Anuncios

¿De dónde vienen tus moras? De inmigrantes asustados por el virus, pero que siguen trabajando

Los trabajadores inmigrantes de Atlantic Blueberry son sometidos a pruebas de COVID-19 en Hammonton, Nueva Jersey, el 27 de mayo de 2020. (Chang W. Lee/The New York Times)
Los trabajadores inmigrantes de Atlantic Blueberry son sometidos a pruebas de COVID-19 en Hammonton, Nueva Jersey, el 27 de mayo de 2020. (Chang W. Lee/The New York Times)
A un trabajador inmigrante empleado por Atlantic Blueberry le revisan la temperatura en Hammonton, Nueva Jersey, el 27 de mayo de 2020. (Chang W. Lee/The New York Times)
A un trabajador inmigrante empleado por Atlantic Blueberry le revisan la temperatura en Hammonton, Nueva Jersey, el 27 de mayo de 2020. (Chang W. Lee/The New York Times)

HAMILTON TOWNSHIP, Nueva Jersey — Los trabajadores en la plantación de arándanos azules más grande del noreste caminan por los campos en grupos pequeños, moviendo los dedos cual músicos al recolectar bayas de los arbustos repletos de fruta.

Entre más moras recolectan, más dinero ganan en una temporada que solo dura siete semanas aproximadamente.

Salvo cuando llueve, trabajan siete días a la semana; no tienen tiempo para enfermarse.

Pero en todas partes hay recordatorios del coronavirus y su capacidad de propagarse velozmente por sembradíos colmados de trabajadores.

Por eso los jornaleros, que viven y laboran juntos, llevan pañuelos en la cara cuando están bajo el sol caliente y, en el centro de empaquetado de frutas, trabajan separados por plexiglás.

Por eso estaban formados una mañana calurosa, semanas antes de que empezara la recolección, para que les hicieran la prueba del coronavirus en Atlantic Blueberry Co., una gran plantación en Hamilton Township, en el sur de Nueva Jersey.

“Se siente un poco incómodo”, dijo Ángel Rodríguez, que trabaja en la planta de empaquetado de la granja. “No sabes si alguien puede contagiarte”.

Rodríguez, de 34 años, salió de Puerto Rico en marzo para comenzar su recorrido por la Costa Este, deteniéndose durante dos meses en Florida antes de llegar a finales de mayo al condado de Atlantic, el centro de la próspera industria de los arándanos azules de Nueva Jersey.

Es uno de los 22.000 trabajadores estacionales que se estima que cultivan y cosechan en Nueva Jersey, apodado el “estado jardín” por su robusta industria agrícola.

Al igual que Rodríguez, muchos trabajadores siguen la maduración de los cultivos a lo largo de la Costa Este. Empiezan en Florida, donde las viviendas de los inmigrantes han sido devastadas por el virus, y van trabajando en su camino hacia el norte hasta llegar al estado de Maine.

Lo que hace que la vida sea aún más peligrosa este año es que se les ha considerado trabajadores esenciales, exentos de las órdenes de permanecer en casa y de una regla de permanecer catorce días en cuarentena en Nueva Jersey para las personas que llegan de estados donde el virus se está propagando con rapidez. Con cada oleada de trabajadores viene el riesgo de un nuevo brote.

En Nueva Jersey, 3900 trabajadores agrícolas se habían hecho la prueba para el jueves y 193 dieron positivo por coronavirus, según el Departamento de Salud del estado. De estos, catorce trabajadores inmigrantes que no tenían dónde permanecer aislados fueron puestos en cuarentena en un hospital de campo estatal en el Centro de Convenciones de Atlantic City.

“Es un poco peligroso”, dijo Félix Nieves, de 56 años, quien trabaja como supervisor en Atlantic Blueberry. La granja de 526 hectáreas es considerada la mayor productora de arándanos azules del noreste. “Pero la agricultura nunca se detiene. Los frutos no esperarán a que esto pase”.

La primera ronda de pruebas en Atlantic Blueberry se llevó a cabo a principios de la temporada, antes de que la mayoría de los trabajadores llegara. Tres de las primeras 56 personas a las que se les hizo la prueba dieron positivo.

Los riesgos a la salud que presenta el virus han hecho que las pruebas sean prioritarias en la extensa plantación, según un propietario, Paul Galletta.

