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¿Cómo, cuándo y dónde será sepultada la monarca del Reino Unido?


La reina Isabel II será enterrada el lunes en una ceremonia privada en el castillo de Windsor, desveló este jueves la Casa Real, mientras miles y miles de personas desfilaban sin cesar por su capilla ardiente en Londres tras superar una cola de varios kilómetros. La muerte de la monarca a los 96 años, hace justo una semana, puso fin al reinado más largo de la historia del Reino Unido, 70 años. Su vida merece “un homenaje adecuado”, explicó Edward Fitzalan-Howard, duque de Norfolk, la persona que lleva dos décadas preparando el funeral.

“El respeto, la admiración y el afecto que se profesaba a la reina hacen que nuestra tarea sea (…) un honor y una gran responsabilidad”, añadió en un encuentro informativo con la prensa.

La monarca recibirá sepultura en privado en una capilla familiar de la iglesia de San Jorge el lunes a las 19:30 horas (18:30 GMT), en el castillo de Windsor, la gran residencia real al oeste de Londres, tras un servicio funerario. La reina se reunirá en esa capilla con su padre Jorge VI, su marido Felipe de Edimburgo, su madre Isabel y su hermana Margarita

ABADÍA LONDINENSE

Antes, por la mañana, más de 100 dignatarios y otras personalidades asistirán, en la abadía londinense de Westminster, al mayor funeral que ha vivido el país desde la muerte del primer ministro Winston Churchill en 1965. Con la presencia del presidente estadounidense Joe Biden, el brasileño Jair Bolsonaro, el francés Emmanuel Macron. Así como el turco Recep Tayyip Erdogan, el rey de España, Felipe VI, su padre Juan Carlos I. Todos los monarcas de Europa, el emperador japonés Naruhito, el primer ministro canadiense Justin Trudeau, y otros muchos jefes de Estado y de gobierno.

Tras el servicio religioso, el féretro de Isabel II recorrerá las calles de Londres en un cortejo fúnebre que acabará en el arco de Wellington, en el parque Hyde Park, desde donde partirá a Windsor. En otro de los hitos de la despedida, el viernes por la tarde, sus hijos, encabezados por su primogénito, el rey Carlos III, velarán el féretro de la monarca en lo que se conoce como “la vigilia de los príncipes”.

EL ÚLTIMO ADIÓS A LA MONARCA DEL REINO UNIDO

Entre tanto, el féretro con los restos de la reina permanecía desde el miércoles en Westminster Hall. La parte más antigua del Parlamento, una sala majestuosa del siglo XI que es el embrión institucional del Reino Unido.

Miles y miles de personas desfilaron ante ella tras horas de espera en una cola que a media tarde superaba los seis kilómetros. Rindiendo tributo a la única reina que la mayoría conoció, y a una figura que gozó del raro privilegio del afecto casi unánime de su país.

La cola avanzaba fluidamente y una veintena de sillas de camping se amontonaban a la entrada del Parlamento, abandonadas por quienes habían conseguido entrar. El féretro está cubierto con el estandarte real, la corona imperial y su cetro, con velas en cada esquina.

Un grupo de guardias en uniforme ceremonial están apostados alrededor del catafalco constantemente, una tarea presumiblemente agotadora que hizo que uno de ellos se desmayase la pasada noche.

El ministro de Defens, Ben Wallace, miembro de la Real Compañía de Arqueros, hizo un turno de guardia. La londinense Rupa Jones, de 43 años, que hizo siete horas de cola con su tía para ver a la reina, dijo a la AFP que la experiencia fue “sobrecogedora”.

FAMA DE IRASCIBLE

Harvey, un contable de 50 años, describió como una experiencia “increíblemente emocionante” pasar ante Isabel II, y dijo que mucha gente lloraba “pero en silencio total”. Nadie saldrá de la visita con un selfi, porque el uso de celulares está prohibido en el interior del recinto.

Entre tanto, Carlos III vivía este jueves su primer día sin compromisos oficiales desde que murió su madre. Pasará el día en su residencia campestre de Highgrove, tras unos primeros días de reinado que han dejado algún episodio de mal genio.

Así, unas imágenes le mostraban el martes perdiendo los nervios con una pluma. Utilizada para firmar en un libro de honor y que parecía perder tinta. “¡Oh, dios, lo odio! (…) No puedo soportar esa maldita cosa”, exclamó el rey, alimentando una cierta fama de irascible. N

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