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Con los respiradores, panacea para tratar el Covid-19, no es suficiente: hay un problema con el gas

El monitor de un respirador, en un hospital de Francia. (Photo by BERTRAND GUAY / AFP) (Photo by BERTRAND GUAY/AFP via Getty Images)
El monitor de un respirador, en un hospital de Francia. (Photo by BERTRAND GUAY / AFP) (Photo by BERTRAND GUAY/AFP via Getty Images)

Desde que se inició la crisis del Covid-19 hemos aprendido a emplear términos que antes no significaban nada para nosotros: EPIS, mascarillas FFP2, aplanar la curva, cloroquina, intensivistas, distanciamiento social, y especialmente una palabra que nos provoca pesadillas: respiradores. No tenemos muy claro cómo funcionan estos dispositivos, pero sabemos que pueden suponer la diferencia entre vivir y morir si tenemos la desgracia de acabar en una UCI y desarrollar una pulmonía grave que inunde nuestros pulmones.

Sin embargo poco se habla de una clase de insumo sin cuya aplicación los famosos respiradores son simplemente artilugios inútiles. Esos bienes a los que refiero, los sedantes y los fármacos necesarios para entubar con garantías a un paciente, también escasean de forma alarmante, como acaban de percibir dolorosamente en Estados Unidos. Nosotros, en Europa, ya éramos conscientes de las mermas en la existencias de unos fármacos, cuya demanda acaba de dispararse a nivel global a causa del Covid-19.

En Nueva York, donde la cifra de fallecidos se ha desbordado, las autoridades estatales habían hecho un pedido de 17.000 ventiladores al gobierno federal, que nunca llegó. Le prensa norteamericana recoge como los diferentes estados pelean entre sí por el escaso material sanitario y ponen trabas a su circulación. La escena nos es tristemente familiar a los europeos. Y volviendo sobre los respiradores, etiquetados por Phil Murphy (gobernador del estado de New Jersey) en twitter como “el artículo más necesitado ahora mismo”, lo cierto es que para su aplicación en pacientes son necesarios medicamentos como: el fentanilo (un opioide), el midazolam (un inductor de la sedación), el propofol (un anestésico), e incluso bloqueadores neuromusculares (que relajan los músculos en inhiben las contracciones).

Sin toda esta batería de químicos, de los que ahora hay escasez debido al aumento inesperado de la demanda, los respiradores serían inútiles. Imagina una flota de coches a tu disposición pero ni una gota de gasolina y entenderás el problema.

En los pacientes de Covid-19 en estado grave, el sistema inmunológico lucha contra la infección provocando en el proceso que los pulmones se llenen de fluido. Llegado este punto los pacientes son incapaces de respirar por sus propios medios por lo que los doctores les conectan a un ventilador, sin cuyo bombeo automático de oxígeno llegaría la muerte de forma angustiosa.

Pero ese proceso, el de entubar a un paciente, no puede realizarse con el infectado en estado consciente. Nuestro instinto nos llevaría a cerrar la tráquea ante la presencia de un objeto extraño. Es un reflejo humano. Por ello los pacientes deben entrar en sedación profunda cuando se les entuba, y deben permanecer sedados mientras luchan contra la enfermedad, lo cual en el caso del Covid-19 puede suponer tres o más semanas. Sin esos fármacos antes mencionados, la experiencia sería agonizante.

Aún en el hipotético caso de que Trump consiguiese los 40.000 respiradores extras que necesita Nueva York, encontrar un suministro de todos los fármacos necesarios para que puedan emplearse de forma segura no va a ser fácil.

En primer lugar, la mayoría de los fármacos llegan de China o de la India, hablamos de hasta un 80% del volumen empleado en los hospitales estadounidenses. Curioso dato, sobre todo si pensamos en lema electoral del inquilino de la casa blanca: “America first”.

En segundo lugar, no son fáciles de conseguir ni siquiera en “tiempos normales”. De hecho antes de que comenzara el Covid-19 buena parte de los hospitales de los Estados Unidos no conseguían nunca la cantidad que solicitaban. Todo lo más alcanzaban el 95% de sus requerimientos.

La FDA (el organismo federal que regula los alimentos y los fármacos) siempre ha tenido dificultades para asegurar el suministro. Las razones son varias. Nadie sabe exactamente cuántas existencias hay de cada fármaco, ni cuál es la producción habitual. ¿Las razones? Bien, cada farmacéutica maneja esos datos de forma secreta para no dar pistas a la competencia. Y esa ausencia de cifras llega también a la FDA.

Luego están los problemas inherentes al comercio internacional de estos productos, que deben pasar férreos controles de calidad, seguridad, etc. Además, está el problema de la producción de fármacos genéricos, aquellos en los que el margen de beneficio es muy bajo. Algunos de estos compuestos, de importancia crucial, se producen en las instalaciones de un grupo muy reducido de empresas (las grandes farmaceúticas ya no los consideran interesantes comercialmente) de modo que si una de estas tiene que emprender - por ejemplo - reparaciones en sus fábricas, las que quedan no tienen suficiente capacidad como para compensar el hueco.

Hasta ahora, buena parte de estas empresas hacían la planificación productiva en función a los pedidos recibidos en años anteriores. ¿Resultado? Ninguna contó con la posible irrupción de una pandemia que hiciera añicos sus previsiones al aumentar de pronto la demanda en más de un 50%.

Entonces ¿por qué no poner a otras farmacéuticas a producirlos ya mismo? Podéis pensar. Bien, tampoco es tan sencillo. La mayoría de esos fármacos se dispensan por vía intravenosa, es decir son inyectables, lo cual hace su producción mucho más compleja que las clásicas tabletas. Además, una vez producidas deben almacenarse durante 21 días debido al proceso de esterilización.

Y como ya decía antes, no es que Estados Unidos compita en solitario por esos fármacos. Medio planeta está haciendo pedidos similares, y algunos países comenzaron a lidiar con el coronavirus hace ya bastantes semanas, por lo que les llevan la delantera a los norteamericanos.

¿Resumiendo? Si tienes la desgracia de acabar en la UCI necesitando la asistencia de un respirador, piensa que por sí solo no servirá de nada. Esa es otra de las razones por la que es tan necesario aplanar la curva de contagios quedándonos en casa. Solo así daremos tiempo a los médicos para evitar el colapso de los hospitales. Y en el proceso también daremos tiempo a los fabricantes de respiradores (y a los de sedantes) para que el suministro se adecue a la demanda.

Me enteré leyendo Vox.com

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