“Tan a menudo como puedan venir, haremos pruebas”, dijo Galletta refiriéndose a los trabajadores de la salud, que llevaban trajes blancos, cubrebocas, protectores faciales y guantes mientras tomaban muestras nasales con hisopos. Han regresado tres veces.

Una fuerza de trabajo enferma durante una temporada de cultivo breve podría ser catastrófica desde el punto de vista financiero.

“El cultivo crece, con o sin virus”, dijo Denny Doyle, presidente del Consejo Consultivo de la Industria del Arándano Azul de Nueva Jersey.

Atlantic Blueberry compró 3000 paliacates y le dio a cada trabajador dos (para que tuvieran uno limpio mientras lavaban el otro) y colgó telas ignífugas entre las camas de los dormitorios donde viven cientos de trabajadores durante la temporada. Doyle dijo que la plantación también compró varios autobuses adicionales para crear espacio extra en los transportes que van y vienen de los campos.

La agricultura es la tercera industria más grande de Nueva Jersey. El estado está entre los principales productores de arándanos rojos, arándanos azules, melocotones y berenjenas de Estados Unidos.

En mayo, los funcionarios de salud estatales prepararon cuatro centros de salud certificados por el gobierno federal para que comenzaran a aplicar pruebas y emitieron directrices de seguridad que ofrecían una serie de sugerencias ambiciosas (aunque algunos dicen que poco prácticas) para los propietarios de granjas. Se les dijo a los agricultores que evitaran las literas, que requirieran el uso de cubrebocas y que crearan alojamientos separados para cualquiera que diera positivo en las pruebas del virus, entre otras recomendaciones.

No hay sanciones por incumplimiento.

La tasa de infección del 5 por ciento entre los trabajadores agrícolas en Nueva Jersey podría ser en realidad más alta. Es poco probable que los jornaleros que no viven en las plantaciones estén entre los examinados por los centros de salud. Los trabajadores que se realizan las pruebas en consultorios médicos privados no están incluidos en el recuento.

Además, el programa de pruebas es voluntario, y 57 granjas han prohibido a los equipos médicos realizar pruebas in situ, según Lori Talbot, médica que atiende a los trabajadores agrícolas inmigrantes y ha visto la lista de granjas que no cumplen con las normas, la cual fue enviada a los departamentos de salud y del trabajo del estado.

Talbot, quien dirige una clínica en Bridgeton, Nueva Jersey, dijo que el 18 por ciento de los 200 trabajadores agrícolas que examinó en mayo dieron positivo por coronavirus; muchos fueron asintomáticos, pero dos pacientes murieron de COVID-19.

“Esto es un nuevo nivel de dolor para los campesinos”, dijo Talbot. “Están llegando ahora, y vienen de lugares con altas tasas de infección”.

Sin embargo, el riesgo de propagación es más pronunciado dentro de los abarrotados campamentos. De 100 trabajadores examinados en una plantación de sandías en Florida, se encontró que 90 tenían el virus, según el gobernador de Florida.

En Nueva Jersey, en Cassaday Farms en el condado de Gloucester, 70 de los 90 trabajadores contrajeron el virus, según el propietario, George Cassaday.

Cassaday pidió al Centro Médico Familiar del Sur de Jersey que fueran a realizar pruebas después de que un trabajador mayor se enfermó y estuvo hospitalizado durante una semana. Ninguno de los otros trabajadores mostró síntomas severos, dijo Cassaday, quien también contrajo el virus y se realizó la prueba porque ya no podía oler sus flores favoritas, los jacintos.

La mayoría de sus empleados llegan de México cada primavera con visados de trabajo H-2A y se quedan hasta que finalizan las últimas cosechas de la temporada, de productos como brócoli, maíz, fresas y calabaza.

Dijo que su negocio depende de la salud de los trabajadores en la misma medida en que él depende de su confianza.

“Yo como con estos hombres. Los visito en México”, dijo Cassaday. “Somos una gran familia”.

Se cree que al menos la mitad de los jornaleros agrícolas de Estados Unidos vive en el país sin permiso legal, según Bruce Goldstein, presidente de Farmworker Justice, una organización nacional de defensa de los derechos de los trabajadores agrícolas que se centra en las normas laborales y la seguridad en el trabajo.

“Lo que oímos por todas partes es que la gente tiene demasiado miedo de ser despedida o deportada como para pedir una mejora de las prácticas de salud y seguridad”, afirmó Goldstein.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company