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Coronavirus. Peter Maurer: "La pandemia puso en primer plano formas nuevas y positivas de cooperación internacional"

Si le preguntan a Peter Maurer, lo más parecido a lo que vivimos hoy acaso sea la Europa de la segunda posguerra mundial. "1944 es quizás nuestro 2020", dice el presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja. Por eso, dice, "debemos pensar qué debe suceder para transformar la sociedad de una manera que la haga más duradera, más resistente y más sostenible".

Suizo y diplomático, Maurer traza un balance entre lo malo y lo bueno de estos tiempos. Por eso alerta sobre los ataques que padecen los trabajadores de la salud, del mismo modo que le preocupa "el impacto social de lo que vendrá". Porque, remarca, "la injusticia y el sentimiento de exclusión han sido siempre factores críticos de la violencia en los últimos años y se agravarán en el futuro". Pero también confía en que "saldremos de lo peor", con nuevas y mejores formas de cooperación internacional que permitan afrontar los desafíos globales.

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"Debemos aprovechar la pandemia como una oportunidad para hacer las cosas mejor que antes", invita Maurer, quien basa su esperanza en lo que ha visto y palpado en algunas de las zonas más castigadas del planeta, como Libia. "Ver la fuerza de estas comunidades ayudándose a sí mismas... En medio de la nada, ves surgir tiendas. La gente toma su destino en sus propias manos", dice a LA NACION.

-¿Qué es lo que más le preocupa durante la pandemia?

-La complicación adicional que significó todo esto para las poblaciones más pobres que normalmente están bajo nuestro foco. Pero yendo más allá, describiría dos o tres puntos ejes. Por un lado, se trata de un problema de salud que ha afectado a muchos países de maneras muy diferentes. Curiosamente, no son los países más pobres los que más han sido afectados en lo sanitario. La Argentina, por ejemplo, no es el país más pobre del mundo, pero ha sido muy afectado por la pandemia. Por eso puedo decirle que al principio casi nos sentimos aliviados cuando vimos que la salud no se convirtió en la mayor preocupación en regiones como el Cuerno de África, el Medio Oriente o América Central, Afganistán o Venezuela, donde temíamos que se convirtiera en una situación riesgosa de grandes proporciones. Pero enseguida nos dimos cuenta de que el impacto secundario de la pandemia en términos económicos, pérdidas de puestos de trabajo, cierre de las economías, tenía un impacto especialmente negativo en el sector informal, entre los más pobres, y empezó a ser incluso peor que el de salud.

-¿Cómo es eso?

-Es algo que no vimos antes. Porque como organización humanitaria hemos lidiado con pandemias durante décadas, pero siempre logramos contener su impacto. El ébola, por ejemplo, afectó a un par de países pero pudimos contener la situación. Pero esta vez, nos enfrentamos a un problema global que ha disparado el número de personas afectadas. A eso se suma que, debido a la gran visibilidad de la pandemia vemos más violencia contra los trabajadores de la salud que nunca. Por un lado, porque la competencia por el acceso al sistema sanitario en situaciones de tensión social conduce a un aumento de violencia. En América Latina, por ejemplo, no tenemos una guerra abierta, pero registramos un nivel muy alto de violencia contra los trabajadores de la salud, con más de 600 ataques serios en lo que va del año. Y si miro hacia delante, esperamos ansiosamente las vacunas y el desarrollo de mejores tratamientos, pero me preocupa que las injusticias de nuestro sistema internacional se traduzcan en un acceso desigual a esas vacunas. Le recuerdo, por ejemplo, que 66 millones de personas viven en territorios controlados por grupos no estatales en estos momentos. Así que esas personas tendrán un desafío adicional en cuanto a accesibilidad y precio de las vacunas solo porque están atrapadas en medio de guerras. Y nos preocupa mucho también que la comunidad internacional se está centrando tanto en la pandemia que se olvida de todos los demás problemas. La gente no muere solo por Covid. Muere a causa de la malaria, el cólera, las enfermedades no transmisibles y enfermedades crónicas, incluso en las sociedades más industrializadas. Ahora, después de seis meses de luchar contra la pandemia, vemos que hay otros desafíos.

-Aludió a los ataques contra el personal médico, la infraestructura sanitaria y los pacientes. ¿Cómo se explica eso? ¿Miedo? ¿Ignorancia?

