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Los días de frenesí entorno a la negociación de deuda argentina

(Bloomberg) -- El 31 de julio, mientras el ministro de Economía de Argentina, Martín Guzmán, y el presidente, Alberto Fernández, discutían sobre una nueva extensión del plazo para que los acreedores aceptaran una propuesta de reestructuración de deuda que expiraba en unos días, decidieron que el proceso había durado lo suficiente.

Incluso antes de la pandemia de coronavirus, Argentina había dicho que no podía pagar su deuda y Fernández, quien asumió el cargo en diciembre, había dejado en claro que priorizaría las necesidades de los argentinos sobre la de los tenedores de bonos. Esto significaba adoptar una posición dura.

Pero Argentina, ahora sumida en el noveno default de su historia, se dirige hacia su peor caída económica. Las conversaciones se prolongaron durante ocho meses con más de seis extensiones de plazos, múltiples propuestas y horas de negociaciones con algunos de los fondos más grandes del mundo... y todo eso vía Zoom. La diferencia con los acreedores fue de aproximadamente 3 centavos por dólar.

La complejidad de recuperar la economía sin acceso a crédito, en medio de una pandemia y pocos años después de resolver el último doloroso default que se prolongó durante 15 años, llevó al equipo actual a una postura más pragmática y puso en marcha tres días frenéticos de negociaciones. Se culminó con un acuerdo de reestructuración de US$65.000 millones.

En las horas transcurridas entre la decisión inicial del viernes y el anuncio de un acuerdo por valor de unos 55 centavos por dólar el martes temprano, el país y tres grupos de acreedores titulares de más de la mitad de la deuda del país se encontraron a mitad de camino. Esta historia se basa en entrevistas con una docena de personas con conocimiento directo de las discusiones, que solicitaron el anonimato.

El domingo 2 de agosto, pese a una entrevista con Guzmán en la primera plana de un periódico fuertemente a favor del Gobierno en la que en tono de ultimátum instaba a los acreedores a aceptar la última propuesta o enfrentar retrasos significativos, ya se movían los engranajes para llegar a un acuerdo.

Guzmán, el protegido de 37 años de Joseph Stiglitz, realizó llamadas a sus asesores financieros en Lazard Ltd para pedirles que actualizaran diferentes modelos de deuda para presentar a Fernández.

La solicitud principal que Guzmán había hecho a los asesores era simple: adelantar los pagos de intereses y capital, una idea que ambas partes habían discutido antes. Fue un cambio que podría parecer cosmético, pero que significó una mejora para acreedores preocupados por el valor temporal del dinero, incluso si Argentina no presentaba más efectivo. Guzmán se reunió con Fernández en la residencia presidencial el domingo por la tarde y obtuvo la aprobación para hacer los ajustes y volver a hablar con los acreedores. El Gobierno también estaba listo para aceptar interpretaciones de los bonistas sobre algunos tecnicismos legales.

Rol de BlackRock

El paso clave para desbloquear un acuerdo provino de un aliado inesperado: BlackRock Inc.

A pesar de roces iniciales con ejecutivos de BlackRock durante conversaciones, Guzmán había establecido una buena relación con la directora gerente, Jennifer O’Neil. Ambos tienen menos de 40 años y comparten temperamentos similares; son relajados, serenos y formales, según personas involucradas en las conversaciones.

Después de más de seis horas de negociaciones repartidas en varias llamadas con ella durante el fin de semana, se llegó a un acuerdo.

O’Neil luego habló con algunos acreedores clave entre el domingo y el lunes, mientras que los tres principales grupos de acreedores buscaron la aceptación de unos 30 fondos. Los grupos de bonistas, que comenzaron el proceso con propuestas enfrentadas, se habían unido en un solo bloque a finales de julio ante una falta de progreso.

Además del liderazgo de BlackRock, el acuerdo implicó un fuerte trabajo de los administradores de fondos de Ayres Investment Management y Monarch Alternative Capital, así como de asesores gubernamentales, en particular Sebastian Loketek de Bank of America Corp, dijeron las personas.

BlackRock no siempre fue percibido como una fuerza unificadora en el proceso.

En un momento, las conversaciones se estancaron luego de confrontaciones con el entonces negociador, gerente de cartera y antiguo funcionario de la Secretaría de Hacienda de México, Gerardo Rodríguez. Ciertos intercambios acalorados, incluido uno en el que Rodríguez le dijo a Guzmán que esperaba durar más en su puesto que el ministro, hicieron que el fondo pareciera como un adversario en las representaciones de los medios locales.

En cierto momento, O’Neil reemplazó a Rodríguez como rostro principal en las llamadas por Zoom a pesar de que mantuvo un papel en el proceso.

El Ministerio de Economía de Argentina y BlackRock declinaron hacer comentarios sobre los detalles de las negociaciones.

Apoyo político

El lunes, mientras acreedores y asesores trabajaban en documentos y declaraciones, suavizando ciertos problemas de redacción con fondos como Ashmore Group Plc y Autonomy Capital, Guzmán realizó una visita a la casa de Cristina Fernández de Kirchner para discutir el acuerdo, dijeron dos de las personas.

Si bien se entendió que la actual vicepresidenta, que dirigió el país entre 2007 y 2015, tenía el poder de “vetar” el acuerdo, ella dio su aprobación, dijo otra persona. El martes en la noche, el presidente se refirió a su rol en una entrevista televisada.

“En un momento, cuando estaba adoptando una postura dura, dos personas me dijeron que tuviera en cuenta el contexto y suavizara mi postura”, dijo Fernández. “Una de ellas fue Cristina”. La otra fue el exministro de Economía Roberto Lavagna, dijo.

Lavagna había sido el artífice de una reestructuración de 2005 que impuso aproximadamente 70% de pérdidas a los acreedores, pero también condujo a un enfrentamiento de 15 años con acreedores destacados infamemente liderados por el multimillonario Paul Singer, de Elliott Management Corp. Fernández de Kirchner se había negado a aceptar las exigencias de estos acreedores y una orden judicial de Estados Unidos llevó a otro default en 2014, que luego fue resuelto por Mauricio Macri en 2016.

Otro político local que participó activamente en todo el proceso fue el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. Massa se mantuvo en contacto con los principales administradores de fondos este año para explicar como funcionaba la política local y también para transmitir sus puntos de vista a Fernández, manteniéndolo al tanto de lo que se consideraría un acuerdo factible.

Con la bendición política necesaria para cerrar un acuerdo, Guzmán regresó al Ministerio.

Los asesores del Gobierno estaban ansiosos por publicar el comunicado antes de la apertura del mercado y el presidente había solicitado publicar un comunicado tan pronto como estuviera listo.

Después de muchos meses de tensión, a menudo entre los propios acreedores, el estado de ánimo se alivió en la videollamada final a las 2:30 a.m. del 4 de agosto, poco antes del comunicado oficial, con carcajadas entre inversores y funcionarios, dijeron las personas.

Con los bonos argentinos negociando en niveles tan bajos como los 20 centavos en marzo, los acreedores no siempre creyeron en un acuerdo rápido, ni en uno con un valor presente neto en el rango medio de los 50.

Ahora el desafío será ejecutar el acuerdo, alcanzar los umbrales de participación y eliminar toda posibilidad de otra batalla legal prolongada antes del 4 de septiembre.

Nota Original:Inside The Frenetic Days That Changed Argentina’s Debt Talks

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