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¿Quién cuidará de los ancianos en Italia? Quizá los robots

Italia, la población más envejecida del mundo occidental, se enfrenta a una crisis de cuidadores. Algunos recurren a los robots para que les echen una mano.
Italia, la población más envejecida del mundo occidental, se enfrenta a una crisis de cuidadores. Algunos recurren a los robots para que les echen una mano.

CARPI, Italia — La mujer mayor pidió que le contaran un cuento.

“Una elección excelente”, respondió el pequeño robot, reclinado como un profesor despreocupado sobre el pupitre del salón, indicándole que escuchara con atención.

La mujer se inclinó hacia el robot y su frente casi rozó la cabeza de plástico liso.

“Érase una vez”, comenzó el robot un breve relato, y cuando terminó le preguntó qué trabajo tenía el protagonista.

“Pastor”, respondió dócilmente Bona Poli, de 85 años.

El robot no oyó tan bien. Poli se levantó de la silla y alzó la voz.

Bona Poli, de 85 años, pide al robot Nao que le cuente una historia durante un grupo de discusión en Carpi, Italia, el 6 de marzo de 2023. (Alessandro Grassani/The New York Times)
Bona Poli, de 85 años, pide al robot Nao que le cuente una historia durante un grupo de discusión en Carpi, Italia, el 6 de marzo de 2023. (Alessandro Grassani/The New York Times)

“¡Pastor!”, gritó ella.

“Fantástico”, dijo el robot, gesticulando torpemente. “Tienes memoria como de computadora”.

La escena puede tener el trasfondo distópico de “¿qué podría salir mal?” de la ciencia ficción en un momento en el que tanto las promesas como los peligros de la inteligencia artificial están cobrando mayor significación. Pero para los exhaustos cuidadores que asistieron a una reciente reunión en Carpi, una hermosa ciudad de la región italiana más innovadora en el cuidado de ancianos, apuntaba a un futuro no muy lejano en el que los humanoides podrían ayudar a las familias cada vez más reducidas a compartir la carga de mantener estimulada, activa y sana a la población más anciana del mundo occidental.

“Ponte en cuclillas y estírate”, recomendó Nao, el robot de fabricación francesa, poniéndose en pie y dirigiendo los ejercicios de postura. “Movamos los brazos y levantémoslos”.

La mayoría de las mujeres de la sala miraban, algunas divertidas, otras recelosas, pero todas desesperadas por saber cómo podría ayudarles la nueva tecnología a cuidar de sus familiares ancianos.

Juntas, escucharon la voz calmada y automatizada del robot y ofrecieron su opinión sobre el mundo real en un grupo de discusión organizado por un grupo de defensa sin fines de lucro que representa a los llamados cuidadores familiares. El objetivo era ayudar a los programadores del robot a diseñar una máquina más atractiva y útil que algún día pudiera aligerar la carga de las familias italianas cada vez más abrumadas.

Italia, que tiene una de las tasas de natalidad más bajas de Europa, se prepara para una explosión demográfica de personas mayores. De los casi 60 millones de italianos, más de siete millones tienen más de 75 años. Y 3,8 millones se consideran no autosuficientes. Enfermedades como la demencia y las dolencias crónicas pesan sobre el sistema sanitario y las familias.

“La revolución”, aseguró Olimpia Pino, profesora de Psicología de la Universidad de Parma, que diseñó el proyecto del robot, sería que un “robot social pudiera ayudar en los cuidados”.

Los avances en inteligencia artificial no harían sino aumentar la capacidad de respuesta de los robots, señaló, haciendo que las personas mayores sean autosuficientes durante más tiempo y proporcionando más alivio a los cuidadores.

“Todos tenemos que buscar todas las soluciones posibles, en este caso tecnológicas”, explicó a los participantes Loredana Ligabue, presidenta de Not Only Elderly, grupo de defensa de los cuidadores. “Hemos visto el gran miedo a quedarse solo”.

