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Cuando Sídney estaba controlada por las ‘reinas del crimen’

Matilda 'Tilly' Devine y Kate Leigh, las reinas del crimen en Sídney
Matilda 'Tilly' Devine y Kate Leigh, las reinas del crimen en Sídney

De sobras conocido es que, durante los siglos XVIII y XIX, el Reino Unido utilizó la zona oriental de Australia (Nueva Gales del Sur) como ‘colonia penal’, siendo poblada en su mayoría por los reclusos y sus familias que decidieron quedarse en este nuevo país tras haber cumplido condena.

Evidentemente, esto no significa que gran parte de la población australiana estuviera compuesta por delincuentes y criminales, pero sí dispuso a que muchos de ellos crecieran y se criasen envueltos en un ambiente de dudosos hábitos y marginalidad.

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Sídney se convirtió en la ciudad más grande y poblada de Australia (curiosamente no es la capital del país, aunque sí del mencionado Estado de Nueva Gales del Sur) y hasta allí fue a parar un gran número de descendientes de aquellos primeros colonos exconvictos, como fue el caso de James Devine, un tipo de dudosa reputación que tuvo que servir al ejército de su país durante la IGM.

En 1917 llegó a Londres y allí conoció a una joven adolescente de 16 años, llamada Matilda Twiss, que se dedicaba a la prostitución callejera y con la que se casó. Tras un par de años residiendo en la capital inglesa la pareja decidió trasladarse a vivir a Australia, donde sabían que tendrían muchas más posibilidades de sobrevivir y prosperar en un país que en aquellos momentos era emergente.

En Sídney Matilda (que era conocida con el apelativo de Tilly) continuó ejerciendo la prostitución, además de realizar numerosos trapicheos relacionados con el narcotráfico y la delincuencia callejera.

Fichas policiales de Matilda Tilly Devine y Kate Leigh
Fichas policiales de Matilda Tilly Devine y Kate Leigh

En poco tiempo Tilly se había convertido en una de las más importantes ‘reinas del crimen’ en Sídney, controlando como ‘madame’ varios prostíbulos, así como una red de jóvenes rateras que se dedicaban a robar y sembrar el terror en la ciudad australiana.

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El arma que utilizaban para atacar a sus víctimas era normalmente una afilada navaja de afeitar y numerosas fueron las ocasiones en las que dejaron algún que otro corte, como recuerdo, en el rostro de aquellos que se resistían a darles la cartera.

Parece ser que Tilly tenía una sorprendente habilidad para controlar el crimen organizado y a lo largo de su vida llegó a amasar una importante fortuna que la hubiera permitido vivir espléndida y lujosamente el resto sus días, pero prefería el ambiente marginal.

Jim, su esposo, no estuvo a su altura y no dejo de ser una simple marioneta en manos de su mujer. A pesar de tener continuas disputas e incluso el intento de asesinarla en alguna ocasión, permanecieron casados hasta 1940, separándose tras la salida de prisión de él tras haber sido detenido al haber agredido y disparado a Tilly (quien se negó a declarar tras la detención).

Matida continuó con su carrera delictiva y a pesar de que fue detenida en numerosas ocasiones, siempre salía a la calle tras un corto periodo en prisión gracias a tener sobornados a un buen número de policías, jueces y políticos de Sídney.

Las crónicas de la época calificaron a Tilly como ‘la peor mujer de Sídney’. Pero Matilda no era la única ‘reina del crimen’. Al otro lado de la ciudad otra mujer, llamada Kate Leigh (también exprostituta) se hacía con el control de la distribución de cocaína.

Noticia en The Canberra Times de 1929
Noticia en The Canberra Times de 1929

Ambas lideraron las dos más peligrosas bandas de delincuentes de Sídney y a lo largo de dos décadas numerosos y continuos fueron los enfrentamientos, ya no solo entre ellas dos, sino también entre las componentes de sus respectivas bandas criminales, protagonizando épicas batallas campales.

Fue con el nombramiento de un nuevo comisario de policía, en 1935, cuando el poder de ambas bandas comenzó a desvanecerse. MacKay (que era como se apellidaba el nuevo responsable policial) convocó a Tilly Devine y Kate Leigh a una reunión y allí les indicó que sería impertérrito con ellas si no acababan con sus respectivas organizaciones criminales y desaparecía el creciente tráfico de cocaína de la ciudad.

Una década después las reinas del crimen ya habían perdido todo su poder y control sobre las posteriores bandas que fueron apareciendo en Sídney.

Fuentes de consulta e imágenes: State Archives of New South Wales / atlasobscura

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