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Se cumplen 130 años del nacimiento de Victoria Ocampo, rebelde con causa

Si hubiera que elegir a una mujer decisiva en el mundo de la cultura argentina durante el siglo XX, el nombre de Victoria Ocampo (1890-1979) estaría entre los primeros. Aunque dejó una profusa obra escrita, que todavía no fue abordada en forma exhaustiva, se la considera más una gestora e intelectual de avanzada para su época y su clase social (la aristocracia criolla) que una escritora. Hoy se cumplen ciento treinta años de su nacimiento.

Hija de Manuel Silvio Cecilio Ocampo y Ramona Máxima Aguirre, fue la mayor de seis hermanas, todas educadas con institutrices en matemática, lengua inglesa, historia, religión y literatura, el amor al que volvería con el correr de los años. Según sus propios testimonios, recogidos en Autobiografía (que ocupa seis tomos y se publicó luego de su muerte), su primera lengua fue el idioma francés. Desde su juventud, sufría por el materialismo recalcitrante de su clase de pertenencia, como queda evidenciado en la correspondencia con su amiga Delfina Bunge, y por el conservadurismo de las costumbres de la sociedad argentina, que ayudó a modernizar.

Entre los hitos de la vida de Ocampo, el que se destaca en primer lugar es la creación de la revista Sur, en 1931, donde escribieron algunos de los grandes nombres de la literatura nacional, como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sabato, Silvina Ocampo (la menor de sus hermanas) y José Bianco (Pepe, su mano derecha en la dirección de la publicación hasta que se distanciaron a causa de la simpatía del escritor por la Revolución cubana). En Sur se publicaron textos de Virginia Woolf, Jean Genet, Henri Michaux, Henry Miller, Vladimir Nabokov y Walter Benjamin, entre otros nombres rutilantes de las letras y el pensamiento. Se puede decir que la revista, que al comienzo seguía los pasos de Revista de Occidente, renovó el espíritu aldeano de la cultura argentina con dosis de cosmopolitismo, libertad y espíritu esnob. "En 1929 habían clamado por una revista de calidad literaria: ahí la tenían, en marcha", declaró su fundadora. En 1933, nació la editorial homónima, donde se publicaron libros de D. H. Lawrence, Virginia Woolf (traducida por Borges), Federico García Lorca, y Albert Camus, Graham Greene y Dylan Thomas, estos últimos traducidos por Ocampo.

Otro aspecto destacado de su rol como intelectual fue la lucha antinazi y antifascista que protagonizó durante la Segunda Guerra Mundial. "Mientras la tierra está poblada por hombres, no por bestias feroces, bajo tu Arco de Triunfo habrá siempre una llama, aun cuando no respetasen tus enemigos la que allí arde en este instante", se lee en "Carta a Francia", publicada en Sur a inicios de 1940. Por su colaboración material e inmaterial con los comités de ayuda a esa y otras naciones aliadas, fue la única intelectual latinoamericana presente en los juicios de Nüremberg.

Ese combate continuó bajo otras formas en la Argentina, en los años de ascenso al poder del peronismo, contra el que militó y que la llevó a la cárcel por un mes, en 1953. Escritores de todas las latitudes manifestaron su rechazo en una carta dirigida al general Juan Domingo Perón. "Yo no he hecho nada fuera de ser antiperonista", escribió Ocampo en una misiva a la salida de la cárcel del Buen Pastor. Entre 1958 y 1973 (otra fecha clave para su imperecedero antiperonismo), dirigió el Fondo Nacional de las Artes y, en 1977, fue la primera mujer elegida como miembro de la Academia Argentina de Letras.

Por último, pero no menos importante a la luz de las transformaciones del presente, sobresale el pensamiento feminista de la intelectual argentina por antonomasia. En 1936, junto con Ana Rosa Schlieper de Martínez Guerrero y Perla Berg, fundó (y presidió) la Unión Argentina de Mujeres para defender los derechos civiles de las mujeres, que en ese entonces dependían de la decisión de funcionarios, padres y maridos. En 1971, en un número de Sur se brindaron argumentos a favor de la interrupción voluntaria del embarazo. Amiga de escritoras como María Rosa Oliver, Alejandra Pizarnik y la chilena Gabriela Mistral, imaginó un canon literario que no estuviera exclusivamente conformado por varones, como ocurría hasta mediados del siglo pasado.

Una cronista desconocida

"Con Victoria Ocampo ocurre lo mismo que con los vinos buenos: el paso del tiempo los mejora -dice la profesora e investigadora María Celia Vázquez-. No es que el tiempo en su transcurrir haya ido puliendo imperfecciones, sino que el actual interés por las mujeres trae preguntas e inquietudes que ponen de relieve aspectos, zonas menos conocidas tanto de su vida como de su obra".

Según la autora de Victoria Ocampo, cronista outsider (Beatriz Viterbo), hasta hace poco tiempo Ocampo era esa mecenas de la cultura que usaba anteojos de color marfil y desconcertaba con sus gestos de distinción. "A mí me interesa mucho más la escritora que el personaje, pero sobre todo lo que me parece más que interesante es su faceta de escritora periodista -agrega Vázquez-. Victoria Ocampo publicó diez series de Testimonios, entre 1935 y 1977, donde recopila ensayos, crónicas, cartas al correo de lectores, entrevistas. Explorar esa zona de la obra bastante desconocida permite apreciar textualidades híbridas donde los temas de la actualidad y la agenda pública se articulan con la primera persona. La lectura de Testimonios nos permite disfrutar de esa voz maravillosa que construye Ocampo cuando escribe como si nos estuviese hablando. Esa condición la coloca en serie con otras mujeres cronistas, como son Alfonsina Storni, Sara Gallardo, María Moreno".