¿A dónde se van todas las chácharas electorales cuando las campañas fracasan? A todas partes

Letreros de campaña en Lori Ferber Collectibles en Scottsdale, Arizona, el 20 de febrero de 2020. (Caitlin O'Hara/The New York Times)
Letreros de campaña en Lori Ferber Collectibles en Scottsdale, Arizona, el 20 de febrero de 2020. (Caitlin O'Hara/The New York Times)

Los botones, las camisetas y las calcomanías para parachoques donde se anuncian las fallidas ambiciones presidenciales de la senadora Kamala Harris se empolvan en un almacén en Texas.

Entre lámparas de lava y varitas de incienso, un minorista de Connecticut ofrece camisetas con el grito de campaña “Jeb!” (en referencia a Jeb Bush, quien se retiró de la contienda a la presidencia el 20 de febrero de 2016).

Y durante años después de que terminara la búsqueda por llegar a la Casa Blanca de Mitt Romney, deslucidas gorras y camisetas de campaña aparecieron en las calles de Nairobi, la capital de Kenia.

Durante décadas, las campañas presidenciales estadounidenses han producido materiales en masa —botones de 5 dólares; tazas de 15 dólares, tazones para guacamole de 75 dólares— para promocionar candidatos, llenar las arcas de campaña y recopilar datos sofisticados acerca de sus seguidores.

Sin embargo, se ha prestado menos atención a qué sucede con todas esas cosas después de que la mayoría de esas campañas terminan, a veces de forma abrupta.

Muchas campañas no tienen un plan para el material que les sobra. Dado que las elecciones primarias de Carolina del Sur están por tener lugar el próximo sábado, y cerca de un tercio de todos los delegados esperan el voto del 3 de marzo, algunos de los ocho candidatos que siguen buscando la candidatura demócrata podrían enfrentarse a ese problema pronto.

“Pasas, literalmente, de construir una empresa emergente multimillonaria a cerrarla de la noche a la mañana”, comentó Matt Terrill, ex jefe de personal de la campaña de 2016 del senador Marco Rubio, quien repartió muchas de las camisetas sobrantes entre los voluntarios. “Es mucho más fácil conseguir gente que te ayude a cerrar una campaña cuando ganas”, agregó.

Los sobrantes a menudo terminan en bodegas o en las casas de los miembros del personal y voluntarios. Algunas veces, tienen una segunda vida con una nueva campaña. La mayoría de los materiales están pensados para reciclarse o desecharse.

“Si alguien no se propone recolectar o conservar esos materiales, casi todo desaparece”, manifestó Jon Grinspan, curador de historia política del Museo Nacional de Historia Estadounidense, quien colecciona objetos relacionados con campañas presidenciales para el museo.

La campaña de Harris hizo un pedido de mercancía a granel en el verano, afirmó Shelby Cole, quien fue directora digital de la campaña de Harris. El plan era distribuir los artículos entre los equipos de campaña en todo el país. Pero antes de que pudieran hacerlo, Harris, senadora de California, se retiró.

“Tomó a todo nuestro personal totalmente por sorpresa”, dijo Cole. “Yo pensé: ‘Caray, ¿qué vamos a hacer con todas estas camisetas?’”, recordó.

Cole mencionó que el proveedor que había contratado el equipo de campaña de Harris, Bumperactive, se ofreció guardar los artículos en un almacén y han estado allí durante meses. La mercancía no menciona el año 2020, por lo que en teoría podría reutilizarse en futuras campañas de Harris, afirmó Cole.

La oficina de Harris dijo que había planes para reciclar los artículos, pero no dio más detalles. Kyle Johnson, propietario de Bumperactive, se rehusó a hacer comentarios al respecto.

En ocasiones, los proveedores que hacen estampados de camisetas y otros artículos se quedan con las existencias sobrantes. Old Glory, un minorista de Connecticut, todavía ofrece artículos que estamparon para Jeb Bush, John McCain y otros candidatos anteriores.

