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Cuando en Estados Unidos descartaron la posibilidad de convertirse en una monarquía y a George Washington en su rey

Sabido es que los Estados Unidos de América son una república federal y con un régimen político basado en la democracia presidencialista. Está formada por una cincuentena de Estados que, a lo largo de los últimos dos siglos, se han ido incorporando, desde que se firmó la Declaración de Independencia, el 4 de julio de 1776, que desvinculaba a las Trece Colonias del dominio británico.

Recreación del retrato de George Washington coronado como rey (montaje con imágenes vía Wikimedia commons)
Recreación del retrato de George Washington coronado como rey (montaje con imágenes vía Wikimedia commons)

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Tanto en la firma del mencionado documento de independencia como en la Constitución, ratificada el 21 de junio de 1788, se explicitaba el carácter republicano de la nueva nación, que pasaba de ser denominada como Trece Colonias de Nueva Inglaterra a Estados Unidos de América.

Durante las muchísimas reuniones que mantuvieron los llamados ‘Padres de la Nación’ se discutió largo y tendido sobre cómo querían que fuese la nueva nación que estaban diseñando. Tenían la posibilidad de hacerlo todo partiendo desde cero y pudiendo elegir, para cada caso, cuál era la mejor opción: cómo elegir la fecha en la que debían tener lugar las elecciones, qué plazo habría para la toma de posesión de un nuevo presidente, cómo serían las cámaras que los representarían, cómo se dividiría los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, en qué forma se debía limitar el poder del presidente y cómo serían los niveles de gobierno estatal, federal y local.

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Miles de horas de discusión y debate para conseguir uno de los países con un nivel de democracia más sólidas y seguras del planeta. Pero desde un principio la inmensa mayoría de los participantes en todas aquellas reuniones tenían clara una cosa: la nueva nación debía ser una república.

Curiosamente en aquellos momentos todos los ejemplos de gobierno conocidos por los americanos eran las distintas monarquías europeas y, en especial las británica, holandesa, francesa, portuguesa y española, tan presentes en el continente. Así que los más eruditos quisieron tomar como referencia el modelo de democracia que tuvieron en la Antigua Grecia (la primera de la Historia, según los expertos).

Tan solo unos pocos veían factible el copiar el modelo político del Gran Bretaña (bajo el que se habían regido durante los últimos 170 años como colonia) y contemplar la posibilidad de instaurar una monarquía, partiendo de cero y en la que el cargo de rey no fuese heredado genealógicamente sino escogido democráticamente por sufragio.

Pero esta propuesta duró tan solo un suspiro, debido a que muchas de las cosas y necesidades políticas que se planteaban se podían solventar fácilmente teniendo una república federal y con un presidente escogido a través de las urnas y al que se le podría delimitar cuáles eran sus funciones y poder.

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Debían y querían huir del modelo de Estado autoritario que una monarquía, como la británica, en aquellos momentos representaba. Los diferentes monarcas ingleses (Jacobo I, Carlos I, Carlos II, Jacobo II, Guillermo III, Ana Estuardo, Jorge I, Jorge II y Jorge III) bajo los que fueron sus súbditos como colonia, a lo largo de 170 años, habían reinado de forma arbitraria, déspota y caprichosa y, con frecuencia, injusta y cruelmente.

Esto último fue el caso de Jorge III, el último rey bajo el que estuvieron sometidos. Partieron de la premisa de que cualquier modelo de Estado democrático podría ser válido siempre y cuando estuviese en las antípodas del régimen monárquico de Gran Bretaña.

En el periodo que va entre la Declaración de Independencia de 1776 y la ratificación de la Constitución de los Estados Unidos de América de 1788, catorce fueron los presidentes del Segundo Congreso Continental (el órgano que legisló la nación durante todos aquellos años) que precedieron a George Washington (elegido democráticamente en las primeras elecciones celebradas en EEUU entre el 15 de diciembre de 1788 y 10 de enero de 1789).

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Como dato anecdótico, cabe destacar que en mayo de 1782 (un año antes de finalizar la Guerra de independencia), George Washington, por aquel entonces Comandante en Jefe del Ejército Continental, se estuvo carteando con Lewis Nicola, un experimentado militar al frente del Cuerpo de Inválidos (un regimiento de ocho compañías compuesto de soldados y oficiales veteranos que padecían algún tipo de discapacidad a consecuencia de la guerra pero que todavía eran válidos para luchar en ella).

Lewis Nicola escribió a Washington para exponerle el problema que se estaba atravesando por el que sus hombres no habían percibido su sueldo como soldados desde hacía varios meses (incluso había algún caso que llevaba sin cobrar un par de años). Responsabilizaba de ello al Segundo Congreso Continental (el órgano legislador en aquellos momentos) y sugería al Comandante en Jefe que una de las soluciones para arreglar todo aquello era convertir la nación en una monarquía, en la que la autoridad y mano dura de un rey podría solventar cualquier dificultad política y económica que la república no era capaz de solucionar.

Dejaba entrever que el más cualificado para ser escogido como rey de los Estados Unidos sería el propio George Washington. Éste, que aspiraba a gobernar la nueva nación algún día (y que no haría hasta diecisiete años después, desde 1789 hasta 1797), a pesar de tener una gran soberbia y un enorme ego sabía que para alcanzar su fin debía hacerlo desde la humildad y dando los correspondientes pasos, sin que nadie pudiese acusarlo de exceso de protagonismo y viera en él un posible dictador o gobernante autoritario (como eran, por aquel entonces, los monarcas). Pero también deseaba huir de la equivocada idea que tenían algunos sobre él, a quien lo veían como un ‘Cromwell americano’ (en relación a Oliver Cromwell, quien lideró Inglaterra como república entre 1653 y 1658 y acabó convirtiéndose en un tirano para gran parte de los ingleses).

Por tal motivo, George Washington hizo entender a Lewis Nicola (a través de sus cartas de respuesta) que la mejor opción de gobierno para la nueva nación era la de ser una república democrática y presidencialista y debía descartarse por completo la posibilidad de convertirse en una monarquía.

Fuentes de consulta e imagen: howstuffworks / founders (1) / founders (2) / founders (3) / bbc / Wikimedia commons /

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