-Hay muchas razones. Viniendo de América Latina sabe bien que la violencia está penetrando el tejido social y no se detiene frente a los trabajadores de la salud. Además, cuando un tema sanitario recibe mucha atención política, si tienes un problema y quieres visibilidad, atacas donde más cuenta, donde recibes la mayor atención, donde más puedes golpear a civiles, donde la sociedad es más frágil. Por eso hemos visto que en contextos de guerra, hospitales, clínicas y ambulancias se convierten en parte del campo de batalla en lugar de ser un área especialmente protegida, como está previsto en las Convenciones de Ginebra. Así que hemos trabajado mucho durante los últimos años para capacitar al personal sanitario sobre qué hacer frente a un ataque. Y le aclaro que esa violencia contra los trabajadores de la salud no es un problema propio de los países en conflicto o donde hay escasez de recursos y mayor competencia por acceder a los servicios médicos. Sucede incluso en sociedades educadas y desarrolladas. Puede adoptar diferentes formas y formatos. Es realmente una de las grandes transgresiones del consenso normativo que la comunidad internacional había establecido en las Convenciones de Ginebra, que se está desmoronando.

-Eso es fuerte. ¿Eso es lo que más le preocupa pensando más allá de la pandemia, en los próximos cinco años o alguna otra tendencia?

-La deuda que han acumulado los Estados para estabilizar o mantener a salvo sus economías. Ahora lidiamos con enormes montones de deuda que tendrán su gran impacto en los próximos años. Porque cualquiera que sea la medida que se tome, ya sea que se pague esa deuda o se negocien quitas, alguien pagará el costo. Y me preocupa el impacto social de lo que vendrá. También estoy realmente preocupado por la división que observo en las sociedades. La pandemia parece unificadora, a primera vista, porque todo el mundo está preocupado. Pero no todos están preocupados de la misma forma. Hemos visto cómo la sociedad se distancia a causa de la pandemia. Y recuerde que la injusticia y el sentimiento de exclusión han sido siempre factores críticos de la violencia en los últimos años y se agravarán en el futuro, cuando las primeras oleadas de esta pandemia global hayan desaparecido. Me preocupa el impacto que eso tendrán en las brechas sociales, en las dinámicas de conflicto, en el desempleo, en que los jóvenes se sientan incluso más excluidos que en el pasado. Y eso, en momentos en que no haya dinero disponible para dar un apoyo político que estabilice la comunidad. De hecho, ya lo estamos viendo como actores humanitarios porque los Estados se vuelven muy cautelosos para financiar nuestras actividades. Han gastado el dinero en otras cosas. Y creo que esta presión social aumentará a medida que se incrementen las necesidades y no haya recursos disponibles para afrontar a la dinámica de conflicto social, económico y social que puede resultar de todo esto.

-¿Hay entonces algún margen para ser optimistas?

-¿Qué me da esperanza? La enorme capacidad de recuperación y fuerza que muestran las comunidades para hacer frente a los acontecimientos adversos. Suelo apoyarme un poquito en el contacto directo con las comunidades y las personas afectadas en las muchas partes del mundo en que operamos y me sentí alentado, realmente conmovido, cuando visité el otro día la línea del frente en Trípoli, Libia. Eran decenas de miles de personas desplazadas, con sus casas destrozadas, con dificultades para acceder a los servicios sociales, a medicamentos, a la educación, a mejores perspectivas económicas, y aun así ver la fuerza de estas comunidades ayudándose a sí mismas... En medio de la nada, ves surgir tiendas. La gente toma su destino en sus propias manos. Esto es lo que me motiva, sinceramente, y es lo que nos motiva en la Cruz Roja a hacer lo mejor. Ahí es donde reside mi esperanza cuando miro el sistema internacional y las desigualdades económicas y sociales. Tengo mucha más esperanza cuando miro la capacidad de recuperación de las personas, su talento para ayudarse a sí mismas. Me dan fuerzas para buscar un apoyo político más generoso para esas comunidades. Del mismo modo, también he visto que la pandemia puso en primer plano formas nuevas y positivas de cooperación internacional. Vemos a la ciencia, la economía, las organizaciones internacionales y a los Estados cooperando en nuevas formas. Tal vez estemos ante un nuevo tipo de cooperación multilateral emergente, que permita encontrar vacunas, tratamientos médicos y tecnología que permita contener la pandemia. Por eso debemos ser conscientes de que todo esto no se materializará si no le damos apoyo a las hay personas que realmente pueden aprovechar estas oportunidades para el bien de todos.

