Fernando Gago, de ser mirado de reojo por el hincha de Racing a campeón indiscutible
Fernando Gago fue un número 5 de salón, jugó en Real Madrid, Boca y el seleccionado; es un entrenador que se inclina por la belleza del espectáculo y, alguna vez, fue escritor. Un escritor con la pluma sostenida por un psicólogo imaginario, uno que anda dando vueltas en su cabeza desde tiempos inmemoriales. En Pelota de Papel 2, rubricó con su sello Resiliencia, un cuento que alude a la rotura del Tendón de Aquiles durante un superclásico. Allí cuenta el martirio y el renacer, vocablos que parecen creados a su medida. Como ocurre ahora, en su hora más gloriosa, del otro lado futbolero del mostrador, luego del triunfo de Racing ante Boca por 2-1 en el Trofeo de Campeones disputado este domingo en San Luis.
“El panorama es desolador, el alma duele más que el tendón”. No fue, aquella de 2016, la única trampa en su carrera: la travesía fue recorrida entre hitos y tropiezos de los más grandes. Las roturas, las fracturas, no llevan dobles lecturas: representan piedras que hay que saber cómo atravesar. Pintita, como se lo conocía en tiempos de pelo largo y elegancia, también debió desafiar las exigencias del mercado. Le ocurrió en la Casa Blanca, también en la Bombonera. Y siempre salió adelante, cabeza levantada.
“La felicidad, enseñanza para resilientes y para todo el mundo, ni siquiera reside en el partidazo o en los elogios. La felicidad está, más radiante que nunca, en los ojos de los que te quieren, de aquellos que están siempre”, rubrica, en un tramo de “los cuentos escritos por futbolistas”. Su tónica de vida: caerse y levantarse. Cuando vio el final del túnel del futbolista, no quiso que sea del modo equivocado. Con otra seria molestia física, por ejemplo. Se retiró como y cuando quiso, con una V azulada sobre el pecho, el club que lo rescató en dos capítulos traumáticos de su carrera. “En pleno dolor, les quise dar un ejemplo a mis hijos; no me podía retirar una lesión”, admitió, alguna vez.
Como el fútbol le apasiona, la continuidad iba a ser en el barco de entrenador. Con Pocho Insúa, un amigo del camino, creó su ideología bajo el paraguas protector de la lírica. De la audacia sobre el cerrojo. Salir jugando, cabeza levantada, siempre hacia adelante. En Aldosivi, su primera versión, resultó toda una decepción. Tal vez, no tenía los intérpretes adecuados, acaso sus ideas eran más seductoras en la libreta que sobre el césped. De 26 encuentros, consiguió 7 victorias, 3 empates y 16 derrotas, con 30 tantos a favor y 45 en contra . Por eso, fue todo un asombro su arribo a Racing. Además, por sus escuálidos números en el Tiburón y su pasado en Boca. De a poco, se ganó el afecto de los hinchas, entusiasmados por la valentía de un equipo que se acostumbró a ganar.
Con sinsabores, tropezones. La eliminación contra Boca en la Copa de la Liga por penales (una tremenda injusticia) y las despedidas de la Copa Sudamericana y de la Copa Argentina (dos golpazos resonantes), durante un 2022 que se ofreció a la medida de Gago. Después de cada KO, se puso de pie. Después de cada golpe al mentón, mostró detalles de su mejor versión. El equipo, aún en las malas, con una defensa de medias bajas, se sostuvo con la entereza de Enzo Copetti, el artillero, con 11 tantos y el acompañamiento de varios. Arias, Mena, Sigali, Moreno, Rojas… No fue el caso de Cardona , el refuerzo que aún sigue provocando asombro, pedido por el joven conductor. No aportó soluciones el colombiano, en ningún ámbito. Otro foco de conflicto interno que debió sacar adelante el conductor, como en su vida privada, cuando se supo de su separación de Gisela Dulko y algún pequeño revuelo que debió sortear en su intimidad.
La consagración de Racing, cuando pocos lo creían posible, se sostuvo además en la ausencia de Emiliano Vecchio, una de las víctimas del exigente trajín final rumbo al Mundial. El calendario agotó a todos, más aún, a los talentosos y los que están más cerca del crepúsculo de su carrera. Mientras pudo, fue el distinto que todo campeón debe tener.
La derrota por 1 a 0 frente a Estudiantes, antes de la escalada exitosa final, la que descolocó a Boca en un sprint de novela académica, fue un punto de inflexión. Era de noche, el 9 de septiembre, cuando un periodista le recriminó varias decisiones en el tiempo reciente, en una acalorada conferencia de prensa en la que Gago, como exhibe su historia, ofreció la otra mejilla. Se mantuvo con una soltura que, a la distancia, pareció un presagio.
“Yo creo que, durante el transcurso de este torneo, Racing ha mostrado una involución muy grande desde el juego, desde la actitud, la personalidad...”. En ese instante, el técnico lo cortó con un “no lo comparto”, inmediatamente la charla empezó a levantar temperatura. El periodista siguió: “Racing se muestra como un equipo descontrolado. No es normal lo que pasó con San Lorenzo (también sufrió dos expulsiones), lo que pasó esta vez, con niveles bajos individuales. Más allá de que la matemática dice que estás a cinco puntos, la realidad marca que la pela por el campeonato es casi una utopía. Afuera de la Copa Argentina, de la Sudamericana... ¿Por qué hay que creer que este es el rumbo cuando todas las aristas muestran que este no lo es?”, fue su argumento.
“Yo no comparto para nada tu análisis. No veo un equipo con falta de actitud”, insistió. Y fue más allá: “El análisis de este partido no nos tiene que desviar de lo bueno que hicimos en el año. Hay un montón de cosas corregir. Veremos a futuro cómo están los jugadores”.
Y los futbolistas, en el tiempo, le respondieron más que nunca. Ya no hubo que levantarse más: Gago disfrutó del final de fiesta parado, erguido, disfrutando su obra. Campeón como técnico, a los 36 años. Y todo el futuro por delante.