“Están en nuestra bodega, en un estante”, dijo Austin Braumann, gerente de distrito de la empresa. “Al final, lo que sucede es que se siguen ofreciendo en línea para poder venderlos o se pueden donar o tirar”, explicó.

Varios cientos de camisetas y gorras promocionales de la campaña presidencial de 2012 de Romney acabaron en Kenia después de que un ex director de campaña del condado de Tennessee donó los artículos a una organización de caridad que encabeza su tía.

Jason Worrix, director de mercadotecnia de My Campaign Store, una empresa de Louisville, Kentucky, que produce artículos estampados de campaña, dijo que aconseja donar los productos sobrantes a organizaciones locales. Los Niños o las Niñas Exploradoras pueden reutilizar los letreros, las plumas pueden ir a bares y restaurantes, la ropa a refugios o a las tiendas Goodwill.

A veces, las campañas reutilizan el material, comenta Worrix. Pequeños cambios pueden convertir el anuncio de una barda para una campaña parlamentaria en uno que promueve la candidatura de un gobernador o un presidente, dijo, y si una camiseta o taza solo tiene el nombre del candidato, se puede reutilizar en cada ciclo electoral.

“Muchas veces, los políticos hacen campaña de por vida”, dijo. “En especial en lo que respecta a los anuncios de bardas y los objetos, imprimimos muchas calcomanías que dicen “reelección” o tapamos los cargos y los años para adecuarlos a su nueva campaña”, agregó.

Pero no existe una práctica constante de donar el material a la caridad, como hace la NFL con la mercancía que dice “ganador” cuando el equipo pierde, y que se fabrica antes de un Supertazón.

Algunas campañas mantienen abiertas sus tiendas; las ventas pueden ayudar a pagar las cuentas o generar ingresos para financiar una futura contienda. Zach Graumann, director de la campaña de Andrew Yang, el emprendedor que puso fin a su improbable apuesta presidencial este mes, dijo que la mercancía de Yang seguirá disponible hasta que se haya agotado.

El Museo Nacional de Historia Estadounidense tiene alrededor de 130.000 objetos, la mayoría procedentes de campañas, que muestran la historia de la política estadounidense. Grinspan, quien ha sido curador del museo desde hace cinco años, dijo que hacerse de artículos antes de que se desechen puede ser un reto y que el “99 por ciento” de los artículos se tira.

A veces, recolectarlos puede significar buscar en contenedores de reciclaje o montones de material desechado. En la mayoría de los casos, los voluntarios y los miembros del personal de campaña comparten la mercancía por voluntad propia.

Los curadores reunieron unas cuantas docenas de carteles y botones en Nuevo Hampshire, cuando asistieron a los mítines políticos y visitaron las sedes de campaña, dijo Claire Jerry, otra curadora del museo.

Jerry también explicó que el museo recibía artículos más antiguos de gente que los había empacado en casa y se había olvidado de ellos. Hace poco, el museo obtuvo la antorcha que se usó en la campaña presidencial de 1860 de Abraham Lincoln, que se encontraba en el ático de una pequeña sociedad histórica en Milford, Nuevo Hampshire, mencionó Grinspan.

“Muchas de estas cosas vienen de los cajones donde la gente guarda basura”, comentó Jerry.

Lori Ferber Collectibles ubicado en Scottsdale, Arizona, colecciona recuerdos de campaña de elecciones, gobiernos, fabricantes y liquidaciones de patrimonio desde hace 40 años, comentó Steve Ferber, vicepresidente de la empresa.

La empresa, que se especializa en artículos de presidencias y campañas presidenciales, recientemente compró y vendió alrededor de 160.000 botones de Richard Nixon y Ronald Reagan que un fabricante había almacenado en una bodega desde los años setenta y ochenta, afirmó Ferber.

“Es asombroso lo que la gente a veces colecciona y las cosas a las que se aferra”. Los artículos de colección de los candidatos perdedores en ocasiones valen más que los de los ganadores, señaló: los botones de la campaña socialista a la presidencia de 1920 de Eugene V. Debs pueden llegar a valer entre 500 y 1000 dólares.

This article originally appeared in The New York Times.

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