Luego de décadas de guerra, el Estado Islámico y Al Qaeda todavía pueden sembrar el terror

El asesor de seguridad nacional Jake Sullivan habla durante una entrevista televisada frente a la Casa Blanca en Washington, el 16 de agosto de 2021 (Stefani Reynolds / The New York Times).
El asesor de seguridad nacional Jake Sullivan habla durante una entrevista televisada frente a la Casa Blanca en Washington, el 16 de agosto de 2021 (Stefani Reynolds / The New York Times).

DOHA, Catar — La pesadilla de los expertos en antiterrorismo, incluso antes de que los talibanes regresaran al poder, es que Afganistán se convierta en terreno fértil para los grupos terroristas, sobre todo Al Qaeda y el Estado Islámico.

Dos explosiones reivindicadas por el Estado Islámico que mataron el jueves a decenas de personas, incluidos al menos 12 miembros del ejército estadounidense en Kabul, reafirmaron los temores de que la pesadilla rápidamente se estaba convirtiendo en una realidad.

“No puedo expresar lo perturbador y deprimente que es esto”, dijo Saad Mohseni, propietario de Tolo, uno de los canales de televisión más populares de Afganistán. “Se siente como si regresamos a la normalidad: más bombardeos, más ataques, excepto que ahora vamos a tener que lidiar con todo bajo un régimen talibán”.

Veinte años de acción militar de Estados Unidos y sus socios internacionales dirigida a erradicar el terrorismo han causado grandes estragos en Al Qaeda y el Estado Islámico, pues mataron a muchos de sus combatientes y líderes y les impidieron en gran medida ocupar territorio.

Pero los expertos en terrorismo dicen que ambos grupos han demostrado ser capaces de adaptarse y evolucionar para convertirse en organizaciones más diseminadas que siempre buscan nuevos puntos conflictivos en el mundo para echar raíces y poner en acción su violento extremismo.

Los dos atentados suicidas cerca del aeropuerto de Kabul el jueves recalcaron el poder devastador que estos grupos aún tienen para dejar víctimas mortales en grandes cantidades a pesar del esfuerzo estadounidense. Y plantearon inquietantes preguntas sobre si los talibanes pueden cumplir la principal promesa que hicieron cuando el gobierno de Trump acordó a principios de 2020 retirar las fuerzas estadounidenses del país: que Afganistán ya no sería una base de operaciones para los ataques contra Estados Unidos y sus aliados.

La rápida toma de control del país por parte de los talibanes difícilmente garantiza que todos los militantes en Afganistán estén bajo su control. Por el contrario, el afiliado del Estado Islámico en Afganistán, conocido como Estado Islámico Khorasan o ISIS-K, es un rival acérrimo, aunque mucho más pequeño, que este año ha ejecutado decenas de ataques en Afganistán contra civiles, funcionarios y los propios talibanes.

Soldados estadounidenses custodian el muro a lo largo del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai en Kabul, Afganistán, el 22 de agosto de 2021 (Jim Huylebroek / The New York Times).
Soldados estadounidenses custodian el muro a lo largo del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai en Kabul, Afganistán, el 22 de agosto de 2021 (Jim Huylebroek / The New York Times).

En los meses previos a la retirada de las fuerzas estadounidenses, llegaron a Afganistán entre 8000 y 10.000 combatientes yihadistas de Asia central, la región del norte del Cáucaso de Rusia, Pakistán y la región de Sinkiang al oeste de China, según concluyó un informe de las Naciones Unidas en junio. La mayoría están asociados con los talibanes o Al Qaeda, que están estrechamente vinculados entre sí.

Pero otros son aliados del Estado Islámico Khorasan, lo que representa un gran desafío para la estabilidad y la seguridad que los talibanes prometen brindar al país.

Si bien los expertos en terrorismo dudan que los combatientes del Estado Islámico en Afganistán tengan la capacidad de organizar ataques a gran escala contra Occidente, muchos dicen que el Estado Islámico ahora es más peligroso en más partes del mundo que Al Qaeda.

“Está claro que el Estado Islámico es la mayor amenaza, en Irak y Siria, en Asia o África”, dijo Hassan Abu Hanieh, experto en movimientos islámicos del Instituto de Política y Sociedad en Amán, Jordania. “Es evidente que el Estado Islámico está más desplegado y es más atractivo para las nuevas generaciones”.

Apenas el miércoles, los funcionarios estadounidenses advirtieron sobre amenazas particulares por parte del grupo, incluida la posibilidad de enviar terroristas suicidas para infiltrarse en la multitud fuera del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai de Kabul.

