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Defender la función de la maternidad; un tarea que hace bien a la sociedad

¿Cómo es que el dogma de la igualdad en lugar de proteger puede poner en peligro, bajo distintas formas y circunstancias, los derechos de las madres biológicas y de la infancia?. Estamos viviendo tiempos raros donde los conceptos de igualdad y corresponsabilidad son mal entendidos. Incluso en aquellas sociedades donde se han conseguido avances gracias a ciertas reivindicaciones, ahora se está retrocediendo ¿por qué?

Al negarse la biología y su indiscutible determinación en la función materna así como en el desarrollo de los niños y niñas, se borra también de las leyes que regulan los derechos de la maternidad y la crianza. ¿Algunos ejemplos?; las leyes trans que pretenden abolir el término madre y lactancia materna para no ofender a las personas que no se identifican con su sexo femenino al nacer. Las custodias compartidas que obligan a la separación o pernocta lejos del cuerpo materno. Los permisos de paternidad intransferibles que se aprueban sin que nadie los pida mientras las demandas realizadas durante años por colectivos de madres para extensión de permisos de maternidad, no reciben la respuesta de los gobiernos.

Las mujeres (hembras de la especie mamífera humana) somos las únicas capaces de gestar, parir y amamantar. La función de ser madres la otorga la naturaleza mediante un mecanismo neuroendocrino que se pone en marcha en el cuerpo de las mujeres cuando tienen crías. Estas funciones no son intercambiables con un hombre. Le guste o disguste a quien sea, esta es una realidad objetiva, universal, determinada por nuestro patrón biológico. Sin embargo, las leyes que parten de un concepto errado de igualdad, desconocen estas diferencias sustantivas de alto impacto para las madres y sus crías.

Las mujeres, hembras de la especie mamífera humana, somos las únicas capaces de engendrar, parir y amamantar/Getty Images.
Las mujeres, hembras de la especie mamífera humana, somos las únicas capaces de engendrar, parir y amamantar/Getty Images.

Permisos de maternidad versus permisos de paternidad

Durante los primeros años de vida la madre y su bebé constituyen una díada que determina la salud mental y física de ambos, pero sobre todo determina la salud y el correcto desarrollo de las criaturas. Las mujeres a lo largo de décadas han luchado por la mejoría de los permisos de maternidad. Durante los primeros años de vida, la madre y bebé constituyen una díada que determina la salud mental y física de ambos, pero sobre todo determina la salud y el correcto desarrollo de las criaturas. Las mujeres a lo largo de décadas han luchado por la mejoría de los permisos de maternidad.

Sin embargo, en términos generales y a duras penas se han conseguido algunas reivindicaciones mínimamente aceptables. En general, las bajas maternales se limitan a cuatro o seis meses, con los que ni siquiera se puede garantizar una lactancia natural a término, la cual sucede alrededor de los dos a cuatro años de edad del niño o niña.

En contraste, algunos gobiernos en lugar de aumentar el permiso de maternidad, enarbolando la bandera de la corresponsabilidad, otorgan bajas de paternidad de seis meses sin que previamente el colectivo de padres las haya demandado o haya luchado por ellas.

En algunos países, la baja de paternidad es intransferible, lo que quiere decir que no puede cederse o intercambiarse con la madre según la pareja acuerde o decida. Sin duda una muestra evidente de cancelación de la función biológica materna, privilegiando los intereses del sistema productivo en detrimento de una maternidad y una infancia dotadas de derecho para que el disfrute de la crianza no se convierta en un privilegio de clase.

Custodias compartidas

En el mismo orden de ideas, se aprueban leyes de custodias compartidas para favorecer los derechos del padre, vulnerando el derecho de la madre y de su cría a permanecer juntas cuando ha quedado demostrado con riqueza de evidencias científicas que, biológica y psicológicamente, la separación temporal juega en contra de las necesidades de ambos, pero sobre todo del bebé, dependiente durante los primeros años de vida del cuerpo materno para mantener una lactancia natural exitosa y un vínculo de apego seguro.

