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Coronavirus: el potencial impacto diplomático (y comercial) de la crisis provocada por la epidemia de coronavirus

El presidente chino Xi Jinping inspecciona el trabajo de prevención del coronavirus en Pekín.
El gobierno de Xi Jinping ha sido acusado de responder lento al brote de coronavirus.

Mientras China intenta contener la propagación de la epidemia, el impacto inmediato de la crisis del coronavirus ya se hace patente.

Los gobiernos cuyos ciudadanos en el exterior han quedado atrapados en las zonas de contagio se debaten entre la repatriación y el aislamiento de aquellos que, de regreso a casa, podrían ser portadores del virus.

Algunos países han cerrado sus fronteras al ingreso de ciudadanos chinos. Y, en algunos lugares, ha habido -quizá de forma inevitable- una desagradable e injusta estigmatización de China y de los chinos.

El impacto económico de la crisis también es evidente. Pero es imposible saber cuánto se extenderá esta situación y prever sus repercusiones para Pekín. Todo depende de cómo se desarrolle la epidemia.

¿Impacto duradero?

Como destaca Bonnie Glaser, directora del Proyecto sobre el poder de China del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIC, por sus siglas en inglés): "el impacto sobre la percepción de (el presidente) Xi Jinping en el país y en el exterior dependerá de la duración del virus y de su impacto en la economía de China)".

"Si el Partido Comunista de China controla la propagación de la epidemia y pone fin a la crisis, pocas personas en China seguirán criticando al partido por su lenta respuesta inicial y por sus intentos para ocultar el brote", señala.

Punto de control en Pekín.
Los puntos de control se han vuelto comunes en Pekín.

Glaser me dice que muchos países que han buscado financiamiento en Pekín como parte de la Nueva Ruta de la Seda lo seguirán haciendo.

"Van a seguir requiriendo préstamos de China para proyectos de infraestructura, dado que no hay otras fuentes de financiamiento", apunta.

Pero, ¿cuál puede ser el impacto duradero de la crisis?¿Hasta qué punto podría cambiar la percepción existente sobre China, sobre Xi Jinping y sobre la dirección en la que este ha enrumbado el país?

¿Cómo podría esta crisis afectar la relación clave entre Pekín y Washington? Y, ante los claros síntomas de una "guerra fría" tecnológica en desarrollo entre ambos -la batalla por la tecnología 5G y por la inteligencia artificial-, ¿podrían las tensiones derivadas de esta crisis del coronavirus empeorar las cosas?

Veamos primero qué nos dice esta crisis sobre China.

Dos narrativas

Elizabeth Economy, directora de Estudios de Asia del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, un centro de estudios con sede en Washington), dice que dentro de China hay dos narrativas distintas.

Gente con mascarillas pasando al lado de retratos de Xi Jinping y de Mao Zedong.
El Partido Comunista Chino ha enfrentado inusuales críticas dentro del mismo país.

"La primera, que ya está siendo transmitida a través del cuerpo diplomático de China es que el país ha tomado medidas extraordinarias para contener el virus, tanto por el beneficio de su pueblo y como un regalo para el resto del mundo", explica.

Según ellos, estas acciones "son posibles por el particular modelo autoritario de China".

Pero existe una segunda narrativa según la cual "China perdió un tiempo muy valioso en atender la crisis debido a su sistema político y a su decisión de silenciar a las voces independientes", dice Economy.

"Además, bajo Xi Jinping, los funcionarios locales se han vuelto más temerosos de reconocer que las cosas no marchan bien. Esto también ha dificultado tener una respuesta eficaz", agrega.

Como observadora experimentada de China, Elizabeth Economy me dijo que lo que le parecía especialmente preocupante es que "incluso tras la muerte del doctor Li Wenliang, el Partido Comunista sigue persiguiendo a las voces independientes".

Doctor Li Wenliang en la cama de un hospital.
El doctor Li Wenliang publicó una foto de sí mismo en redes sociales el 31 de enero. Al día siguiente fue diagnosticado con coronavirus.

Li fue visto por muchos en China como un soplón y por otros, como un héroe. Fue el hombre que por primera vez alertó sobre la amenaza que suponía el brote del nuevo coronavirus en Wuhan. Él mismo murió víctima de la enfermedad.

Pero, ¿cuál es la visión que el resto del mundo tiene sobre lo que ocurre?

Peso en la economía global

Elizabeth Economy dice que no cree que el coronavirus cambiará la imagen del gobierno de China y que, más bien, "alimentará las creencias preestablecidas".

"Los partidarios destacarán la impresionante movilización de recursos, mientras los detractores pondrán el foco sobre la falta de transparencia y su preocupación por la inexactitud de la información china", opina.

En el frente económico, sin embargo, el impacto podría ser significativo, incluso con solo poner de relieve cosas que ya sabemos.

La pandemia ha subrayado el peso de China en la economía global y en la importancia de contar con redes de suministro diversificadas.

Según Economy, "quizás esto va a estimular a más empresas a no colocar demasiado el peso de su manufactura en China o a no depender demasiado de su mercado interno".

