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Cuando la fama del ‘Gran Houdini’ eclipsó a otros ilusionistas coetáneos mucho mejores que él

Muchas son las personas que al escuchar el nombre artístico de ‘El Gran Houdini’ lo relacionan de inmediato con el mago más famoso de la Historia, sin pararse a pensar que, en realidad, Harry Houdini (Erik Weisz era su verdadero nombre) no era mago sino escapista e ilusionista; eso sí, de un excepcional nivel pero no el mejor entre sus coetáneos.

La fama del ‘Gran Houdini’ eclipsó a otros ilusionistas coetáneos mucho mejores que él (imágenes vía Wikimedia commons)
La fama del ‘Gran Houdini’ eclipsó a otros ilusionistas coetáneos mucho mejores que él (imágenes vía Wikimedia commons)

Sus vistosos y enigmáticos números de escapismo en el escenario, junto a su trabajo para desenmascarar a médiums y farsantes le proporcionaron una grandísima fama, que lo llevó a ser conocido en todos los ambientes (artísticos, sociales, intelectuales…) y a mezclarse con todo tipos de insignes personajes de la época (célebre fue la relación de amistad que tuvo con Arthur Conan Doyle y que acabarían rompiendo por culpa de la superchería del creador de Sherlock Holmes).

Rara era la semana en la que su nombre no aparecía en alguna publicación, donde se hacía la crónica de alguno de sus números de ilusionismo o se informaba de cómo Houdini (junto a su equipo capitaneado por Rose Mackenberg) había puesto al descubierto las trampas y engaños de algún supuesto compañero de profesión, que no dejaba de ser un embaucador.

Pero durante aquellos mismos años (finales del siglo XIX y primer cuarto del XX) la profesión de mago fue una de las que más buena acogida tenía entre el público, siendo cientos los profesionales que se dedicaban al oficio de hacer desaparecer cosas, levitar personas, cortar por la mitad a su ayudante y otros muchísimos números más que dejaban a pequeños y mayores boquiabiertos.

El tránsito entre los siglos XIX y XX destacó por una repentina afición de numerosísimas personas hacia todo lo enigmático, lo desconocido, aquello que quedaba fuera de cualquier lógica y explicación. Un momento ideal para sobresalir médiums y espiritistas o extraños personajes con poderes sobrenaturales, pero también ilusionistas que llenaban noche tras noche las salas de teatro.

Probablemente los nombres de Harry Kellar, Alexander y Adelaide Herrmann y Howard Thurston sean totalmente desconocidos para la inmensa mayoría de lectores de este post, pero se trata de cuatro de los magos más importantes y famosos de la época (y que hicieron giras actuando por un gran número de países de todo el planeta), pero que han quedado prácticamente en el olvido y desconocimiento general (evidentemente no para aquellos que son realmente aficionados a la magia).

Alexander Herrmann fue un mago de origen francés que tras triunfar en toda Europa viajo hacia los Estados Unidos, donde se convirtió en uno de los más aclamados y solicitados ilusionistas de la segunda mitad del siglo XIX. Allí conoció a Adelaide Scarcez, una londinense con quien se casó y compartió escenario, al convertirse en su asistente. Tras el fallecimiento en 1896 de ‘Herrmann el Grande’, como era conocido, Adelaide tomó el relevo de su esposo y triunfó como ‘la Reina de la Magia’.

El estadounidense Harry Kellar fue otro de aquellos grandes magos de la época (al que se le denominó como ‘Decano de los magos en EEUU’) y durante un tiempo se convirtió en el máximo competidor del mencionado Herrmann, siendo habitual que se hicieran apuestas por ver quién de los dos realizaba el número más espectacular o conseguía reunir a más público en un teatro.

Kellar tuvo como ayudante y discípulo a Howard Thurston, quien con los años se convertiría en el más famoso de todos ellos. La espectacularidad y originalidad de sus números lo llevaron a ser el ilusionista número uno en Estados Unidos durante varias décadas.

Howard Thurston llegó a montar un espectáculo itinerante que lo llevó a todos los rincones de los Estados Unidos y para el que necesitaba ocho vagones de tren para transportar todo el material. Muchos son quienes apuntan que se le podría considerar como ‘el padre de la magia moderna’ tal y como se realizan hoy en día muchos números de ilusionismos que fueron creados por él o que son una evolución de estos.

Otra de las peculiaridades que tenía Thurston fue su don para dirigirse y hablar al público. También se le considera como uno de los primeros grandes ‘showmen’ del mundo del espectáculo, llegando a actuar para un gran número de reyes, celebridades y presidentes de diferentes países (evidentemente, también de EEUU).

Pero a pesar de la grandilocuencia de Howard Thurston y todo lo que le rodeaba, su nombre no ha pasado a la posteridad como se esperaría y pocas son las personas (que no se dediquen o sean aficionadas a la magia) que han escuchado hablar de él.

El hecho de haber sido coetáneo de Harry Houdini provocó que su estela y fama quedaran eclipsadas por el escapista de origen húngaro. Éste, teniendo una técnica menos depurada que otros ilusionistas de su época logró ser el más conocido de todos (hoy en día sigue siendo un referente en el escapismo, cuando hubo en aquel tiempo quien realizó números más espectaculares que él).

El dominio de unas técnicas de marketing (que los otros no supieron utilizar adecuadamente) y estar continuamente apareciendo en la prensa denunciando a todo aquel farsante al que desenmascaraba, provocó que Houdini se hiciera inmensamente famoso y pasara a la posteridad solapando su nombre al del resto de ilusionistas con los que coincidió en su época (que fueron numerosos).

Fuente de las imágenes: Wikimedia commons

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