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Durante décadas, el restaurante Versalles ha sido el centro de las protestas cubanas

El entonces aspirante presidencial republicano y senador John McCain, al centro, durante una parada de campaña en el Versalles, en la Pequeña Habana de Miami, el 21 de enero de 2008. (Stephen Crowley/The New York Times)
El entonces aspirante presidencial republicano y senador John McCain, al centro, durante una parada de campaña en el Versalles, en la Pequeña Habana de Miami, el 21 de enero de 2008. (Stephen Crowley/The New York Times)

MIAMI – Afuera del restaurante Versalles, en la calle Ocho, cerca de la Pequeña Habana de Miami, se han reunido miles de manifestantes en las últimas dos semanas para ondear banderas rojas, blancas y azules (cubanas y estadounidenses) bajo la lluvia torrencial y la humedad sofocante.

Frente al autoproclamado “restaurante cubano más famoso del mundo”, exiliados cubanos y cubano-estadounidenses muestran su apoyo a los cubanos de la isla que han denunciado el gobierno comunista y han protestado por la escasez de alimentos y medicinas en lo que ha sido el mayor movimiento en décadas.

Cantan “Patria y Vida” y golpean cacerolas mientras los autos atascados en el tráfico tocan el claxon en señal de apoyo. Todo el alboroto se escucha dentro del restaurante.

Versalles es un punto de referencia de la comunidad desde hace 50 años y ha atraído marchas, protestas y celebraciones de los principales acontecimientos cubano-estadounidenses durante décadas. Las multitudes no son nada nuevo. Los manifestantes han repuesto desde hace mucho tiempo su energía con café cubano y pastelitos de guayaba y queso de la ventanita de servicio del restaurante.

Las protestas recientes en Cuba han renovado las esperanzas de la caída del comunismo en ese país y han despertado el apremio de las multitudes afuera del Versalles.

“Abarrotan nuestro estacionamiento y todas las cuadras a la redonda”, señaló Felipe Valls hijo, propietario de Versalles y La Carreta, una cadena local de restaurantes cubanos. “Para nosotros, en cuanto a las ventas, nos afecta en gran medida con ventas negativas, pero lo hacemos con gusto porque estamos orgullosos de ser el centro de todas las cosas de Cuba”.

Inaugurado en 1971 por el padre de Valls, Felipe Valls, Versalles fue diseñado por un familiar del rapero cubano-estadounidense Pitbull y recibió el nombre del palacio en Francia debido a su decoración rococó de candelabros y espejos dorados.

Donald Trump hace una parada en la panadería Versalles en el barrio de la Pequeña Habana de Miami, el 27 de septiembre de 2016. (Damon Winter/The New York Times)
Donald Trump hace una parada en la panadería Versalles en el barrio de la Pequeña Habana de Miami, el 27 de septiembre de 2016. (Damon Winter/The New York Times)

Cuando las protestas de los años ochenta y noventa congregaron a multitudes de más de 100.000 manifestantes en la calle Ocho y la Pequeña Habana para luchar por los derechos humanos en Cuba, Versalles fue un lugar de encuentro.

Miles de personas han acudido a Versalles, golpean sus ollas y sartenes con cucharas y celebran acontecimientos como la victoria de los Marlins de Florida en la Serie Mundial de 1997 y la muerte de Fidel Castro en 2016. Las multitudes se reunieron aquí durante la batalla por la custodia de Elián González, quien fue encontrado frente a la costa de Florida en 1999, y cuando el expresidente Barack Obama se movilizó para restaurar las relaciones plenas entre Estados Unidos y Cuba.

Así que, cuando las protestas anticomunistas estallaron en La Habana y en otros lugares a mediados de julio, Versalles fue el lugar lógico para apoyar las marchas en Estados Unidos.

“Sabías dónde iba a celebrar todo el mundo y es aquí”, comentó Sophia Pardo, de 24 años, nacida en Estados Unidos de padres cubanos y que creció yendo al Versalles.

“Es la sensación de estar en casa: sabes que vas a encontrar gente afín”, dijo su hermana, Natalie, de 30 años. “Es un lugar para reunirse, para bien o para mal”.

Versalles está cerca de varias ciudades del condado de Miami-Dade con grandes poblaciones cubanas, como Hialeah, Westchester y Coral Gables.

“Uno de los atractivos de Versalles es que a pesar de que la gente está protestando por temas serios (como los derechos humanos en Cuba, abusos y democracia) también hay un sentido de celebración”, dijo Darío Moreno, profesor adjunto de Política y Relaciones Internacionales en el Instituto de Investigación Cubana de la Universidad Internacional de Florida.

No obstante, señaló, “somos seres humanos, somos criaturas sociales, así que tener gente que comparte nuestras creencias políticas o la misma causa, ya sea el Heat de Miami o la democracia en Cuba, te atrae”.

Versalles es con frecuencia el primer lugar donde los cubanos comen con sus familias cuando acaban de llegar. Luwiz Leiva, de 48 años, conoció el restaurante en 2003, poco después de llegar a Estados Unidos desde Cuba.

“Un cubano va adonde están los cubanos”, afirmó.

El Versalles sirvió de centro de operaciones para los primeros políticos cubano-estadounidenses que se presentaron a la Comisión Municipal de Miami, como Armando Lacasa, dijo Moreno. Maurice Ferré, puertorriqueño y primer alcalde latino de Miami, también frecuentaba el restaurante.

Varios candidatos presidenciales han pasado por ahí y han bebido tacitas de café. Se dice que el expresidente Donald Trump dejó una propina de 83 dólares por café y pasteles.

“No tomamos partido”, señaló Valls. “Todos los representantes de todos los partidos políticos son bienvenidos aquí para hacer sus declaraciones”.

Debido a la reputación del restaurante como lugar de encuentro de los cubanos, los periodistas suelen acudir allí para tomar el pulso de los asuntos cubano-estadounidenses. En consecuencia, las opiniones de algunos afrocubanos pueden quedar subrepresentadas.

“Todavía no se siente como su espacio a pesar de que hay más gente con diversidad política que está protestando”, dijo Danielle Clealand, profesora adjunta y politóloga de la Universidad de Texas en Austin. “Históricamente, los cubanos negros han sido invisibles en Miami. En cuanto a las protestas cubanas, todavía es considerado por muchos como un espacio antinegro.”

La demografía de las protestas de Versalles está empezando a cambiar. Los abuelos y las abuelas están siendo superados en número por los clientes del exilio cubano de mediana edad, así como los hijos y nietos nacidos en Estados Unidos.

“Este es el lugar donde los cubanos sienten que están con su comunidad”, dijo Martha Alvarez, de 80 años, quien estaba con los manifestantes al otro lado de la calle del Versalles, sosteniendo un contenedor de sobras. Ella trajo a su hija de 34 años para apoyar al restaurante durante las protestas. “Me enorgullece ver a tanta gente joven aquí”.

Magín Pérez Ortiz, de 60 años, un artista afrocubano, dijo que, aunque la clientela del restaurante refleja la larga historia de Cuba con la raza y la inmigración, eso no lo disuade.

“No es la política del restaurante”, concluyó. “Es una división que viene de la historia de Cuba”.

© 2021 The New York Times Company