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Los daños a la educación y a la salud de los niños serían irreversibles

Antes de la pandemia, Na'ryen Cayou, de 16 años, tenía todo lo que necesitaba. Tenía su propia habitación. Una beca parcial en una escuela solo para varones. Un puesto tocando el trombón en la banda de música, presentándose en desfiles por toda Nueva Orleans.

Entonces, el COVID-19 se extendió por Big Easy como un huracán, arrasando con casi todo lo que le ayudaba a sentirse seguro. Las escuelas cerraron. Su madre perdió su empleo y no pudo pagar su renta. Su casero los desalojó.

Na'ryen y su madre viven ahora con su abuela. Su madre duerme en un sofá y él en el otro. Se ha pasado la mitad del curso escolar aprendiendo de forma virtual en lugar de estar en clase con sus amigos. Aunque ha tenido problemas con matemáticas y química, su madre, Nakia Lewis, dijo que no hay dinero para un tutor.

"Pasó por una verdadera y profunda depresión", dijo Lewis, de 45 años, madre soltera con dos hijas mayores que viven solas. "Esto no es algo para lo que nadie pudo haberles preparado".

Mientras los estadounidenses se agolpan en restaurantes, hacen fila en los cines y preparan sus maletas para viajar en verano, la gente está comprensiblemente ansiosa por dejar atrás la pandemia. Sin embargo, los jóvenes como Na'ryen no se recuperarán rápidamente. Algunos no se recuperarán en absoluto.

Después de más de un año de aislamiento, inseguridad financiera generalizada y la pérdida de una cantidad de tiempo de clase sin precedentes, los expertos dicen que muchos de los estadounidenses más jóvenes se han quedado atrás social, académica y emocionalmente en formas que podrían dañar su salud física y mental durante años o incluso décadas.

"Esto pudiera afectar a toda una generación durante el resto de sus vidas", afirmó el doctor Jack Shonkoff, pediatra y director del Centro para el Niño en Desarrollo en la Harvard University. "Todos los niños se verán afectados. Algunos lo superarán y estarán bien. Aprenderán de ello y crecerán. Pero muchos van a tener grandes problemas".

Muchos niños volverán a la escuela este otoño sin haber dominado el plan de estudios del año anterior. Algunos niños han desaparecido por completo de la escuela, y a los educadores les preocupa que haya más alumnos que abandonen los estudios. Entre el cierre de las escuelas y la reducción del tiempo de instrucción, el niño promedio estadounidense perdió el equivalente a entre cinco y nueve meses de aprendizaje durante la pandemia, según un informe de McKinsey & Co.

Las pérdidas educativas han sido incluso mayores para algunas minorías. Según el informe de McKinsey, los estudiantes afroamericanos e hispanos (cuyos padres tienen más probabilidades de haber perdido su empleo y cuyas escuelas tienen menos probabilidades de volver a abrir para la enseñanza presencial) perdieron entre seis y 12 meses de aprendizaje.

La pérdida de oportunidades educativas no solo priva a los niños de mejores carreras, sino que también puede costarles años de vida. En un estudio tras otro, los investigadores han descubierto que las personas con menos educación mueren más jóvenes que las que tienen más.

Las escuelas de todo el país estuvieron cerradas durante un promedio de 54 días en la primavera de 2020, y muchas de ellas ofrecieron poca o ninguna instrucción virtual, comentó el doctor Dimitri Christakis, director del Centro para la Salud, Conducta y Desarrollo Infantil en el Seattle Children’s Research Institute. Según un estudio del que es coautor, el aprendizaje que los niños pierden durante ese tiempo podría acortar la vida de un niño de primaria en ocho meses y la de una niña en más de cinco.

La pérdida total de vida sería aún mayor si se tiene en cuenta la pérdida de tiempo de instrucción en el año escolar que acaba de terminar, dijo Christakis. "Hemos interrumpido la educación de los niños, y esto va a tener un impacto significativo en su salud y longevidad", señaló. "Los efectos persistirán durante mucho tiempo".

Bajo asalto por todos lados

El doble golpe de la pandemia, que ha empobrecido a millones de niños y les ha privado de horas de clase, será demasiado para algunos.

"Vivir en la pobreza, incluso de niño, tiene consecuencias para la salud durante décadas", afirmó la doctora Hilary Seligman, profesora de la University of California en San Francisco. "Los niños en situación de pobreza tendrán mayor riesgo de obesidad, enfermedades cardiovasculares y diabetes".

