¿Debería ser la COP28 de este año la última?
Cada año desde 1995, la Conferencia de las Partes (COP) reúne a los Estados miembros de las Naciones Unidas para debatir cuestiones climáticas.
Y en 2015, durante la COP21, el Acuerdo de París marcó un punto de inflexión en la lucha contra el calentamiento global.
Por primera vez, todos los Estados miembros de las Naciones Unidas se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, con el ambicioso objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 2ºC de aquí a 2100.
Ya no se trataba de debates, observaciones o declaraciones de intenciones, sino de un compromiso real, con cifras, hecho ante el mundo entero, para que lo vieran los observadores y las generaciones futuras.
También fue un gran éxito para la diplomacia europea y francesa, que consiguió que las naciones más contaminantes del mundo firmaran el acuerdo.
Sin embargo, aquí estamos
Pero han pasado ocho años. Las sucesivas COP apenas han logrado avances significativos, y la mayor parte de los progresos en la lucha contra el calentamiento global se organizan ahora en otros lugares, en otras instituciones, en otros eventos, en las relaciones bilaterales entre Estados, o simplemente bajo la presión de la opinión pública.
El marco fijado por los gobiernos está a todas luces claro: a ellos les corresponde aplicarlo, y a las empresas, estar a la altura del desafío.
Mientras tanto, la COP se convirtió en el emblema de un formato de grandes simposios diplomáticos que ha perdido fuelle, y sus limitaciones inherentes están a punto de demostrarse en el próximo evento de los Emiratos Árabes Unidos.
El modelo -reunir a todas las naciones del mundo, lo que es inherentemente laborioso y complejo- puede haber sido eficaz en 2015, pero ahora está mostrando sus límites: no se ha firmado ningún acuerdo global desde entonces.
Peor aún, el modelo de la COP parece ahora contraproducente, convirtiéndose gradualmente en el símbolo de una gran juerga diplomática con un telón de fondo de lavado verde. La COP28, que se celebrará en Dubai en noviembre y diciembre, es el ejemplo más caricaturesco de ello.
Emiratos como organizadores, Emiratos como contaminadores
Será difícil convencer a la opinión pública europea, asiática, africana o estadounidense de que opte por un modelo de crecimiento más sobrio procedente de Emiratos Árabes Unidos.
La pequeña petromonarquía del Golfo, con apenas diez millones de habitantes, es el sexto mayor emisor per cápita de CO2 del mundo, con 22 toneladas por persona y año.
Los EAU son también el séptimo productor mundial de petróleo, con una producción y exportación de casi 4.000 barriles diarios.
Es difícil dar el visto bueno a un evento dedicado a la lucha contra el calentamiento global organizado por uno de los mayores contaminadores del mundo y, para colmo de males, presidido por uno de los mayores contaminadores del país, el sultán Al-Jaber, que es a la vez presidente de la COP28 y director general de ADNOC, la compañía petrolera nacional de los EAU.
En una carta abierta dirigida a los líderes mundiales y a la ONU el 23 de mayo, cientos de parlamentarios europeos y estadounidenses pidieron la retirada del sultán Al-Jaber como presidente de la COP28, aunque sin éxito.
Convertir una aberración ecológica en una oportunidad histórica
En estas condiciones, y para evitar alimentar futuras desilusiones diplomáticas y ecológicas, urge pasar página.
Es hora de optar por nuevos modelos políticos para avanzar en la lucha contra el calentamiento global y romper nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
Deben surgir cumbres y organizaciones diferentes, más flexibles y más regionales para alcanzar colectivamente los objetivos del Acuerdo de París.
Europa estuvo en el asiento del conductor en 2015, ayudando a la COP21 a ofrecer un marco para estructurar nuestros objetivos climáticos para el próximo siglo.
A partir de ahora, la diplomacia francesa y europea deben seguir asumiendo sus responsabilidades promoviendo la aparición de nuevas instituciones que acaben sustituyendo a los repetidos acuerdos de la COP, que combinan el sinsentido con la impotencia.
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No demos nuestra bendición a esta COP28, que desacreditará la lucha contra el calentamiento climático.
Por el contrario, ayudemos a los Estados, las empresas y las ONG de los cinco continentes a establecer nuevas formas de organización, adaptadas a sus realidades regionales y realmente eficaces para alcanzar nuestros objetivos climáticos.
Europa tiene la oportunidad de mostrar su diferencia, demostrar sus valores y hacer que sus ciudadanos se sientan orgullosos. Hagamos historia y sirvamos al planeta.
Marc Nebojsa Vukadinovic es profesor de Sciences Po y director de programas de EuropaNova, e Isabelle Négrier es industrial y directora ejecutiva de EuropaNova.
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