Los robots ya interactúan con los ancianos en Japón y se han utilizado en residencias de ancianos de Estados Unidos. Pero en Italia, el prototipo es el último intento de recrear un eco de la estructura familiar tradicional que mantenía a los italianos mayores en casa.

La Italia de la imaginación popular, donde las familias multigeneracionales se reúnen en torno a la mesa los domingos y viven felices bajo el mismo techo, se está viendo sacudida por importantes vientos demográficos en contra.

Las bajas tasas de natalidad y la huida de muchos adultos jóvenes en busca de oportunidades económicas en el extranjero han mermado el número de cuidadores potenciales. Quienes asumen la carga de los cuidados suelen ser mujeres, lo que las aparta de la población activa, supone un lastre para la economía y, según los expertos, reduce aún más las tasas de natalidad.

Sin embargo, los cuidados a domicilio siguen siendo un elemento central de la noción de envejecimiento en un país donde existen residencias de ancianos, pero los italianos prefieren encontrar maneras de mantener a sus familiares mayores con ellos.

Durante décadas, Italia evitó una reforma seria de su sector de cuidados de larga duración llenando el vacío con trabajadores internos baratos y a menudo contratados de manera irregular, muchos de ellos procedentes de la Europa del Este postsoviética, y sobre todo de Ucrania.

“Ese es el pilar de los cuidados de larga duración de este país”, aseguró Giovanni Lamura, director del principal centro de investigación socioeconómica sobre el envejecimiento de Italia. “Sin eso, todo el sistema se vendría abajo”.

En enero, los sindicatos que representan a los Badanti legales, como se llama aquí a los trabajadores, consiguieron un aumento salarial que añadía hasta cerca de 145 euros, o más de 150 dólares, al mes por los cuidados a domicilio. Los italianos dicen que sus sueldos y pensiones no han seguido el mismo ritmo, lo que ha obligado a muchos a ocuparse ellos mismos de los cuidados.

En lo que respecta a los cuidadores familiares, Italia lleva décadas ofreciendo prestaciones públicas a una sola persona de la familia que cuida de un enfermo grave. A finales de este año, los permisos retribuidos y otras ayudas podrán compartirse en una familia, lo que en la práctica significa que más hombres podrán ayudar.

En Emilia-Romaña, la región que incluye Carpi, también hay planes para generar mano de obra de cuidadores con experiencia en el cuidado de sus propios familiares que, en última instancia, cuando sus propios seres queridos fallezcan, puedan ser contratados para cuidar a otros.

“Hay una demanda enorme”, comentó Ligabue.

La semana pasada, la Primera Ministra, Giorgia Meloni, celebró la aprobación de una nueva ley destinada a agilizar el acceso a los servicios para las personas mayores y a lograr un mayor compromiso del gobierno en el creciente campo de los cuidados de larga duración.

No obstante, la ley no incluye medidas específicas de apoyo a los cuidadores familiares. Alessandra Locatelli, ministra italiana de Discapacidad, explicó que el gobierno no quería dar prioridad a los italianos que cuidan de familiares mayores frente a los que atienden a discapacitados más jóvenes.

Dijo que esperaba una nueva medida a finales de año para ofrecer exenciones fiscales y otros beneficios a los “familiares cuidadores residentes” para “todos los tipos de personas no autosuficientes”.

Pero la reunión de Carpi dejó claro que muchos italianos no viven necesariamente con los padres y abuelos a los que cuidan. Algunas de esas mujeres ya están buscando ayuda más allá del gobierno: en las máquinas.

Mientras Nao, el robot francés que adopta la postura correcta, hacía movimientos bruscos sobre la mesa, Leonardo Saponaro, el estudiante de Psicología que dirigía el grupo de discusión y cuyo abuelo padecía demencia a las afueras de Roma, explicó que el robot no era “un sustituto de la socialización con otras personas”.

“Sin embargo, puede ser un acompañante”, concluyó.

c.2023 The New York Times Company