Cada vez son más las investigaciones que demuestran que la pobreza modifica la forma en que se desarrolla el cerebro de los niños, alterando tanto la estructura del cerebro como las sustancias químicas que transmiten las señales. Estos cambios pueden alterar la forma en que los niños reaccionan al estrés y reducir su salud y sus logros educativos a largo plazo.

"La adversidad moldea literalmente el cerebro en desarrollo", dijo Shonkoff, de Harvard. "Afecta a su memoria, a su capacidad de organizar la información y de controlar los impulsos".

El estrés crónico en los niños puede provocar una inflamación persistente que daña el sistema inmunitario, eleva el azúcar en sangre y acelera el endurecimiento de las arterias. La enfermedad cardiaca que mata a alguien en la mediana edad puede comenzar en realidad en la infancia, dijo Shonkoff.

"Lo que les ocurre a los niños en la primera infancia no solo afecta al lenguaje temprano y a la preparación escolar, sino a las primeras bases de la salud para toda la vida", explicó.

Más niños pasan hambre

La pandemia ha privado a millones de niños de los servicios relacionados con la escuela que normalmente atenúan los daños causados por la pobreza.

De marzo a mayo de 2020, los estudiantes dejaron de recibir más de 1,100 millones de comidas gratuitas o a precio reducido que se habrían ofrecido en las escuelas.

Los niños que experimentan incluso una "inseguridad alimentaria" ocasional sufren de dos a cuatro veces más problemas de salud que otros niños con el mismo nivel de ingresos, indicó la doctora Deborah Frank, directora de la Clínica de Crecimiento Infantil en Boston Medical Center.

Los niños que no comen alimentos nutritivos de forma sistemática son más propensos a desarrollar anemia, a ser hospitalizados y a sufrir envenenamiento por plomo, dijo Frank. También son más propensos a comportarse de forma agresiva y a sufrir hiperactividad, depresión y ansiedad.

Las consecuencias de la inseguridad alimentaria se prolongan hasta la edad adulta, dijo, aumentando el riesgo de abuso de sustancias, arrestos y pensamientos suicidas. "Habrá consecuencias educativas y emocionales que no desaparecerán de inmediato", señaló Frank. "Estos niños han soportado un año y medio de privaciones. No se puede esconder todo eso".

Niños en el punto de ruptura

Los jóvenes ya muestran signos de tensión.

La proporción de visitas a las salas de emergencia relacionadas con la salud mental de niños de entre 12 y 17 años aumentó un 31 por ciento de 2019 a 2020, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

Aunque las muertes por suicidio, en general, no han aumentado durante la pandemia, como muchos temían, los adolescentes están haciendo más intentos. Las salas de Urgencias trataron a un 50 por ciento más de chicas adolescentes y un cuatro por ciento más de chicos por sospecha de intento de suicidio en febrero y marzo de 2021 que en esos meses del año anterior.

Los diagnósticos de trastorno obsesivo-compulsivo se dispararon un 41 por ciento entre las jóvenes de 12 a 18 años, según un informe de junio de Epic Health Research Network. Los diagnósticos de trastornos alimentarios han aumentado un 38 por ciento entre las chicas y un cinco por ciento entre los chicos.

Muchos niños separados de sus compañeros durante la pandemia se han mostrado deprimidos y ansiosos, dijo la doctora Lisa Tuchman, jefa de medicina de adolescentes y adultos jóvenes del Children’s National Medical Center de Washington, D.C.

"Las enfermedades mentales prosperan en el aislamiento", dijo Tuchman. "Cuanto más tiempo persisten los comportamientos y pensamientos, más se arraigan y más difíciles es interrumpirlos".

Atraso escolar

La pérdida de oportunidades educativas ha sido mucho más amplia de lo que muchos creen. Aunque la mayoría de los estudiantes volvieron a las aulas al final del último año escolar, la mayoría pasó gran parte del año en el aprendizaje virtual.

Y aunque algunos estudiantes prosperan en las clases virtuales, los estudios suelen concluir que proporcionan una educación inferior a la enseñanza presencial, en parte porque los estudiantes están menos comprometidos. Según encuestas recientes, solo el 60 por ciento de los estudiantes participan sistemáticamente en la enseñanza a distancia.

Los resultados de los exámenes muestran que los estudiantes se han quedado atrás en matemáticas y lectura. Y es probable que esos resultados subestimen el daño, dado que algunos de los niños más vulnerables no pudieron acudir a la escuela para los exámenes.