Usurpación de la madre

Una cosa es la corresponsabilidad en la crianza y otra muy distinta usurpar el rol materno. La frontera la define básicamente nuestro diseño biológico. La mujer es la única capaz de gestar, parir y amamantar. El cuerpo de la madre es el lugar perfecto para un niño o niña durante los primeros años de vida. La biología determina las necesidades del recién nacido y esas necesidades las configura la díada mamá bebé. El padre implicado debería entender, apoyar y dejarse guiar por esta realidad. Sus responsabilidades pueden ser muchas; encargarse de los asuntos domésticos, sostener a la madre para que se sienta apoyada emocional y prácticamente mientras materna.

La mujer, salvo excepciones, queda con toda la responsabilidad tanto de la crianza como de las labores domésticas e incluso con obligaciones de producir su cuota de ingresos económicos para el hogar. Si bien es cierto que ante las demandas feministas se ha venido gestando una nueva cepa de padres más participativos, con las mejores intenciones, igual se termina usurpando a la madre.

La crianza así como de las labores domésticas e incluso con obligaciones de producir su cuota de ingresos económicos para el hogar recaen en la mujer/Getty Images.
La crianza así como de las labores domésticas e incluso con obligaciones de producir su cuota de ingresos económicos para el hogar recaen en la mujer/Getty Images.

Un ejemplo típico, e cuando papás quita al bebé del pecho de la mamá para darle tetero porque así hace un mejor vínculo con su hijo. Otro muy común es creer la frase “estamos embarazados” o “estamos en embarazo”, equivale demostrar que los hombres son padres mejor implicados, sin considerar que con dichas afirmaciones o creencias se desdibuja el hecho de que el cuerpo que se embaraza es de la madre, no el cuerpo del padre, y que las decisiones relacionadas con la gestación y parto corresponden a la mujer.

Otra forma de usurpación de la madre que se ha puesto de moda respondiendo a una idea muy mal entendida de la crianza natural, es publicar, exaltar y admirar fotografías en redes sociales de padres tratando de darle el pecho a los bebés en ausencia de la madre para calmarlos o padres en lugar de madres haciendo piel con piel después de un parto. .

El primer premio del concurso de mejores fotografías de partos y recién nacidos de la revista National Geographic del año 2020, se otorgó a la foto titulada “las niñas de papá”, con la estampa de un padre que hacía piel con piel con su bebé recién nacida, rodeado de sus hijas mayores. Otras fotografías de madres en momentos espectaculares durante el trabajo de parto quedaron en posiciones secundarias.

Paradójicamente en la realidad predominan las escenas como esta que describe Penny East, de thinkahead.org en su cuenta de Twitter: “Estoy en la unidad de maternidad de un hospital, en una sala ocupada por mujeres embarazadas. Todo lo que escucho son conversaciones telefónicas con novios y maridos acerca de qué comen los niños en la cena, de recordar recogerlos en la guardería, de por favor poner la lavadora, y más... las mujeres siguen trabajando durante el trabajo de parto”.

Mientras, la mal entendida corresponsabilidad del padre bajo pátina de crianza natural sigue aumentando en popularidad mediática, dentro de la realidad de los hogares se dispararon las estadísticas de sobrecarga doméstica y responsabilidades de crianza en las madres, debido a las medidas de aislamiento social y teletrabajo de la pandemia.

Los padres que crían reciben aplausos, las madres hacemos lo que nos toca

Cuando un padre hace lo que ha hecho una madre desde tiempos inmemoriales y se le celebre como si fuera un acto heroico, también alude a una mal entendida distribución de obligaciones y derechos. Lavar los trastos, cocinar, limpiar, bañar a los hijos, hacerles de comer, llevarlos al parque, a la escuela, la sociedad aplaude, exalta, celebra, se conduele, se solidariza automáticamente con los papás implicados y sus esfuerzos. Da igual el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que hacemos las madres, porque se asume por defecto que es responsabilidad de la mujer. Si papá lleva a los niños al pediatra es un gran padre, si los lleva la madre, es lo que toca. Si el padre asume labores domésticas es corresponsable, cuando se encarga la madre es su deber.

Todos, pero especialmente las personas sin privilegios, que se encuentran en mayor desventaja o vulnerabilidad, queremos equidad, igualdad, libertad, corresponsabilidad y, es legítimo que así sea, ¿pero nos hemos parado a pensar si las reivindicaciones que estamos consiguiendo están efectivamente construidas, entendidas y practicadas de la forma correcta para mejorar nuestros derechos?

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