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Coronavirus: qué es el teatro de la desinfección y por qué da sensación de seguridad

WASHINGTON (The Washington Post).- No hace falta ser científico para darse cuenta de que los guantes que tiene puestos Steve Hasegawa no hacen nada para protegerlo a él ni a nadie del Covid-19. No son los guantes descartables de látex que antes usaba el personal médico y ahora usan hasta las cajeras. Los de Hasegawa son un par para bicicleta, viejos y con agujeros.

"No me hago ilusiones", dice el hombre de 50 años, vecino de Oakland, California. "Sé perfectamente que yendo al supermercado con unos guantes de bicicleta todos rotos no me estoy cuidando más ni menos."

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Y sin embargo, se los puso.

"El otro día probé de dejarlos en casa y me di cuenta de que no cambia nada, pero me sentía un poco desnudo, no sé, me hizo sentir mal."

Mal para él, pero peor para los demás, porque para eso están los guantes: "Los guantes son como una señal de que soy de las personas que se cuida, ¿se entiende?", dice Hasegawa. "En cierto sentido, es performativo."

Nadie toca nada y todos limpian todo. A pesar de los informes iniciales que advertían que el nuevo coronavirus puede contagiarse a través de superficies contaminadas, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos han dicho con toda claridad que el virus se transmite básicamente de persona a persona, a través de la respiración, el habla, los gritos y el canto. Si bien es posible contraer Covid por tocar un picaporte o un paquete, es una posibilidad remota y "se cree que no es la principal forma en que se propaga el virus", dice la agencia, que de todos modos sigue recomendando desinfectar las superficies de contacto frecuente.

Sin embargo, a seis meses de iniciada la pandemia, los estadounidenses parecen querer salvarse a fuerza de lavandina: limpian las pelotas de fútbol y las reposeras, tocan la pantalla del cajero automático con "herramientas táctiles" y guantes, y rocían con alcohol el paquete de papas fritas.

A pesar de los informes iniciales que advertían que el nuevo coronavirus puede contagiarse a través de superficies contaminadas, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos han dicho con toda claridad que el virus se transmite básicamente de persona a persona, a través de la respiración, el habla, los gritos y el canto

Todo bastante inofensivo, siempre y cuando esos productos sean usados de manera segura, pero las medidas más importantes para evitar contraer el virus sigue siendo usar barbijo, mantener 2 metros de distanciamiento social, y evitar los espacios cerrados con gente.

Hay cosas que hacemos para mantenernos a salvo y hay cosas que hacemos por si acaso. Solo para estar seguros. ¿Qué mal puede hacer?

Concepto

El concepto de "teatro de seguridad" se generalizó después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 para describir todas las medidas contra el terrorismo que, al final, no lograron frenarlo en absoluto, como obligar a las madres a desechar las mamaderas con leche materna en los puntos de control de los aeropuertos o chequeos aleatorios de bolsos en el subte, todas medidas que no frustraron ningún ataque. Todo ese espectáculo parecía parte integral de la idea, quién sabe, tal vez incluso la principal.

Y con la pandemia ese espectáculo estrenó una secuela y un nuevo término: "Teatro de la desinfección".

"El problema no son las superficies", dice Emanuel Goldman, profesor de microbiología en la Escuela de Medicina de la Universidad Rutgers, Nueva Jersey. "Se exceden con la desinfección de superficies, y ese exceso genera en la gente una falsa sensación de seguridad, cuando lo que realmente deberían estar haciendo es concentrarse en la principal vía de contagio, que es la respiración".

El concepto de "teatro de seguridad" se generalizó después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 para describir todas las medidas contra el terrorismo que, al final, no lograron frenarlo en absoluto

Entre las medidas que Goldman considera "teatrales" está, por ejemplo, la decisión de la Autoridad de Transporte Metropolitano de Nueva York de cerrar todas las noches la red de subtes desde la 1 hasta las 5 para realizar una limpieza profunda, un gasto extra que a fin de año habrá alcanzado los $500 millones, según la revista Politico. En otros países, hay ciudades que rociaron desinfectantes al aire libre, en las plazas públicas, que es donde estamos más seguros. Y un escenario particularmente irritante del "teatro de la desinfección" es el "túnel sanitizante", que rocía a las personas que lo atraviesan con una niebla de productos químicos. Para un equipo de científicos que publica en la revista Public Health, esos túneles son "un derroche de recursos escasos".

"Caminar a través de una fina niebla durante unos segundos no creo que cambie nada, y si tiene algún beneficio, es ínfimo", dice Peter Raynor, profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Minnesota.

Cautela

El teatro de la desinfección es real, pero mejor no cuestionarlo. Al menos eso piensan quienes entienden tanto la amenaza real del virus como la prevalencia de la negación y la desinformación sobre esa amenaza. ¿Por qué criticar al extracauteloso, al que se cuida el doble?

