¿me adivinás?’, me dijo. ¡No le agarré una pelota más en toda la mañana!
-¿Cómo viviste el Mundial de Qatar?
-Ese año, 2022, salí campeón con Pachuca, y durante el Mundial estábamos de pretemporada en Acapulco. Estaba feliz, había sido un muy buen año… y pensaba: ‘Ahora falta que el Enano salga campeón del mundo’. Aquello fue muy particular… Durante la Copa América que ganó Leo en Brasil, en 2021, hablábamos casi a diario, además, en el medio justo había caído su cumpleaños… Y cuando empezó el Mundial de Qatar, casi que hablábamos de la misma manera, mismos temas, misma frecuencia... Había muchas similitudes en los mensajes, parecía increíble. Yo iba viviendo cada día, cada situación, y te juro que se me revolvía el estómago. Pero no le decía nada, claro. El día de la final, después de hacer el primer turno de entrenamiento, vimos el partido en el salón comedor, con Nico Ibáñez y el ‘Negro’ Gustavo Cabral. Cuando salimos campeones, a mí no me salía nada, me largué a llorar como un nene, estaba muy muy emocionado. Y en mi interior pensaba: ‘Desde ahora, que pase lo que tenga que pasar. Ya está, ya está, ya vi lo que tenía que ver, lo que todos queríamos ver’.
-Vos pertenecías a la generación que no había visto a la Argentina campeona del mundo. Y por… ¡4 días! Naciste el 3 de julio de 1986, cuatro días después de la final en el Azteca.
-Es verdad, es verdad… Por eso, creo que todos queríamos que finalmente pasara lo que sucedió. Fue una fiesta increíble para el país.
-Fuiste compañero de Scaloni en un Mundial…
-Lo que me reí en el Mundial 2006 de Alemania, cómo me divertí… y detrás de esos grandes momentos siempre estaba Lionel. Él y Lean Cufré se vivían matando, cargándose, bromeándose, se contaban los minutos que jugaban en el Mundial, se bardeaban, no me acuerdo ahora cómo era, pero creo que Lean jugó los 90 minutos contra Holanda y Leo jugó contra México, que tuvo alargue, entonces duró como dos días ese partido, y se comparaban los minutos para ver quién había jugado más… Era una cosa increíble, increíble…. Pero claro, a esa edad, por vivir el día a día, nadie se pone a ver si tal o cual tiene perfil para ser entrenador u otra cosa. Pero, en definitiva, fue maravilloso lo que pasó con el ‘Gringo’: nosotros tenemos la tendencia de juzgar antes de tiempo, creo que es una forma de vida nuestra, de los argentinos, y el ‘Gringo’, en este caso, hizo las cosas como las tenía que hacer. Y no lo digo porque haya ganado, sino que siempre se mostró frente a los demás así, genuino, porque así es él. Y a veces, eso logra que todo se encamine y lleguen los objetivos. Siempre que lo veo, y cada vez que lo puedo saludar, él me dice ‘Oscarcito de acá y Oscarcito de allá’. Siempre igual, siempre es el mismo.
-Pekerman, en una reciente entrevista con LA NACION, destacaba que Scaloni ya era muy curioso como futbolista.
-Bueno, mirá, a mí, excompañeros me han dicho ‘vos vas a ser entrenador, de cabeza, porque sos muy curioso, querés que todo esté en orden, te fijás en esto, en lo otro, en si el utilero esto, si el masajista lo otro, porque creés que si estás pendiente de todo, quizás, la pelota pega en el palo y entra…’ Uno lo hace porque lo siente así, sin otra búsqueda. Y porque yo quiero seguir aprendiendo. Porque, a veces, de este lado se siente que solo nacimos para jugar al futbol, y no, después de ser futbolistas hay otra vida, y hay que prepararse para cuando llegue ese momento. Hay que ir preparándose en la búsqueda de ese futuro. Nunca profundice este tema con Leo [Scaloni], pero si José, que lo conoce mejor que nadie, detectó esa curiosidad, él es la palabra autorizada.
Durante la pandemia, con el maestro Pepé Santoro al frente de la iniciativa, Independiente organizó un Zoom para los chicos de sus divisiones inferiores. ¿Invitados? Oscar Ustari y Emiliano Martínez… todavía, casi un desconocido en la escala popular. Años después, ‘Osky’ abre una ventana a la intimidad de ese encuentro virtual: “No se lo veía contento, lo escuchabas y era una persona que estaba pasándola mal. Él quería más minutos y no descartaba volver a la Argentina para tener esos minutos que le permitieran pelear por el arco de la selección. Él soñaba con algo que probablemente nadie más veía. Nunca bajó los brazos y hoy el mejor arquero del mundo es argentino”.
-¿Qué vínculo tenés con él?
-Tengo relación con él, sí, no soy de molestarlo, pero hablamos. Para todos nosotros, los arqueros, y los argentinos, fue algo grato, y lo digo más allá del resultado, porque lo remarco por su estilo. Muchas veces se lo juzga al Dibu por su comportamiento, pero también me gustaría hacer hincapié en que en momentos en los que la selección argentina no lo ha necesitado, él igual ha estado. Y no se ha dicho nada de eso, se ha hablado más de sus comportamientos. Entiendo que es lo que vende hoy. Tenemos que estar contentos porque tenemos un arquero que rinde, y especialmente que siente todo lo que hace. Hoy está sancionado, y así como yo hice cáscara de mis lesiones, él reflexionará por esta sanción y eso lo hará una mejor persona y un mejor jugador aún. Más profesional, también. Estas cosas te hacen crecer. Yo le tengo mucha estima, y va más allá de que haya dicho que yo era su ídolo cuando estaba en la pensión de Independiente, porque esas son cosas de chicos.
¿Otro terco, como Messi?
-Eso, sí, sí, otro cabeza dura. Otro terco. Insistir a veces te lleva a lugares impensados. Y es espectacular que suceda eso. El Dibu no solo está marcando una etapa, sino un estilo. Con ese carisma que tiene, hace que desde el más chico hasta el más grande lo admiren. En algún momento hasta uno bromea en las prácticas diciendo ‘el Dibuuuuuuu’. Por suerte es argentino y está defendiendo el arco de nuestra selección de una manera impecable.
-¿Y llegó para reivindicar el puesto? Por él, ahora muchos chicos quieren ser arqueros.
-Exacto… Y está bueno que lo destaques, porque si bien sabemos que es un puesto muy particular, diferente a todos, no siempre se lo destacó… Al contrario: el gordito va a al arco, el que tiene menos habilidad va al arco y todas esas cosas… Y yo siempre he pensado que sin un arquero no empieza el partido, como sin un árbitro o sin una pelota. Entonces, hoy, el Dibu tiene una importancia muy grande en la sociedad, y esas equivocaciones que por ahí comete, también se deben a que hay cosas que son nuevas para él y las lleva de la mejor manera que puede. Todo el mundo se equivoca y todo el mundo tiene derecho a salir de esas, y esos vaivenes y doble vara con el Dibu creo que responden al exitismo que se vive en nuestro país.