Durante una reciente conferencia de seguridad a la que asistí en Múnich, la sombra del coronavirus y su posible impacto en la relación a mediano y largo plazo entre Washington y Pekín eclipsó gran parte del debate.

Síntomas del nuevo coronavirus
Síntomas del nuevo coronavirus

Ian Bremmer, fundador de Eurasia Group, una consultora especializada en riesgo geopolítico, me dijo que esta crisis tenía potencial para redibujar de una forma significativa la relación de negocios entre China y Estados Unidos, aunque no exactamente por las razones que muchos pueden pensar.

Acuerdos comerciales

"Las empresas estadounidenses llevan tiempo pensando en reducir la exposición de su cadena de suministro a China, dado el aumento de las hostilidades comerciales, además de que la fuerza laboral china es cada vez más costosa e ineficiente", me dijo.

Con el coronavirus, "las empresas estadounidenses pueden tener ahora la excusa que necesitaban para hacer esa jugada. Obviamente, es un ejemplo extremo, pero es una posibilidad muy real en la medida en la que el coronavirus siga causando caos".

Bremmer argumenta que como mínimo, "el coronavirus hamuy improbable que China sea capaz de cumplir con la 'Fase uno' del acuerdo comercial que recién firmó con EE.UU., lo que intensificaría más aún la tendencia hacia la desvinculación entre EE.UU. y China".

Glaser coincide en que China tendrá dificultades para cumplir con los compromisos que hizo en la "Fase uno", pero cree que "EE.UU. probablemente se lo deje pasar".

"Con la vista puesta en su reelección, el presidente Trump celebrará su logro y buscará mantener las buenas relaciones con Xi, al tiempo que prometerá hacer más avances en la 'Fase dos'", apunta.

En este punto se ve la intersección crucial entre economía, diplomacia y política interna en la relación entre Washington y Pekín. Pero la prominencia o el peso relativo de cada factor varía dependiendo de las circunstancias.

Donald Trump
Por ahora, Donald Trump no se muestra muy duro con China con respecto al coronavirus, debido a que la enfermedad no ha golpeado de manera significativa a EE.UU.

Como destaca Bremmer, "por ahora, Trump ha sido muy optimista sobre el manejo que hace el presidente Xi Jinping de la situación". Sin embargo, advierte, "eso es mayormente el resultado de que Estados Unidos ha estado relativamente protegido de la crisis del coronavirus".

Todo esto, argumenta Bremmer, podría cambiar con facilidad.

"Hostilidad bipartidista"

"Si el coronavirus comienza a tener un impacto real en EE.UU. -y nada menos que durante un año electoral- es más probable que veamos al presidente Trump tomar una postura mucho más agresiva ante Xi. Y esto no será una simple retórica vacía", dice.

"Dada la línea dura bipartidista que ya existe ante China en EE.UU. estos días, una decisión de Trump para volverse en contra de Xi tendría un verdadero impacto en la relación entre las dos únicas superpotencias económicas del mundo", agrega.

Esta hostilidad bipartidista hacia China quedó claramente en evidencia en la conferencia de Múnich.

La presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, encabezó una gran delegación del Congreso y habló abiertamente contra los chinos, especialmente en lo que respecta a la rivalidad tecnológica.

Pero para mí no se trataba solo de negocios o tecnología. Había un claro elemento ideológico en el debate.

Mark Esper, secretario de Defensa de EE.UU., prefirió referirse a las acciones del "Partido Comunista Chino" en lugar de "China".

Imagen microscópica del coronavirus
¿Logrará China contener la epidemia?

Por lo tanto, la crisis del coronavirus tiene el potencial de empeorar dramáticamente el clima ya deteriorado entre Washington y Pekín.

Esto podría tener consecuencias mucho más amplias, sobre todo para los europeos (o de hecho para los aliados asiáticos de Washington), que quedarán atrapados en el medio.

"¿Guerra fría de alta tecnología?"

Le pregunté a Bremmer si lo que vimos en Múnich (por parte de Nancy Pelosi, el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el secretario de Defensa, Esper) equivalía a la declaración de una nueva "guerra fría de alta tecnología" global entre EE.UU. y China.

"Casi", fue su respuesta.

Pero enfatizó que a los europeos no les interesaba quedar atrapados en medio de este conflicto.

"De hecho", señaló, "es la primera vez en la relación transatlántica que ha visto a los estadounidenses y los europeos en un desacuerdo sobre cuáles deberían ser sus principales preocupaciones de seguridad nacional".

Esto a su vez podría tener un profundo impacto en la relación ya algo tensa entre EE.UU. y algunos de sus socios de la OTAN.

"Por mucho que los estadounidenses se estén preparando para una 'guerra fría' frente a China en tecnología", me dijo Bremmer,"en este momento parece cada vez más una 'guerra fría' bilateral en vez de una global".

"Y a medida que los estadounidenses comienzan a pivotar hacia Asia en materia de seguridad y los europeos no, también parece probable que haya aguas aún más agitadas para la relación transatlántica", agregó.


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