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Aislada en un cuarto, mexicana sobrevive en Roma tras viajar en crucero

Satinización en las calles de Roma, Italia
Satinización en las calles de Roma, Italia

Desde el lunes 23 de marzo, la mexicana Mildred Rhodes está confinada en un cuarto de hotel en Roma, Italia. No le han hecho la prueba para saber si tiene coronavirus COVID-19, pero la tratan como si fuera un caso positivo por haber estado en un crucero del que bajaron dos personas con esa enfermedad.

Mildred cuenta a Animal Político que no tiene contacto físico con nadie desde el lunes. “La comida me la dejan en un box lunch en la puerta, la primera vez, se me ocurrió abrir cuando la estaban dejando y me castigaron, se la llevaron, solo porque abrí la puerta cuando estaban ahí, y me dejaron horas sin comer”.

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Después de eso, a Mildred le informaron, vía electrónica, los horarios en los que se deja la comida, así que se espera 10 o 15 minutos para no volver a toparse con quienes llevan el servicio.

Y no es que la comida que le llevan sea un gran alimento, Mildred dice que la come porque no tiene opción, “pero son puros carbohidratos y almidones. No me dan nada caliente, no me dan café ni té, jugos solo artificiales, no me dan fruta ni verdura, es pan y pasta, siempre frío todo”.

Mientras habla, a Mildred le viene un poco de tos, dice que sabe que en el hotel hay un médico. “Pero prefiero no hablarle, solo tengo tos, ningún otro síntoma, no tengo fiebre, me dieron un termómetro para medirme la temperatura dos veces al día y estoy bien, no creo tener COVID, aunque tampoco me han hecho el estudio, pero si el médico me escucha toser, me vayan a tratar peor”.

Mildred dice que no sabe cuándo podrá volver a Mexico. “En el hotel habemos 10 mexicanos que veníamos en el mismo crucero, por ahora el consulado nos ha dicho que debemos quedarnos aquí y respetar la cuarentena, pero no nos dicen si después de eso podremos volver o qué va a pasar”.

Hay algo que a ella la tiene más agobiada que el encierro y la probabilidad de una enfermedad. “No tengo más familia que mi madre, una mujer mayor, ya de 89 años, que no ve y escucha poco. Apenas en diciembre aceptó mudarse conmigo, y ahora está sola en casa con la persona que la cuida, quien me ha prometido que esperará dos semanas más”.

Con su madre, Mildred solo ha tenido contacto por mensajes de WhatsApp que la cuidadora le lee. “Le digo que estoy bien, que todo está bien, no quiero alterarla”.

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Empezamos a quedarnos solos

Confinada desde el 15 de marzo en su habitación en el crucero, al que subió con dos amigas, Mildred escuchaba cómo llamaban a los pasajeros de otras nacionalidades. “Se oía cómo le pedían a los franceses, a los alemanes ir al lobby con sus maletas, se escuchaba el ruido de las personas yéndose, en Marsella bajaron muchos, sus países los estaban sacando de ahí”.

Con las dos amigas de Mildred pasó eso, son mexicanas ambas pero tienen también la nacionalidad estadounidense, “a ellas las sacaron también. Yo me quedé sola. Al final en el barco quedamos un 10% de los pasajeros, unos 1,800 en total, sacaron a todos los europeos, a los de EU y Canadá. Nos quedamos los mexicanos, los argentinos, sudafricanos y australianos. Fuimos los que nos tuvimos más opción que y bajar hasta Savona, Italia”.

Mildred había tratado de cancelar el viaje en ese crucero. “Sí intenté cancelar, claro que sí, pero la naviera no quiso, me dijeron que todo estaba bien, que ellos no iban a cancelar, que si no me quería subir era mi decisión, pero que no me reembolsarían nada”.

No solo fue dinero lo que inclinó la balanza para decidir. “Las dos amigas con las que embarqué son mayores que yo, tienen 78 años, nos gusta viajar, pero se apoyan en mí, yo las cuido. No querían cancelar y yo no quise dejarlas solas. Y ellas se bajaron (y Mildred suelta una breve carcajada) pero yo les dije, no, se van. Las sacaron vía Estados Unidos y una sigue allá y otra ya está en su casa en México)”.

Los casos positivos

Sin opción de reembolso y ante la promesa de que todo estaba bien por parte de la naviera, el 5 de marzo, Mildred y sus amigas se embarcaron en el crucero Costa Luminosa, en el puerto de Fort Lauderdale, en Florida, Estados Unidos. El plan era llegar el 25 de marzo a Venecia.

“A los dos días llegamos a Puerto Rico y bajamos, pasamos el día ahí. Al día siguiente llegamos a Antigua y ya no nos dejaron bajar. Nos avisaron por el sonido del barco que nos estaban negando la bajada porque en Puerto Rico habían tenido que bajar a dos pasajeros que estaban enfermos; es decir, la empresa ya sabía que había dos personas mal y no había dicho nada”.

En el barco, lo único que hicieron después de esa negativa de bajada en Antigua fue cerrar las actividades sociales como las clases de baile o de cocina. Pero no hubo confinamiento y siguieron abiertos restaurantes, bares y casinos.

Fue hasta el 15 de marzo cuando estaban por llegar a Tenerife, que el capitán les informa que los dos pasajeros que habían tenido que bajar en Puerto Rico dieron positivo en COVID-19. “Nos lo dijeron hasta entonces, cuando tres días antes los periódicos dieron la noticia. Y hasta entonces nos confinaron en nuestras habitaciones”.

A partir de ahí, Mildred solo escuchó bajar a los pasajeros que sus embajadas y consulados sí rescataron.

La mujer cuenta que desde Tenerife hicieron contacto con el consulado mexicano, “les dijimos lo que estaba pasando, les pedimos ayuda para salir, que intercedieran para no llegar hasta acá porque sabíamos que sería complicado, pero escuchamos bajar a muchos, yo pensé que bajaría y el barco partió conmigo a Savona con un recadito de mis autoridades consulares de que lo sentían pero que allá iban a tener ya todo arreglado, no fue así”.

Pese a todo, Mildred dice: “Sé que lo deben estar intentando. Ya me habló el embajador, de hecho, estoy segura que hay interés de apoyarnos, solo les pedimos que ese apoyo se acelere, porque no tenemos claridad de cuándo acaba la cuarentena, estuvimos desde el 15 de marzo encerrados, y no tenemos pruebas positivas, a partir de cuándo contamos y qué va a pasar después, queremos que nos lleven a casa”.

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