Goldman los entiende. Y también sabe lo suficiente como para leer con ojos crítico los informes sobre el coronavirus que vive en los "fómites", término científico para los objetos y superficies que podrían transmitir enfermedades. En la revista médica The Lancet, Goldman argumenta que los experimentos anteriores se basaron en concentraciones de virus que "tienen poca semejanza con escenarios de la vida real". "No estoy en contra de pecar de exceso de cautela, pero podemos llegar a extremos que los datos científicos no justifican".

De todos modos, con Covid o sin Covid, toda esa lavandina no es en vano.

Algunas empresas ya están dando de baja algunas de las medidas más laboriosas que habían implementado al principio de la pandemia. Southwest Airlines anunció que ya no desinfectará los cinturones de seguridad antes del abordaje, una medida que reducirá el tiempo que los aviones pasan en tierra entre vuelos. Y el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), donde se encuentran las oficinas del propio Anthony S. Fauci, ya no realiza controles de temperatura en la puerta de ingreso.

"Hemos descubierto en los NIH que es mucho mejor preguntarles a las personas cuando entran y ahorrar tiempo, porque las tomas de temperatura son sumamente inexactas", dijo Fauci recientemente.

Preocupación

Pero hay empresas en todo el mundo que están invirtiendo en termómetros infrarrojos y redoblando la limpieza, lo que preocupa a algunos expertos, porque esas medidas pueden tener más que ver con hacer que las personas se sientan seguras que con hacer lo necesario para garantizar su seguridad. Si la mesa se ve limpia, es más probable que las personas bajen la guardia sobre las medidas preventivas que realmente importan. Y si nadie tiene fiebre, pueden pensar que está bien sentarse un poco más cerca.

"Esas medidas pueden hacernos creer que tenemos control sobre lo que pasa", dice Raynor.

Y hay mucha demanda de ese tipo de seguridad. En un informe a sus clientes, la consultora Deloitte insta a las empresas a realizar limpiezas frecuentes y visibles, como una forma de generar confianza en el consumidor. "La decisión es exhibir la desinfección como parte de la norma", dice Anthony Capozzoli, cuyo título oficial en Restaurant Associates, una empresa concesionaria de restaurantes de instituciones y museos, es "Jefe de Seguridad de Covid-19".

En realidad, la enorme cantidad de limpieza que estamos haciendo ahora solo sirve para ilustrar lo poco que hacíamos antes

Capozzoli sabe que lo más importante es la ventilación y el distanciamiento, temas que la empresa también está abordando. Para los clientes, "existe un delicado y necesario equilibrio entre la seguridad percibida y la seguridad real" de cualquier medida que se adopte, dice Capozzoli. "Creo que este nivel de limpieza llegó para quedarse".

Un régimen de desinfección llamativamente minucioso, como limpiar las manijas de las puertas cada 30 minutos, podría reforzar la idea de lo más preocupante es el contagio por superficie, cuando en realidad no es así.

Hábitos

De todos modos, con Covid o sin Covid, toda esa lavandina no es en vano.

"Muchos de los virus que provocan gastroenteritis, esos espantosos episodios estomacales que suelen darse en invierno, se transmiten por superficie", dice Susy Hota, investigadora clínica especializada en control de infecciones en el Instituto de Investigación del Hospital General de Toronto.

En realidad, la enorme cantidad de limpieza que estamos haciendo ahora solo sirve para ilustrar lo poco que hacíamos antes.

"El concepto de lavarse las manos tendría que estar instalado desde siempre", dice Hota. "Tal vez lo único positivo de esta pandemia sea que estamos criando a una generación de niños que crecerán sabiendo que la norma es esta."

El teatro de la desinfección surgió de la confusión de los primeros días de la pandemia. Los expertos creían de buena fe que los objetos y las superficies eran vectores de transmisión y nos alentaron a limpiar a fondo todo lo que llegaba de la calle, mientras le restaban importancia al barbijo. Y cuando ese conocimiento se revirtió, los nuevos hábitos, como la desinfección de los alimentos, ya se habían instalado.

"Es muy fácil criticar a las personas y 'psicologizarlas', pero creo que la mayoría de la gente está haciendo lo mejor que puede", dice Baruch Fischhoff, profesor de la Universidad Carnegie Mellon y experto en psicología del riesgo. "Y están siendo lamentablemente defraudados tanto por los gobiernos como por la industria. Culpar a la gente por sus fobias es exculpar a las instituciones."

Y hablando de la industria, en los últimos meses las empresas han empezado a vender dispositivos llamados "herramientas táctiles": pequeños ganchos que permiten abrir puertas sin tocar el picaporte, presionar botones y firmar recibos electrónicos sin usar las manos.

Como verán, el Teatro de la Desinfección tiene su propia utilería. Después de usarla, sin embargo, también hay que lavarla.

(Traducción de Jaime Arrambide)