De la ilusión por la 'Séptima' al desconsuelo por una derrota más

Buenos Aires, 4 nov (EFE).- Las calles del barrio de La Boca, uno de los más coloridos y visitados de Buenos Aires, eran un hervidero de ilusión horas antes de la final de la Copa Libertadores, con familias enteras ataviadas de azul y oro y un solo sueño en mente: ganar la 'Séptima'.

En el vecino Parque Lezama, que hace de frontera con otro barrio histórico e igualmente transitado por los turistas, el de San Telmo, cientos de aficionados de Boca Juniors se arracimaban vestidos con camisetas de su equipo mientras cantaban y bebían alegres, esperando que la noche culminara con el ansiado título.

De los bares y las casas con los televisores encendidos a los espacios públicos ocupados por los aficionados intentando adivinar alguna imagen del partido, la emoción por la duodécima final del conjunto 'Xeneize' era más que evidente.

En un pequeño local de la calle Juan de Dios Filiberto, cercano a La Bombonera, el legendario estadio de Boca Juniors, mayores y chicos se concentraron frente al televisor sin dejar que el sonido de los narradores se escuchaba.

"Dale dale dale Boooo, dale dale dale Boooo" era lo único que se escuchaba, entre golpes en mesas y paredes, mientras los jugadores de uno y otro equipo protagonizaban distintos lances del juego.

El primer gol de Fluminense, logrado por el argentino Germán Cano en el minuto 35, lejos de bajar los ánimos, llevó a que los aficionados boquenses animaran cada vez más alto, agitando sus brazos para que los más callados también se dejaran llevar por la pasión.

Ese tanto marcó la gran anécdota de la jornada vivida en Buenos Aires, ya que en el Parque Lezama, donde sólo pudo instalarse un pequeño televisor ubicado en una farola, el griterío era tan mayúsculo que cuando alguien gritó "gol" los cientos de concentrados allí -que no podían acceder a la imagen de la pantalla- pensaron que la anotación era de Boca y empezaron a festejar.

Resumen: los seguidores de Boca en el Parque Lezama celebraron el tanto que abrió la debacle de su equipo.

Mientras tanto, en el pequeño bar cercano a la cancha algún aficionado decía a EFE: "Como no remonten, me muero, boludo, me tiro al Río de la Plata".

Y aumentaban las críticas contra el técnico, Jorge Almirón, muy cuestionado por su estilo de juego y por algunos cambios hechos durante el partido.

"Me duelen los ojos de ver jugar a Boca. Almirón, un desastre", explicaba un seguidor de Boca a EFE, quien agregaba que el entrenador había hecho un "planteo cagón" porque él mismo era un "técnico cagón".

El gol del peruano Luis Advícula ya en el segundo tiempo (m.72) hizo creer a los aficionados en que el milagro de la remontada era posible.

El primer tanto firmado por un jugador extranjero en una final de la Copa Libertadores no llegó de los pies del uruguayo Edinson Cavani, como se anhelaba, sino del máximo goleador de Boca en la edición del torneo que terminó este sábado.

Los nervios y la emoción iban en aumento hasta que llegó el jarro de agua fría en forma de gol de John Kennedy, quien en el minuto 99 firmó la gloria para su equipo al tiempo que podía haber supuesto su hundimiento, ya que, instantes después, fue expulsado por haber ido a celebrar junto a la tribuna, lo que le supuso una amarilla -él ya estaba amonestado-.

Las caras largas empezaron a extenderse hasta el final del encuentro y, sobre todo, una vez concluida la prórroga.

El sueño de la 'Séptima' se había esfumado y quedaba el sabor agridulce de haber estado muy cerca de borrar aquella última pesadilla, la de 2018, cuando el 'Xeneize' perdió ante el máximo rival, River Plate; al contrario, sirvió para encajar la tercera derrota consecutiva desde 2007, cuando Boca ganó su último título, el sexto, que a los aficionados les suena ya muy lejano.

Rafa Sanz del Río

(c) Agencia EFE