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Cuando el Coliseo de Roma se convirtió en un jardín botánico

Días atrás os explicaba en este blog ‘Cuaderno de historias’ cómo se convirtió la Torre de Londres en un improvisado zoológico, pero ese no es el único caso ni ejemplo en el que una edificación emblemática ha servido para albergar algo totalmente diferente para lo que estaba destinado.

(imagen vía publicdomainreview)
(imagen vía publicdomainreview)

En esta ocasión el escogido para explicar su curiosa historia es el Coliseo de Roma, uno de los puntos más visitados de la capital italiana (incluso del país) y de la que se tiene la idea de que su principal actividad fue la de ser donde los gladiadores romanos peleaban entre sí a vida o muerte o el lugar en el que se sacrificaban cristianos, pero sirvió para otras muchas más cosas.

Construido entre los años 72 y 80 d.C. el también conocido como ‘Anfiteatro Flavio’ (por el emperador Tito Flavio Vespasiano, quien ordenó levantarlo como regalo al pueblo), albergó las mencionadas luchas de gladiadores, los sacrificios y ejecuciones de personas, peleas de animales e incluso llegó a inundarse de agua para realizar batallas navales.

Tras la caída del Imperio Romano y durante la Edad Media, el Coliseo fue semidestruido en varias ocasiones. Algunas por causas naturales (como terremotos hasta en cinco ocasiones), pero también por el expolio que hicieron de parte de sus piedras y muros aquellos que atacaron o invadieron Roma.

En el siglo XVI, con gran parte de esta monumental edificación derruida, se utilizó aquel lugar como una fábrica de lana en la que, por orden del papa Sixto V, se contrató a un gran número de prostitutas de la capital romana con el fin de que dejaran de ejercer dicha profesión.

Tras el fallecimiento del pontífice fue cerrada la mencionada fábrica y, poco a poco, el Coliseo se fue degradando, al quedar abandonado, convirtiéndose en unas ruinas desoladas y en las que empezó a crecer todo tipo de plantas.

Durante la década de 1850 el botánico Richard Deakin viajó hasta Roma para visitar las ruinas del Coliseo, tras ser advertido que el derruido lugar se había convertido en una improvisada selva urbana y en la que crecía todo tipo de plantas por toda su extensión.

Tras estudiarlo minuciosamente, Richard Deakin se dio cuenta que aquel lugar contaba con algunos ejemplares que no eran autóctonos de Italia (ni tan siquiera de Europa) y que el habitad natural de esas plantas eran en otros continentes (como África o Asia).

Pudo comprobar que allí había crecido hasta 56 especies diferentes de hierba e incluso había hasta 41 tipos diferentes de plantas leguminosas.

Deakin llegó a la conclusión de que aquel atípico jardín botánico se había estado gestando a lo largo de los últimos dieciocho siglos, desde que fue construido el coliseo y que muchos de los animales (e incluso gladiadores) que por allí pasaron y procedían de lugares remotos, podrían haber traído las semillas metidas entre el pelaje o las ropas.

El botánico recogió muestras, las analizó y tomo notas de todo lo que vio en el Coliseo. Incluso observó que tenía un microclima propio y perfecto para la biodiversidad, ya que seco y cálido por su lado sur, pero fresco y húmedo en el norte, lo que facilitó que creciera todo tipo de vegetación de lo más variopinta.

Cuando a finales del siglo XIX el gobierno italiano decidió reconstruir el Coliseo eliminó gran parte de la flora que allí había crecido a lo largo de los últimos siglos.

Quienes estén interesados en leer el libro publicado en 1855 por el propio Richard Deakin, que tituló 'Flora of the Colosseum of Rome' (Flora en el Coliseo de Roma), lo puede encontrar de forma legal y gratuita en el siguiente enlace: https://www.biodiversitylibrary.org/item/233767#page/6/mode/1up

Fuente de la imagen: publicdomainreview

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