Todos condenan el ataque contra Trump, pero la guerra política no da tregua
MILWAUKEE.- El atroz atentado contra el expresidente Donald Trump tuvo una respuesta universal y predecible: los dirigentes de todo el arco político corrieron a decir que no hay lugar para la violencia en la vida política del país.
Pero el tiroteo también suscitó otra reacción. Si bien la condena a la violencia fue generalizada, no hubo tregua en la guerra política que se libra en el país desde hace años y que en los últimos meses se ha intensificado.
Más que calmar los ánimos, los hechos del sábado podrían caldear el clima político durante todo 2024. La indignación de los republicanos es comprensible, y las respuestas inmediatas de algunos allegados a Trump y el puño en alto del expresidente cuando era bajado del escenario revelan las pasiones en juego en ese momento.
No es exagerado decir que este hecho de violencia tendrá profundas repercusiones en la campaña presidencial en curso. Se trató de un hecho devastador y en un momento crítico —la Convención Nacional Republicana arranca el lunes en Milwaukee— que afectará el rumbo de la campaña y tal vez el resultado mismo de la elección.
En otras ocasiones, el shock de la violencia política supo unir a los norteamericanos detrás de la necesidad de un cambio, y el sábado hubo muchos llamados a bajar la temperatura. Pero la historia muestra que esos sentimientos duran poco. Y este es uno de esos momentos.
Para muchos norteamericanos, en estas elecciones se juega el todo por el todo y en ambos lados de la grieta política se habla en términos de vida o muerte.
Para los de derecha, el tiroteo del sábado será un violento símbolo de lo que siempre consideraron una persecución política contra Trump por parte de sus adversarios de izquierda, por más que todavía se desconozca las motivaciones de Thomas Matthew Crooks, el joven de 20 años que el FBI identificó como el presunto atacante.
Persecución
Lo que el expresidente pareció decir mientras lo llevaban a un lugar seguro, con la oreja y el rostro ensangrentados y el puño cerrado en señal de desafío, fue “¡Luchen! ¡Luchen!”. Sin duda sus partidarios más leales e incluso también otros votantes encontrarán en este terrible episodio la motivación para trabajar aún más para que gane la elección.
El inventario de lo que sus partidarios consideran una persecución contra el expresidente comienza con la investigación de los vínculos entre la campaña de Trump de 2016 y la interferencia de Rusia en esa elección. El fiscal especial no encontró pruebas de conspiración y Trump denuncia que todo fue un engaño. En esa lista de agravios también incluyen los dos juicios políticos a los que fue sometido posteriormente.
Más recientemente llegaron las causas que tramitan en la Justicia Federal, una relacionada con el ataque del 6 de enero de 2021 al Capitolio de Estados Unidos y otra que acusa a Trump de retener documentos clasificados después de dejar el cargo. El inventario también incluye lo que consideran un hostigamiento constante a Trump por parte de los medios de comunicación.
Para los de izquierda, por el contrario, no hay mayor símbolo del peligro que entraña otra presidencia de Trump que el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, donde además de los destrozos los manifestantes coreaban “Cuelguen a Mike Pence”, en referencia al entonces vicepresidente.
Ese día quedó grabado en la memoria como indicador de los instintos autoritarios de Trump, como el intento de subvertir los resultados de las elecciones de 2020 y negar que el presidente Biden haya sido legítimamente elegido.
Durante la actual campaña Trump amenazó con utilizar las facultades presidenciales para perseguir a sus enemigos políticos y desplegar al Departamento de Justicia como un agente que trabaja a nombre suyo. En el pasado, no ha condenado la violencia en sus actos de campaña, y sus mítines de 2016 se destacaron por el cántico “¡Que vaya presa!”, dirigidos a su entonces adversaria demócrata, Hillary Clinton.
Lamentablemente, las amenazas de violencia son parte de la política actual en Estados Unidos. Y esas amenazas sobrevuelan una nación políticamente fracturada, cada vez más enojada y con miedo por lo que pueda resultar en las próximas elecciones. Un instante del sábado por la tarde en Butler alcanzó para que todos recordaran la peligrosidad del actual clima político.
Biden fue uno de los primeros líderes políticos que el sábado enfrentó las cámaras para condenar el tiroteo, tras emitir un comunicado diciendo que él y la primera dama Jill Biden oraban por la recuperación de su rival político. Después vinieron declaración tras declaración de otros funcionarios electos, unidos en un momento de conmoción y trauma: lo impensable, de repente, grabado en un video violento y para los ojos del mundo.
El domingo, a través de la red social Truth Social, Trump le agradeció a la gente por sus oraciones y los llamó a “estar unidos y mostrar nuestro verdadero carácter como estadounidenses, seguir fuertes y decididos y no permitir que gane el mal.”
Pero esto no ha terminado. La política norteamericana está sumida en la retórica incendiaria, donde el constructivo diálogo político es moneda devaluada. Hasta el más leve gesto de un político desencadena reacciones inusitadas por parte de los agentes políticos del otro bando. Están entrenados para atacar y degradar. Y los ciudadanos comunes, que temen por su país y tienen sentimiento fuertes que son amplificados por las redes sociales, contribuyen a este ambiente recalentado.
La hostilidad se ha convertido en sello distintivo de la política actual. Lo que la ciencia política ha descubierto es que los partidarios no sólo están en desacuerdo con los del otro bando, como ocurría antes, sino que ahora ven a los opositores como una amenaza para la estructura y el futuro mismos del país, enemigos cuyos valores son contrarios a los suyos y, en su opinión, a los del país. Las campañas son el Armagedón, y perder trae el Apocalipsis.
Así están las cosas un día después del impactante atentado contra Trump en Pensilvania: un país unido en su convicción de que las cosas no pueden seguir igual, que coincide en ver esta elección como una de las más cruciales de la historia de Estados Unidos, pero dividido en cuanto al camino a seguir y quién debería dirigirlo durante los próximos cuatro años.
Por Dan Balz
Traducción de Jaime Arrambide