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Cuando la primera periodista de EEUU fue reprendida por denunciar la corrupción

Días atrás publicaba en el “Cuaderno de Historias” una entrada sobre el 'Taburete de sumersión', un método de castigo utilizado siglos atrás contra mujeres tachadas de ‘molestas’, siendo uno de los muchísimos casos el de Anne Royall (considerada como ‘la primera periodista profesional de los EEUU’) y a la que quisieron someter al mencionado castigo (en 1829) al haber sido acusada de ‘malévola y buscapleitos’ por un grupo de congresistas a los que previamente había acusado de corruptos y de malversar fondos gubernamentales. El juez encargado de la vista decidió castigarla por ‘molesta e incómoda’ imponiéndole una multa de 10 dólares (de la época), debido a que consideraba que el escarnio público de sumergirla en las aguas del río Potomac estaba obsoleto.

Anne Royall está considerada como la primera periodista profesional de los EEUU y a menudo sus artículos molestaron a los congresistas (imágenes vía thezebra / wvencyclopedia)
Anne Royall está considerada como la primera periodista profesional de los EEUU y a menudo sus artículos molestaron a los congresistas (imágenes vía thezebra / wvencyclopedia)

Por aquella época Anne Royall ya contaba con 60 años de edad y se había convertido en una de las editoras de periódicos en Washington DC más incomodas, pero a la vez una de las mejores entrevistadoras, ya que en aquel momento (1829) era la única periodista que había conseguido realizar una entrevista a dos presidentes estadounidenses, John Quincy Adams y Andrew Jackson (en los siguientes 25 años entrevistaría a los sucesivos siete máximos mandatarios que fueron pasando por la Casa Blanca).

Anne Royall, además de ser considerada la primera periodista profesional de los EEUU, fue también pionera en realizar las entrevistas acordando una fecha, mediante una cita previa, con el entrevistado, debido a que hasta el momento era algo que sus compañeros de profesión habían hecho sus interviús a pie de calle.

No solo publicó sobre política y corrupción de algunos representantes públicos. También se dedicó a denunciar aquellos tratos de favor que, desde la administración, se hacía con la Iglesia Presbiteriana, dejando a los feligreses de esa congregación utilizar espacios públicos para realizar sus servicios (como una estación de bomberos). Anne se ganó la enemistad no solo de políticos, también de presbiterianos que acudían a la puerta de su casa a insultarla y tirar piedras contra los cristales de sus ventanas.

A pesar de todo ello, Anne Royall no desfalleció, trabajando incansablemente por sacar adelante algún periódico (cuando le cerraban uno, abría otro).

Además del periodismo, su otra gran pasión fue el viajar, recorriendo gran parte de los Estados Unidos y publicando varios libros relatando su experiencia.

Lo sorprendente fue la adaptación para sobreponerse a cualquier problema o dificultad (de los muchos que tuvo a lo largo de su vida).

Nació en 1769 en el seno de una familia humilde y analfabeta. Quedó huérfana de padre a muy temprana edad y trabajaría durante parte de su infancia y adolescencia, junto a su madre, como sirvienta de un rico terrateniente (William Royall) veinte años mayor que Anne y que la enseñó a leer y escribir, poniendo a disposición de la muchacha la impresionante biblioteca personal que tenía en su casa. En 1797 contrajeron matrimonio (teniendo a la familia Royall en contra).

Enviudó en 1812 y tras varios litigios, los sobrinos de su difunto esposo consiguieron que un juez la dejase sin herencia e incluso desprovista de pensión de viudedad. Este hecho fue el que animó a Anne Royall a trasladarse unos años después hasta Washington DC, donde luchó por conseguir que se le concediera una pensión, al ser viuda de un veterano de guerra.

Tras mucho luchar lo consiguió y fue el propio John Quincy Adams (en aquel momento Secretario de Estado) quien consiguió arreglarle los papeles. Entre ambos nació una amistad y cuando fue elegido presidente en 1825 le concedió una entrevista exclusiva para el recién estrenado periódico editado por Anne.

Como nota curiosa, cabe destacar que circula una leyenda urbana (en forma de anécdota) que explica que John Quincy Adams y Anne Royall se conocieron cuando él estaba tomando un baño desnudo en el rio Potomac y ella se sentó sobre sus ropas, diciendo que no se las devolvería si no prometía concederle una entrevista. Evidentemente esta historia es apócrifa, ya que ambos se conocieron cuando Anne todavía no era periodista ni Adams presidente.

Fuentes de consulta: Library of Congress / The Life and Times of Anne Royall / BBC / congressionalcemetery / thezebra / wvencyclopedia

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