¿Por qué los niños se están librando de los peores efectos del coronavirus?

Una familia china camina por el aeropuerto protegida con mascarillas. (Imagen Creative Commons vista en health.mil).
Una familia china camina por el aeropuerto protegida con mascarillas. (Imagen Creative Commons vista en health.mil).

Hace unas horas, tras superar los mil muertos, la OMS ha declarado al coronavirus como “enemigo público número 1 del mundo”. El número de contagiados contabilizado por las autoridades chinas supera los 40.000 y sin embargo hay un dato que llama poderosamente la atención en cuanto a la edad de los infectados y fallecidos. Según un informe publicado en la revista JAMA (Journal of the American Medical Association) la edad media de los pacientes en este brote de la así llamada 2019-nCoV, oscila entre los 49 y 56 años. ¿Cómo es posible que los niños parezcan estar librándose del azote de este coronavirus?

Bien, según los doctores, es probable que también haya muchos niños infectados, pero por alguna razón sus síntomas son tan moderados que pasan desapercibidos. Este patrón ya se observó en otras epidemias como la del SARS (síndrome respiratorio agudo severo) de 2003, en la cual tampoco hubo víctimas infantiles, y con el MERS (síndrome respiratorio de oriente medio) de 2012.

¿Por qué ocurre esto? No está del todo claro, pero lo cierto es que algo así sucede con más enfermedades infecciosas, desde las familiares sarampión y varicela (que se superan con facilidad en la infancia pero que pueden ser gravísimas en la edad adulta), hasta las antes citadas MERS y SARS. Como curiosidad ilustrativa de lo que comento, la probabilidad de que un adulto muera por sarampión es 25 veces mayor que la de un niño. Lo mismo sucede con la gripe, enfermedad que mata a los adultos 10 veces más que a los niños.

En opinión de los doctores, es probable que existan diferencias en la respuesta inmunológica de los niños, en comparación con la de los adultos, que tengan que ver con el sistema inmunitario innato (o inespecífico), que es el conjunto de barreras biológicas con el que venimos al mundo y que constituye nuestra primera línea de defensa. Se sabe que la respuesta inmune innata, que responde de forma inmediata ante la presencia de invasores, tiende a ser más activa.

A diferencia del sistema inmmunitario adaptativo, el innato no confiere inmunidad a largo plazo. Para una defensa “con memoria” precisamos del sistema adaptativo, el cual aprende a reconocer a los patógenos específicos. Este proceso es más lento, ya que se necesita un proceso de adaptación (de ahí su nombre), razón por la que los niños tardan un tiempo en tenerlo “configurado”. Tal vez por eso los infantes, cuyo sistema inmunológico es menos sofisticado pero más robusto, desarrollen síntomas menos severos a pesar de infectarse con el coronavirus igual que los adultos.

Además, los sistemas respiratorios de los niños están menos “machacados” por la contaminación o el tabaquismo, debido a que han estado menos tiempo expuestos a los malos humos. Y tampoco debemos olvidar que los adultos son más susceptibles al coronavirus de Wuhan porque su estado de salud tiende a ser peor.

A menudo que se envejece aumenta la probabilidad de padecer afecciones de salud crónicas, como problemas coronarios, diabetes, presión arterial alta, e incluso obesidad. Todos estos factores disminuyen la capacidad de enfrentarse a los patógenos infecciosos.

Ya veis, los niños no solo vienen al mundo con un pan debajo del brazo, sino con un sistema inmunológico mejor preparado para enfrentarse a los coronavirus.

Me enteré leyendo LiveScience.

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