Cuando el cáncer es más ominoso para los inmigrantes y las personas sin seguro en el Sur de Texas

Enfrentar el cáncer es siempre difícil, dramático, doloroso para el paciente y también para sus familias. En ocasiones el tratamiento médico, pese a su rudeza, resulta efectivo y muchos emprenden una etapa renovada en sus vidas. Otros trágicamente sucumben ante la enfermedad.

Pero para inmigrantes de bajos recursos que viven en el sur de Texas y enfrentan el cáncer, la situación, de suyo compleja y ardua, se vuelve con frecuencia mucho más punzante y desoladora.

Carlos Rivera lucha contra el cáncer de colon e inicialmente encaró graves limitaciones por carecer de seguro médico en el sur de Texas. (Charlotte Huff/Kaiser Health News, <a href="https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Creative Commons BY-NC-ND 4.0;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">Creative Commons BY-NC-ND 4.0</a>)

El costo de un tratamiento contra el cáncer en Estados Unidos es estratosférico y si no se cuenta con un seguro médico que pague una parte sustantiva de los gastos médicos, muchas personas simplemente no pueden atenderse o, aunque lo hagan, eso devasta la economía personal y familiar. Pero en el caso de los habitantes del Valle del Río Grande, en el extremo sur de Texas, región fronteriza con México, el asunto se agrava aún más por la falta de hospitales públicos en la zona.

Como relata Charlotte Huff en Kaiser Health News (KHN), la falta de un hospital público en esa área, donde se ubican las ciudades fronterizas de McAllen y Brownsville, afecta a toda la población, en especial la de menores recursos y a quienes, como los indocumentados, no cuentan con acceso a beneficios públicos como Medicaid. Y un plan para crear un impuesto para financiar hospitales de esa clase fue rechazado recientemente por los votantes.

Pero incluso los estadounidenses enfrentan complicaciones.

Los hospitales públicos no son necesariamente gratuitos, pero es común que cuenten con fondos fiscales que les permiten costear la atención médica de personas desamparadas. Pero no hay tales hospitales en el Valle del Río Grande, y cerca de 1.2 millones de habitantes han de recurrir a hospitales privados cuando necesitan tratamiento. Y dado que el estado de Texas no participó en la ampliación del programa público Medicaid, que ofrece un seguro médico sin costo a las personas de más bajos recursos, muchos que ganan poco pero algo más que el nivel para ingresar a Medicaid simplemente se quedan sin cobertura: no pueden acceder al seguro público gratuito y no ganan lo suficiente para comprar un seguro médico privado. Cerca del 30% de la población en esa región de Texas no cuenta con seguro médico.

A escala social, la falta de seguro médico de la población y de apropiada atención médica es severo: le costó a los texanos, en salarios perdidos y mala salud que impide trabajar, 76,000 millones de dólares al año, según un estudio de la Texas Medical Association.

Y cuando el problema a atender es el cáncer, el resultado para los individuos es devastador.

El caso de Edgar, un inmigrante que vive en el Valle del Río Grande es un ejemplo. KHN narra que él ha tenido que depender de ayuda económica de familiares y amigos para enfrentar el cáncer que padece e incluso para sus gastos básicos, ya que no puede trabajar.

“No puedo trabajar, respiro con un solo pulmón”, cuenta Edgar, que es indocumentado.

Atenderse sin seguro médico en uno de los hospitales privados de la zona puede ser simplemente una misión imposible para un migrante indocumentado pero también para un residente o ciudadano. Viajar al hospital público más cercano, a cientos de kilómetros de distancia en Houston o San Antonio, es una opción también muy complicada para muchos. Y aunque, relata KHN, algunos optan por cruzar a México para buscar allí tratamiento médico más asequible, en el caso de los indocumentados se presenta un grave dilema: cruzar a México podría proveerles atención médica crítica para su sobreviviencia, pero eso implica dejar a su familia y trabajo en Estados Unidos y quedarse sin posibilidad de regresar al país. Cruzar sin papeles es una acción peligrosa y de riesgo que, con frecuencia, no resulta una opción.

“Si yo hago eso”, dijo Edgar a KHN en relación a buscar atención médica en México, “es el fin… He vivido aquí [el sur de Texas] por casi 16 años tratando de hacer todo bien y no quiero echar a perder eso”. Ser detenido por la Patrulla Fronteriza al intentar volver a Estados Unidos, por ejemplo, sería desastroso para él.

El cáncer es por ello doblemente destructivo para los pacientes en esas circunstancias, pues no solo mina su salud sino severamente su economía familiar, de por sí muy limitada por ingresos reducidos y falta de oportunidades. “Es una sentencia de muerte”, dijo a KHN la doctora Elena Marín, que maneja el centro de salud Su Clínica en el Valle del Río Grande. Y lo es porque incluso si las personas logran hacerse de recursos para atenderse, eso lleva tiempo y eso puede minar sus posibilidades de abatir el mal. Y todo procedimiento médico es tan costoso que las capacidades de obtener dinero de las personas simplemente no son suficientes y los pacientes son vencidos por el cáncer.

Es parte de la punzante realidad en la confluencia de problemas de enorme calado en Estados Unidos: el alto costo de la atención médica y la multitud de personas que no pueden pagarla, por un lado, y la rudeza de un sistema de inmigración roto que persigue y criminaliza a personas que, salvo el cruce irregular de la frontera, no han cometido falta y en cambio realizan día a día aportaciones sustanciales al país. Todo agravado, en el caso del Valle del Río Grande, con las complicaciones de ser una de las zonas de menor ingreso y más personas sin seguir médico en Estados Unidos.

Por añadidura, el problema de personas en esa circunstancia, ciudadanos o inmigrantes, no tiene solución inmediata. La lucha política e ideológica ha impedido por décadas crear un sistema de salud incluyente y asequible e incluso cuando se dieron pasos al respecto, con la Ley de Cuidado de Salud conocida como Obamacare, ésta resultó primero acotada por las prerrogativas de los estados (por ejemplo el decidir o no ampliar Medicare) y luego por la ofensiva en su contra de la presente administración.

El tema de la salud asequible será, en ese sentido, uno de los arietes en la próxima campaña presidencial pero incluso si el resultado electoral beneficiase a quien propone una expansión sustantiva de la cobertura de salud en el país, para muchos que hoy combaten al cáncer todo ello se encuentra en un futuro demasiado incierto.