Franco Colapinto y el espíritu histórico del equipo Williams: cómo se alineó la escudería en busca de recuperar el brillo perdido
SINGAPUR (Especial).- Había motivos para que corriera el champán y el equipo posara para una foto histórica. Allí estaban todos felices: los dos pilotos, Alex Albon y Franco Colapinto, el jefe de equipo o “team principal”, James Vowles, y todos los que pusieron su esfuerzo para los puntos ganados en la gran carrera de Bakú. No era para menos. Por primera vez desde el Gran Premio de Hungría de 2021, Williams situaba dos coches entre los primeros 10 de la clasificación final. Franco lograba sus primeros puntos en F1 y Vowles, su mejor resultado conjunto desde que asumiera el mando en 2023.
El plan de recuperación y resiliencia que propuso cuando Dorilton Capital lo contrató mostraba de forma espectacular sus primeros alentadores resultados. En todo caso, nada nuevo para un equipo que, con nueve campeonatos de constructores, siete de pilotos y 114 victorias, no quiere quedarse solo en ser una leyenda: un lejano recuerdo de una historia que no se repetirá. Con la colaboración de un recién llegado que parece ser providencial, Franco Colapinto, Williams le está sacando el polvo a sus viejos laureles. Por su actitud, Vowles quiere que los valores fundacionales de la escuadra brillen nuevamente. Aquellos que inspiraban a sus fundadores en 1977, Frank Williams y Patrick Head, necesarios para volver a los podios y las victorias que lo convirtieron, junto a Ferrari y McLaren, en una de las escuadras más exitosas de la F1 hasta comienzos del siglo XXI.
No se trata solamente de un desarrollo aerodinámico o mecánico que derive en un coche rápido y confiable, como lo está haciendo el FW46. Se trata, antes, de manejar un plantel de 400 personas que tengan aquella determinación, aquella capacidad de aprendizaje y recuperación que, a través de la historia, hicieron de Williams lo que era.
Convertido de vendedor de repuestos y chasis para la Fórmula 3 y la Fórmula 2 a propietario de equipo con eternas deudas, Frank Williams quebró varias veces. Llegó a buscar sponsors, alquilar las butacas de sus monoplazas y asegurarles a sus acreedores que sus cheques ya estaban en el correo desde la cabina de un teléfono público en Didcot, porque le habían cortado el servicio telefónico. Un día de 1974 tuvo tiempo justo para ir de su taller al registro civil, decirle que “sí” ante el juez a su sacrificada novia Ginny Berry, firmar el acta de casamiento y volver al trabajo, todo en dos horas y media. Días después, hipotecaba la casa de ella para pagar deudas. Pero insistía. No sabía qué otra cosa hacer y se convirtió en constructor de F1.
Como le sucedió a Colapinto hace algunos meses a recibir la ayuda providencial del productor musical Gonzalo Julián Conde (Bizarrap), quien lo conectó con grandes empresas argentinas, también Frank Williams contó con una ayuda que fue clave para su futuro. Su amigo y compañero de correrías de adolescencia, Charles Chrichton Stuart, miembro de la aristocracia inglesa, le abrió las puertas para importantes patrocinios. Chrichton Stuart logró en 1978 que el director de marketing de Saudia Airlines y la constructora Albilad, de la familia Bin Laden, financiaran la construcción del primer Williams que ganó. Diseño de Patrick Head, el FW06 triunfó en el G.P. de Inglaterra de 1979. Había fondos y más recursos técnicos.
El 13 de enero de 1980 debutaba el primer argentino que corrió para Williams, Carlos Alberto Reutemann. Ese año, el australiano Alan Jones, en Williams desde 1978, ganaba 5 Grandes Premios y se coronaba campeón. Reutemann triunfaba en el G.P. de Mónaco y quedaba 3º en el campeonato. En 1981, Reutemann disputó contra Alan Jones y Nelson Piquet el certamen. Llegó a una infartante definición en el G.P. de Las Vegas, jugándose la corona frente a Nelson Piquet. Por problemas en el sistema de cambios y por neumáticos desequilibrados, Reutemann se retrasó en carrera, quedando el título en manos de Nelson Piquet. Retirado Reutemann de la F1, en 1982 Williams logró el título de pilotos con Keke Rosberg.