Se calcula que tres millones de estudiantes marginados (incluidos los que no tienen hogar o están en régimen de acogida) no recibieron instrucción durante el pasado curso escolar, ya fuera porque no tenían una computadora o acceso a internet, porque tuvieron que dejar la escuela para trabajar o porque se enfrentaron a otros problemas, según Bellwether Education Partners, una organización sin fines de lucro que se centra en los estudiantes desfavorecidos.

Los estudiantes con menor nivel educativo pueden esperar ganar menos después de dejar la escuela.

La pérdida de tiempo de educación le costará al niño medio entre 61 mil y 82 mil dólares en ingresos a lo largo de su vida, concluyó McKinsey. Se prevé que las pérdidas de ingresos a lo largo de la vida sean el doble para los estudiantes afroamericanos e hispanos que para los blancos.

"Muchos de los adolescentes que veo han abandonado la escuela y están trabajando en cambio", dijo la doctora Sara Bode, pediatra del Nationwide Children's Hospital en Columbus, Ohio. "Eso ayuda a sus familias a corto plazo, pero ¿qué significa para su futuro?"

Lecciones del Katrina

La experiencia con las catástrofes naturales y las huelgas de profesores sugiere que incluso las interrupciones relativamente breves de la educación pueden hacer retroceder a los niños durante años, dijo el analista de McKinsey Jimmy Sarakatsannis, coautor de un informe de 2020, "COVID-19 y el aprendizaje de los estudiantes en Estados Unidos: El daño puede durar toda la vida".

Cuando el huracán Katrina devastó Nueva Orleans en 2005, por ejemplo, interrumpió la educación de 187 mil alumnos de escuelas públicas de Luisiana.

El Katrina dejó el 80 por ciento de la ciudad bajo el agua. Aunque los estudiantes de Nueva Orleans perdieron un promedio de cinco semanas de aprendizaje, los niños acabaron dos años por detrás de sus compañeros no afectados por el huracán, dijo Douglas Harris, profesor y catedrático de economía de Tulane University.

Na'ryen Cayou tenía solo dos meses de edad cuando el Katrina sumergió su casa, dejando a la familia sin hogar. Contrajo la tos ferina en un refugio de emergencia, el primero de los cuatro traslados en ocho meses. Su hermana, O're'ion Lewis, que entonces tenía cuatro años, no fue a la escuela ese año. Cuando finalmente comenzó el preescolar a los cinco años, los otros niños "ya estaban por delante de ella", dijo su madre Nakia Lewis. Durante un tiempo, los profesores llegaron a considerar erróneamente que O're'ion tenía dislexia. Tuvieron que pasar cinco años (desde el preescolar hasta el cuarto grado) para que finalmente se pusiera al nivel de sus compañeros, señaló Lewis.

Pasarán años antes de que los investigadores sepan cuánto retraso ha dejado la pandemia en los niños estadounidenses.

Después del Katrina, entre el 14 y el 20 por ciento de los estudiantes no volvieron a la escuela, según el informe de McKinsey. "A medida que los niños se retrasan más, se sienten desesperados; no se comprometen", explicó Sarakatsannis, uno de sus autores.

En circunstancias normales, los estudiantes de preparatoria que faltan más de 10 días a clase tienen un 36 por ciento más de probabilidades de abandonar los estudios. Si se tiene en cuenta el número de ausencias durante la pandemia, las tasas de abandono escolar podrían aumentar entre un dos y un nueve por ciento, con hasta 1.1 millones de niños abandonando la escuela, dijo Sarakatsannis.

Las comunidades deben encontrar formas de reparar el daño que han sufrido los niños, dijo la doctora Gabrielle Shapiro, presidenta del Consejo sobre Niños, Adolescentes y sus Familias de la American Psychiatric Association. "La forma en que nos comportemos como sociedad ahora determinará la profundidad del impacto en la generación más joven".

Nakia Lewis espera que los días sean mejores.

O're'ion tiene ahora 20 años y estudia enfermería en la universidad comunitaria. Aunque sus clases fueron virtuales el año pasado, espera asistir a clases presenciales en otoño.

Lewis consiguió recientemente un empleo como gerente en un restaurante Shoney's y está buscando una vivienda asequible. Está deseando recuperar sus muebles, que fueron a parar a un almacén (con un costo de 375 dólares al mes) cuando fue desahuciada.

Dice que se siente aliviada porque el estado de ánimo de Na'ryen ha mejorado. Encontró un empleo de verano trabajando a medio tiempo en un mercado de alimentos y comenzará a practicar con la banda de música este verano.

"Está contento y yo me alegro por él", señaló Lewis. "Ahora solo tengo que preocuparme de todo lo demás".