La amenaza parece haber sido un factor en la decisión del presidente Joe Biden de apegarse a su fecha límite del 31 de agosto para retirar a todas las fuerzas estadounidenses del país.

“Cada día que estamos en tierra es otro día en el que sabemos que el Estado Islámico Khorasan intenta apuntar al aeropuerto y atacar tanto a las fuerzas estadounidenses como a las fuerzas aliadas y a civiles inocentes”, dijo Biden el miércoles.

Creado hace seis años por combatientes talibanes paquistaníes descontentos, el Estado Islámico Khorasan ha aumentado por mucho el ritmo de sus ataques este año, según el informe de la ONU.

Las filas del grupo habían caído a alrededor de 1500 a 2000 combatientes, aproximadamente la mitad de su cifra máxima en 2016 antes de que los ataques aéreos estadounidenses y las redadas de comandos afganos pasaran factura y mataran a muchos de sus líderes.

Pero desde junio de 2020, el grupo ha sido dirigido por un nuevo y ambicioso comandante, Shahab al-Muhajir, que está tratando de reclutar combatientes talibanes descontentos y otros militantes. El Estado Islámico Khorasan “continúa activo y peligroso”, declaró el informe de la ONU.

En gran medida, el Estado Islámico en Afganistán se ha mostrado antagonista con los talibanes. En ocasiones, los dos grupos han luchado por el territorio, particularmente al este de Afganistán, y el Estado Islámico denunció recientemente la toma del control sobre Afganistán por parte de los talibanes. Algunos analistas dicen que combatientes de las redes talibanes incluso han desertado para unirse al Estado Islámico en Afganistán, sumando combatientes más experimentados a sus filas.

La historia del Estado Islámico muestra lo difícil que puede ser frenar y contener a las redes terroristas. El grupo comenzó después de la invasión estadounidense de Irak en 2003 como una rama de Al Qaeda, pero luego se separó, para establecer lo que denominan un califato, una teocracia islámica, en gran parte de Irak y Siria que en su apogeo tenía el tamaño del Reino Unido.

La visión extremista del grupo en relación con la expansión global, el uso amplio de las redes sociales y la violencia cinematográfica atrajo a combatientes de todo el mundo, inspiró ataques mortales en ciudades árabes, europeas y estadounidenses, y animó a Estados Unidos a formar una coalición internacional para combatirlo.

Cuando Estados Unidos y sus socios bombardearon los principales territorios del grupo, el Estado Islámico se expandió a otros países. Muchos de estos afiliados se han mantenido activos desde que el grupo perdió su última porción de territorio en Siria en marzo de 2019, incluso en África occidental y central, el Sinaí y el sur de Asia.

Al Qaeda también ha cambiado considerablemente desde que Osama Bin Laden supervisó la organización y transmitió sus puntos de vista a través de declaraciones grabadas en video y suministradas a los canales de televisión.

La organización también estableció filiales en Yemen, Irak, Siria y partes de África y Asia, algunas de las cuales modificaron, o incluso descartaron, la ideología del grupo en favor de objetivos locales. El líder actual del grupo, Ayman al-Zawahiri, es anciano, se cree que está enfermo y vive en algún lugar de Afganistán, después de no poder igualar el prestigio de Bin Laden entre los radicales islámicos.

En general, Al Qaeda no mantuvo el mismo control operativo sobre sus afiliados que el Estado Islámico, lo que pudo haberle dado una ventaja a este último, dijo Hassan Hassan, coautor de un libro sobre el Estado Islámico y editor en jefe de la revista Newlines.

Los dos grupos siguen siendo enemigos acérrimos, compiten por reclutas y financiamiento, y han luchado directamente entre sí, en Afganistán, Siria y otros lugares.

Afganistán podría convertirse ahora en su principal campo de batalla, ya que Estados Unidos retirará sus tropas y los talibanes extenderán su control.

El año pasado, en un acuerdo con el gobierno de Trump, los talibanes prometieron no permitir que Al Qaeda usara territorio afgano para atacar a Estados Unidos. Pero qué tanto respetarán los talibanes ese compromiso, y si pueden de hecho hacerlo, aún son preguntas sin una respuesta concreta.

El Estado Islámico no tiene tales limitaciones, lo que podría dejarlo en una mejor posición para aprovecharse del caos que rodea la fecha límite del 31 de agosto para la retirada estadounidense y la transición de un gobierno respaldado por Estados Unidos a los talibanes.

“El cambio de una fuerza de seguridad a otra, por defecto, brinda una oportunidad para el Estado Islámico”, dijo Hassan.

© 2021 The New York Times Company