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Demoler casas, parte del plan radical de China para aliviar la superpoblación

La superpoblación de dos de las ciudades más emblemáticas y representativas de China, Beijing y Shanghái, ha hecho que las autoridades lleven a cabo un plan para combatir esa masificación que parece estar dando resultados según apuntan en The Guardian. El programa contempla una serie de medidas que incluyen el derribo masivo de viviendas para forzar a sus habitantes a abandonar la ciudad en busca de un futuro mejor en otras poblaciones. Aunque esa no sea la versión oficial.

Beijing y Shanghái se han marcado unos topes de población para los que no les quedan mucho margen de crecimiento. (Foto: ChinaFotoPress/Getty Images)
Beijing y Shanghái se han marcado unos topes de población para los que no les quedan mucho margen de crecimiento. (Foto: ChinaFotoPress/Getty Images)

La estampa, según describen en el diario británico, se repite en el centro de Shanghái, donde las casas tradicionales chinas aparecen tapiadas y abandonadas a la espera del derribo y la reedificación. Una forma de gentrificación que afecta a una ciudad que en realidad ve en esa modernización una forma de dar respuesta a la alta demanda de viviendas. Se tiran abajo estas para construir otras que eleven el poder adquisitivo del barrio.

Porque lo que en realidad no quieren ni en Shanghái ni en Beijing, según los críticos, es a las clases más bajas. Esas a las que obligan a irse para dejar sitio. Es la forma que tiene el gobierno de combatir la superpoblación de ambas ciudades, implementando políticas y decisiones que obliguen a los más pobres ha hacer las maletas.

El objetivo marcado por ambas ciudades es no superar los topes de población que se marcaron hace un año. 25 millones de personas para Shanghai y 23, para Beijing. No tienen mucho margen de crecimiento aunque, según señala the Guardian, las políticas parece que empiezan a dar resultado. El diario británico recoge que en 2017 en Pekín había contabilizados 21,7 millones de personas, unas 20.000 menos que en 2016; mientras que en Shanghái redujeron su población en 10,000 quedándose en 24,18 millones.

¿Cómo lo han conseguido? La política del hijo único que lleva activa desde 1979 y que el año pasado se tradujo en un descenso en el número de nacimientos está ayudando. Sin embargo, del reportaje de The Guardian se deduce que las medidas que realmente están funcionando son las orientadas a obligar a la gente a irse. Las demoliciones en los barrios céntricos ya mencionadas son una de ellas, que, sumada al cierre de mercados, restaurantes, bares y tiendas sin licencia están haciendo que un parte de los habitantes migre.

Un ejemplo que da una idea de la situación es lo ocurrido el pasado mes de noviembre cuando hubo un incendio con 19 víctimas mortales en un barrio a las afueras de Pekín en el que se amontonaban las viviendas ilegales. El Gobierno respondió tirándolas abajo y desalojando de forma masiva a la población que se congregaba allí. Como en el centro, de nuevo la demolición como solución. Quienes criticaron la medida, que las autoridades vendieron como prevención y protección de nuevas catástrofes como la vivida, vieron en estas actuaciones otra forma de echar los más pobres de la ciudad.

Otra de las medidas es la de fomentar una redistribución de la población con nuevos asentamientos urbanos en los alrededores, como el de Jing-Jin-Ji en las afueras de Beijing, y el Xiong’an, cerca de Hebei. En este segundo, el Gobierno está intentando potenciar la llegada de compañías tecnológicas junto con sus trabajadores, señalan en The Guardian.

Estas políticas de gentrificación y expulsión de las clases bajas puede desembocar en un problema a largo plazo, como señalan los expertos. Y es que en las ciudades siempre se van a requerir trabajadores para puestos de menor cualificación. Si se les echa, ¿dónde encontrarán esa mano de obra y cómo podrán atender la demanda de servicios del resto?