Cuando las antiguas civilizaciones financiaban sus guerras, monumentos o edificios a base de crowdfunding

Desde hace poco más de una década se ha popularizado el término ‘crowdfunding’, un neologismo anglosajón que fue acuñado en 2008 por Jeff Howe y Mark Robinson al utilizarlo en el título del libro ‘The Rise of Crowdfunding’, el cual estaba dedicado al auge de la financiación colectiva.

Monumento conocido como ‘Linterna de Lisícrates’ del siglo IV a.C. que se encuentra en Atenas en homenaje al patrocinio económico de un acaudalado ciudadano ateniense (imagen vía Wikimedia commons)
Monumento conocido como ‘Linterna de Lisícrates’ del siglo IV a.C. que se encuentra en Atenas en homenaje al patrocinio económico de un acaudalado ciudadano ateniense (imagen vía Wikimedia commons)

Hoy en día son numerosos los proyectos de todo tipo que inician campañas de ‘micromecenazgo’ (como también conocida en español) para conseguir financiación (podcasts, obras literarias o cinematográficas e incluso benéficas…).

A pesar de parecer un emergente movimiento de creado recientemente por las nuevas generaciones, en su modelo de vida de ‘economía colaborativa’, se trata en realidad de una antiquísima forma de financiación de cualquier tipo de proyectos.

Erróneamente, algunas publicaciones datan el origen del crowdfunding o financiación colectiva en el mundo de la música rock de finales del siglo XX. Por un lado hay quien señala que fue el grupo de rock británico 'Marillon' quien solicitó ayuda económica a sus seguidores para financiar la gira que debían realizar por los Estados unidos en 1997, pero también nos encontramos con quienes señalan que, una década antes, en 1989, el también grupo de rock, en este caso español, ‘Extremoduro’ pudo financiar su primer disco gracias a las aportaciones económicas y donaciones que recibieron por parte de familiares, amigos y fans.

Pero muchísimos siglos antes ya podemos encontrar que el mecenazgo o financiación colectiva fue algo que estaba muy incorporada en culturas y civilizaciones antiguas.

Por ejemplo, en la Antigua Grecia fue muy común que los atenienses más acaudalados y poderosos aportaran voluntariamente parte de sus riquezas para financiar la construcción de barcos (como las famosas naves ‘trirremes’) e incluso las guerras.

En una época en la que se levantaban majestuosos edificios y monumentos, la aportación económica y voluntaria fue de gran ayuda para llevar a cabo dichas construcciones. También se financiaba por parte de los ciudadanos todo el gasto que suponía el organizar unos Juegos Olímpicos y el hecho de paralizar toda una nación a lo largo de varios meses para centrar la atención en los eventos olímpicos.

Evidentemente, en aquella época también existían los impuestos, los cuales eran de obligado cumplimiento por parte de todos los ciudadanos, pero también fue fundamental el altruismo por parte de quienes más dinero poseían a la hora de donarlos y financiar colosales proyectos (de ahí que muchos de ellos también recibiesen el nombre de quien había contribuido económicamente a su puesta en marcha o construcción).

La cultura y artes escénicas también obtuvieron su patrocinio en la Antigua Grecia. Uno de los ejemplos lo encontramos representado actualmente en Atenas donde todavía está en pie e intacto un monumento del siglo IV a.C., conocido como ‘Linterna de Lisícrates’, y que fue levantado en honor a un acaudalado ciudadano ateniense que contribuyó a financiar un coro dramático masculino

No solo la cultura griega tuvo a sus ciudadanos más adinerados concienciados en ayudar a financiar los diferentes proyectos bélicos, arquitectónicos o grandes eventos, también la sociedad romana de la antigüedad se concienció en sufragar altruistamente parte de los gastos que no podía asumir el Imperio.

De hecho, también encontramos que el patrocinio desinteresado hacia aquellas personas que querían dedicarse a alguna disciplina artística (como la pintura, música, literatura, danza…) recibían una ayuda económica de los más poderosos.

Por ejemplo nos encontramos con el caso de Cayo Cilnio Mecenas, consejero político de César Augusto, del siglo I a.C., que fue unrico y noble romano impulsor y financiador de la carrera de jóvenes artistas de su época, debiéndole a este personaje que el patronazgo de nuevos sea conocido con el término ‘mecenas’ (o mecenazgo).

Otras sociedades y naciones (sobre todo durante la bélica Edad Media) financiaron sus guerras y cruzadas gracias a las generosas aportaciones de sus ciudadanos más ilustres y acaudalados.

Pero el sufragar un gran gasto público colectivamente no siempre estuvo en manos de las personas más ricas. Existen numerosos ejemplos de micromecenazgo por parte de la ciudadanía de a pie, entre ellos el que tuvo lugar hace 137 años (concretamente en 1885) cuando se impulsó desde los periódicos creados por el magnate Joseph Pulitzer una recogida de fondos para construir el pedestal sobre el que debía ir colocada la Estatua de la Libertad, la cual había sido un regalo del gobierno francés al pueblo estadounidense.

Pulitzer, ofreció una serie de recompensas a quienes colaborasen (al mismo estilo que se hace hoy en día en los crowdfunding), pudiéndose llevar los mecenas regalos en forma de pequeñas réplicas de la mencionada estatua o suscripciones a alguno de sus periódicos.

Fuente de la imagen: Wikimedia commons

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