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Coronavirus: con vallas y "toque de sirena", Roque Pérez se cierra para evitar la pandemia

"Cuando se toca la sirena no queda nadie en la calle. Nadie. En todo el pueblo". El que habla es Ramón Pierini, el jefe de los bomberos de Roque Pérez, una de las primeras ciudades de la provincia de Buenos Aires que resolvió cerrar sus accesos para evitar el ingreso del coronavirus.

A una semana del inicio de la cuarentena, la fisonomía de esta ciudad tranquila, de 10.000 habitantes, cambió por completo: los pocos vecinos que salen de su casa cubren sus caras con barbijos y guantes descartables.

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En Roque Pérez no hay personas infectadas con coronavirus. Hubo apenas dos casos sospechosos. Uno ya dio negativo y se festejó en cadenas de WhatsApp. Otras 19 personas están aisladas por prevención, sin síntomas de la enfermedad.

El hospital Ramón Carrillo es municipal y tiene pocas camas. Y está pegado al asilo de ancianos. La mayoría de los aislados preventivos cumple con la cuarentena en sus casas.

El encierro tiene su costo: las verdulerías empiezan a cerrar por falta de vegetales y frutas frescas: ya nadie quiere ir al mercado central. Y hay gente de los suburbios que empieza a pasar hambre. "Nosotros andamos con la camioneta de bomberos mañana, tarde y noche explicando a la gente que se tiene que guardar. Y hacen caso. Pero la gente de escasos recursos la está pasando muy mal. Viene gente a pedir comida al cuartel de bomberos", dice Pierini.

Ante la pandemia, la ciudad situada a 135 kilómetros de Buenos Aires cerró filas detrás de una causa común: sobrevivir a la peste que acecha. El intendente Juan Carlos Gasparini (Frente para la Victoria) tiene el apoyo de su acérrimo adversario para cuidar que no entre el virus. "Roque Pérez fue el primero que cerró todos los accesos. Se está manejando bien la crisis", dice Juancho Cravero (Juntos por el Cambio), que perdió las elecciones por solo ocho votos.

La grieta política por ahora quedó de lado. Hay una causa común. "Acá se decidió que para salir a la calle hay que ir con barbijo y guantes", relató Cravero, sin criticar a quien fue su rival. "Y como no alcanzaban, se resolvió con solidaridad: la gente compra friselina, la dona y tres costureras fabrican barbijos para los hospitales, las fuerzas de seguridad, para los bomberos y para quien los necesite".

Hecho a mano

Yoly Alnanese es una de las tres costureras que trabajan gratis para cuidar a sus vecinos. "Yo quería ayudar y publiqué por Facebook que iba a hacer barbijos- relata la mujer que antes, en el mismo taller, cortaba y confeccionaba ropa-. Mas o menos corto 1500 barbijos por día."

Yoly se despierta a las 5 de la mañana para ir a su taller y cortar hasta el toque de sirena. A los 55 años vive sola con su mamá de 80. "Por ahí no comemos para seguir cortando barbijos", afirma. "Sigo con la máquina. Sigo y sigo para terminar."

"Hay gente que me trae friselina. Gente que me trae dinero: diez o cien pesos. Lo que puede cada uno. El pueblo se están portando bien", afirma.

A Yoly se le corta la voz por las lágrimas. "Colapsa todo. Tenemos que cuidarnos entre todos. Hay días que trabajo llorando. Es lindo ver como la gente colabora. La gente viene y espera afuera: hace filas con respeto, me deja el dinero, la tela. Hay que ponerle el pecho", sostiene.

Hoy Yoly ya entregó 50 barbijos. Otras dos modistas, Mariela Marra y Verónica Rodríguez, también cortan a destajo: entre las tres proveen a todos los habitantes de la ciudad. Es que hace tiempo no se consiguen los cubre bocas comerciales, como los llaman acá.

Accesos cortados

Todos en Roque Pérez se adaptaron a las nuevas reglas. El comisario Sebastián Pichirilo afirma que después de la sirena nadie más sale a la calle. Por ahora suena a las 21. Desde la semana que viene podría sonar más temprano, a las 19. "Hubo algunos pocos que quisieron salir de la ciudad pese a que están cortados los accesos y se les hicieron las actuaciones legales correspondientes", afirma Pichirilo.

De los cuatro accesos de Roque Pérez hay uno solo abierto, con estricto control las 24 horas. Es el ingreso principal, por la ruta 205. Allí solo entran camiones que llevan comida o artículos de primera necesidad. Entran y vuelven a salir. "El tema de los barbijos lo solucionaron los vecinos, pero alcohol ya no se consigue", cuenta Fito Mondinelli, dueño de uno de los supermercados más grande del lugar.

"Se cortó la cadena de pagos y se cree que va a ser peor porque no hay entrada de dinero entre los que hacen changas o trabajan de manera particular. Más pasa el tiempo, más lo vamos a sufrir. Pero se piensa en la salud", sostiene Pablo Simoncin, el dueño de la pollería más grande de la ciudad.

La advertencia de Kicillof

El intendente "Chinchu" Gasparini, que vive en una casa alquilada cerca de la municipalidad, sale poco ahora porque tiene problemas de salud. Desde allí organiza las entregas de alimentos para los sectores postergados. El alcalde sabe lo que es pasar hambre. Huérfano, él mismo se crío en la calle.

Ahora Gasparini supervisa las entregas de comida, para que no falte. Distribuyen 90 bolsones de viandas por día. Además reparten viandas en el campo. "Vamos a ver a la gente que trabaja en negro y no le dan nada", sostiene Gasparini. "Les damos comida y remedios a quien lo necesita", expresó. "No va a quedar una familia en Roque Pérez sin comer. La directora de Acción Social y la Directora de Salud salen por los barrios. Estamos bastante bien,repartimos bolsones hasta la noche. La gente está atendida. Estamos comprando mercadería por si se pone más difícil", dijo el alcalde.

"Nosotros nos anticipamos al aislamiento. No entra ni sale nadie. Cerramos los accesos con tierra. Somos inflexibles. Patrullamos de noche y de día. Hay que tomar decisiones, aunque a muchos no les guste", dice, en contradicción con el gobierno provincial, que pide a los alcaldes actuar acode a las directivas del Poder Ejecutivo Nacional. Según el gobierno provincial, los intendentes no tienen competencia para cerrar la circulación del tránsito.

"Acá todos andan con barbijos. Al toque de sirena no anda ni Dios", cuenta Gasparini. Él también está en cuarentena. Solo la interrumpió para ir a dar ánimos a los recolectores de residuos, a los que la municipalidad equipó con trajes de seguridad para evitar contagios.