Dibu Martínez, el guardián del sueño argentino que aparece cuando fallan las redes de seguridad
SHORT HILLS, Nueva Jersey (enviado especial).- Dibu Martínez posee el germen del loco lindo. El grandote de mecha corta que no se guarda nada, pero que deja la piel para defender a los suyos. En un chasquido, la mirada alienada deviene tierna sonrisa. Un Jeckyll/Hyde incorporado en los gestos. Un Dibu y otro, casi una némesis en sí mismo. Y sin embargo, no es contradictorio. Genuinidad. Es el que en los momentos límites de la vida no andan con vueltas y se ponen primeros en la fila; los que se arrojan sobre la granada. Por eso, Emiliano Martínez es popular, querido, idolatrado. Por eso, es, después de Lionel Messi, la ovación más estruendosa. Dibu de los chicos, Dibu de las señoras que celebran con la albiceleste, Dibu de todos los que aman a la selección.
Desde la soledad del arco, ve todo. Lee todo. “Para vos, para vos”, dedicó a Messi, que había fallado su penal. El arquero atajó, por sobre todas las cosas, por el capitán entristecido. Ahí está el Dibu transparente. Después, para el ojo foráneo, está el incorrecto; el de los gestos groseros, el de los bailes irritantes, el prepotente. Por algo se convirtió en enemigo público de Francia luego de la final de Qatar; por algo en Colombia, que suelen admirar al fútbol argentino, es un personaje molesto a partir del “mirá que te como” de 2021 que fue su trampolín a la fama.
Su papá es parte de la brigada de apoyo que, como ocurrió en Qatar, recorre las distintas sedes de esta Copa América para seguir al arquero. Beto, el de los madrugones para trabajar en la industria pesquera, el que sacrificó todo para que Dibu cumpliera sus sueños, lagrimeó a la salida del NRG Stadium de Houston, mientras la gente coreaba por su hijo, el héroe de los penales ante Ecuador. El que le dio vida a Argentina, que se había asomado al abismo, y hoy espera paciente el partido del martes frente a Canadá, por un lugar en la intrincada Copa América 2024.
A su lado, el otro gigante de la familia, Alejandro, casi un calco de Dibu, dos años mayor y cultor de rituales en derredor del hermano famoso. Lo llama siempre antes de los partidos, lo sigue a todos lados. Pero ya no puede jugar con él, como en los tiempos del Barrio Jardín de Peralta Ramos. Lo lleva en la piel y en el auto de Turismo Nacional que maneja como pasatiempo: el número 23, las tres estrellas y la frase icónica: “Elijo creer”.
Damián Emiliano Martínez es, además de un caso de superación ejemplar, un obsesivo de los números. Él quiere jugar siempre y ser el arquero récord. Toda la vida se preparó para estar donde está. Le llegó más tarde que lo usual. Hoy tiene 31 años y la vida en un puño. Fue la adolescencia interrumpida, el destierro a Buenos Aires, el perfeccionamiento en Independiente, la gran oportunidad de Inglaterra. Y temporadas y temporadas de puertas que se cerraban. De boyar de un lado hacia otro. El impacto en Arsenal, la apuesta en Aston Villa y la coronación en la selección. Cosechó todo de golpe y lo disfruta.
De su llegada a Inglaterra, en 2010, a su arribo a Aston Villa, Dibu había jugado 138 partidos oficiales . Se puso el buzo del club de Birmingham en 2020 y ya lleva 159 . En solo tres años. En ese trienio en el que explotó en la selección. Dibu va por todo. El partido contra Canadá desbloqueará otro nivel en su pasión por los números: alcanzará a Sergio Goycochea en la tabla de arqueros con más partidos en la selección (44). El próximo objetivo es Roberto Abbondanzieri (49), al que con los encuentros de eliminatorias podrá alcanzar en este 2024, para quedar en el tercer puesto, detrás de Ubaldo Fillol (96) y Sergio Romero (54). ¿Vallas invictas? También estudia ese ítem: 31 en 43 encuentros con Argentina, asombroso.
“No estamos listos para las vacaciones”. Eso dijo Dibu Martínez después de la dramática resolución frente a Ecuador. El ánimo competitivo en seis palabras. Y los rituales que lo agigantan a la hora de afrontar una situación de alta tensión como una definición por penales. “Beso la pelota, me toco los guantes, que tienen los nombres de mis nenes; digo ‘iluminame que no me quiero ir a casa’… Son expresiones de confianza”, explica.
Su grandeza no es solo los penales. Se ha convertido también en un arquero que salva partidos en desarrollos adversos. Con Canadá y Chile tuvo tapadas decisivas cuando ambos partidos estaban sin goles. Ante Ecuador también tuvo su atajada heroica en tiempo regular. Es un arquero ganapartidos en diferentes escenarios.
La frescura no la pierde jamás. En el tortuoso camino desde el vestuario hacia el micro, donde los periodistas se apiñan en busca de alguna palabra de los protagonistas, Dibu se detuvo cada dos o tres metros y dejó frases ocurrentes, fuera de libreto, como acostumbra. En una de esas paradas, le mostraron con un teléfono videos de niños que le dedicaban palabras y lo convertían en superhéroe. Alguien le preguntó qué les diría a esos chicos que quieren ser arqueros como él: “Nooo, les diría que es mejor ser 9″.
La espontaneidad como bandera. Dibu el popular va por todo. La red de seguridad de la selección que aparece cuando todos los otros sistemas fallan. El guardián del sueño celeste y blanco.