Ocho de marzo de 1986. Cae el sol sobre la serpenteante carretera que baja del circuito de Paul Ricard hacia la autopista que va a Niza. Frank Williams, al volante de un Ford Sierra alquilado, conduce según su estilo: demasiado rápido. En una curva, vuelca. Tras el golpe, consciente, Williams le dice a su acompañante, Peter Windsor, que salió casi ileso del coche, que no siente las piernas ni los brazos. Williams estuvo a un paso de morir con los pulmones anegados. Lo trasladaron a tiempo a Inglaterra. Tres meses después, parapléjico para siempre debido a un pliegue irreparable de la médula espinal, volvía a entrar en su fábrica.
Desde su silla de ruedas, alimentado por otras personas y manteniéndose de pie por momentos, colgado de una percha especial en cada Gran Premio, Williams volvió a dirigir para obtener, con los motores de Honda, de los que disponía desde 1984, su tercer torneo de constructores. Le seguirían 6 más hasta 1997, con el último coronando a Jacques Villeneuve. Williams, con motores oficiales de Renault, le dio al grupo francés cinco títulos mundiales.
En 1994, sobre un Williams-Renault en Imola, perdía la vida el triple y venerado campeón Ayrton Senna. Patrick Head y algunos de sus ingenieros fueron denunciados por la fiscalía italiana por la rotura de la columna de dirección que propició el accidente del brasileño. Fueron absueltos. Fue un golpe duro para el equipo. Frank ya había sufrido mucho en 1970 con la muerte de su gran amigo de la adolescencia, Piers Courage, a los mandos de un De Tomaso de F1 durante el Gran Premio de Holanda. Imparable, irreductible, enfocado, decidido y resiliente, Williams buscó otro motor oficial cuando Renault se retiró momentáneamente al finalizar 1997.
BMW suministró sus motores al equipo entre 2000 y 2005. Hubo 10 victorias, pero ningún campeonato. Patrick Head acusaba a BMW de entregarles un motor poco fiable y los alemanes a Patrick Head de un coche con deficiencias en el chasis. En noviembre de 1996, el principal diseñador de los Williams victoriosos desde 1991, Adrian Newey, que iba a ser el ingeniero más laureado en la historia de la F1, dejaba el equipo rumbo a McLaren. Ya había comenzado la decadencia técnica de Williams durante la era BMW. Sin disponer de un fondo de entre 200 y 300 millones de euros para gastar anualmente, no se podía seguir el ritmo.
Patrick Head dejó su posición de máximo ejecutivo de ingeniería en 2012. Ese año, Williams ganó el Gran Premio de España con el venezolano Pastor Maldonado. Sería el último triunfo hasta la actualidad. En 2013, Claire Williams tomó las riendas de la empresa y su padre continuó ostentando el título de Team Principal. Tras su accidente en 1986, le habían pronosticado que no iba a pasar de los 65 años. Indomable, no hizo caso. En 2019, Williams cumplió 50 años como “Team Principal”.
Los resultados del equipo seguían siendo malos y sus recursos técnicos se habían vuelto obsoletos. En agosto de 2020, la firma de inversiones Dorilton Capital, dirigida por el estadounidense Matthew Savage, adquirió Williams Grand Prix Engineering por 152 millones de euros y se hizo cargo de las deudas. Retirada de la dirección Claire Williams, intentaron revitalizar el equipo Simon Roberts, que llegó de McLaren, y Jost Capito, ex director deportivo de Ford y Volkswagen, pero no hubo mejoras tangibles.
En 2021 el equipo tuvo como piloto a una futura estrella de Mercedes, George Russell. Alex Albon, procedente de Red Bull, se sumó al equipo en 2022 al pasar Russell a Mercedes y es la vara de medir de otra, ya ascendente estrella, Franco Colapinto. En 2023, procedente de Mercedes, tomó la posición de Team Principal y miembro del directorio de la escuadra James Vowles. Lo respaldan técnicamente Pat Fry, ex McLaren, ex Ferrari, como Director Técnico; Matt Harman, ex Alpine, como director de diseño; David Worner, director de ingeniería, y Adam Kenyon, ex Mercedes, jefe de aerodinámica.
Cuando Colapinto gira con su Williams azul, va con él una historia que se alinea con varios e importantes aspectos de su carácter: la resiliencia, la búsqueda de la perfección en lo que hace y la absoluta, casi obsesiva dedicación a aprender y mejorar. Eso llamó la atención y fue uno de los factores por los cuales le dieron la oportunidad. Un joven con el indómito espíritu del fundador de su equipo.
Con la colaboración de Orlando Ríos