-¿Cuál es su mensaje para los argentinos y latinoamericanos que ahora están siendo más golpeados por Covid?

-Mi mensaje es de esperanza. Saldremos de lo peor y hay una perspectiva de recuperación económica. Cuando miro a Europa, me sorprende positivamente ver que hoy, a pesar de todas las dificultades, su economía se recupera mucho más rápido de lo que se temía. No hay ninguna razón por la que Argentina no se recupere muy pronto si la situación pandémica se estabiliza. También existe la esperanza de que con las vacunas, los mejores tratamientos médicos y la trazabilidad de los contagios, la normalidad pueda volver antes. Y también hay conciencia en el sistema internacional de que los países necesitan apoyo. Veo en el Banco Mundial, en el Fondo Monetario y en la Unión Europea, en los actores internacionales y en los actores empresariales un reconocimiento de los problemas que afrontamos a medida que salimos de la pandemia. Y en el caso de la Argentina. ¿Sabes? La Cruz Roja ha trabajado durante los últimos años para resolver el problema de los soldados desaparecidos en las islas durante la guerra [de 1982]. Nos anima ver las habilidades, la resiliencia de su sociedad, su perseverancia, y no hay razón para pensar que la Argentina no pueda en un año estar en una situación mucho mejor. Pero como todos los demás, necesitará paciencia y un desarrollo favorable en la región. Porque un solo país no puede hacer frente a los problemas de salud.

-¿Hay alguna lección en particular que haya aprendido durante esta crisis global?

-Mira, no hubiéramos tenido una entrevista por Skype o Zoom hace seis meses. Hemos aprendido que se puede trabajar en una combinación virtual y física diferente. No creo que nada vaya a reemplazar al contacto personal en el futuro. Pero hemos aprendido que es posible un comportamiento más respetuoso con el medio ambiente en nuestros lugares de trabajo. Tal vez el clima sea el gran beneficiado de la pandemia, porque le hemos dado un respiro a la naturaleza. Debemos aprovecharlo como una oportunidad para hacer las cosas mejor que antes. Porque no nos engañemos: muchas cosas, desde la economía global hasta nuestros trabajos en la oficina han tenido un impacto demasiado negativo en el medio ambiente. Esa diría que es mi gran conclusión positiva.

-¿Hay alguna pregunta que no le planteé y le gustaría responder?

-[Piensa durante unos segundos] Quizás querría resaltar que la organización que presido tiene más de 160 años. Y estoy muy orgulloso de que hoy haya tantos trabajadores humanitarios en la primera línea trabajando incansablemente para apoyar a otras personas. Quiero rendirles homenaje a los voluntarios, a los jóvenes, a los que llevan comida a los ancianos, a los que ayudan en los hospitales, a los que están en la primera línea del conflicto y la violencia y no temen brindar su apoyo a la gente. Quiero homenajear al humanitarismo en la vanguardia, porque estoy profundamente impresionado. Y si miro hacia atrás, a estos últimos seis meses, me impresiona que esta organización haya continuado con el 85 por ciento de toda su superficie operativa en funcionamiento a pesar de la pandemia, sentando las bases humanitarias para trabajar con las personas que más se han visto afectadas. Estoy muy orgulloso de que tantos voluntarios y jóvenes tan dedicados. Eso.

Biografía

Nacido en Suiza, en 1956, estudió Historia y Derecho en la Universidad de Berna, y completó su doctorado en Derecho Internacional.

En 1987 ingresó al servicio diplomático de Suiza; en 2004 asumió al frente de la Misión Permanente de la Confederación Helvética ante las Naciones Unidas (ONU)

Tras liderar la Comisión de la ONU para la Consolidación de la Paz en Burundi en 2009, en 2010 asumió como canciller suizo para, dos años después, ser electo presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja

Receptor de múltiples premios, reconocimientos y doctorados honoris causae, desde 2014 integra la junta directiva del Foro Económico Mundial

Recomendación para aprovechar el tiempo

-Dado que millones de argentinos deben permanecer en sus casas desde hace meses, ¿qué libros, películas, música u otra actividad les recomienda para distraerse o "aprovechar" el tiempo? ¿Qué hace usted en su tiempo libre?

-El otro día, redescubrí un libro en la biblioteca de mi casa que un científico húngaro llamado Victor Polani publicó en 1944: La Gran Transformación. Allí describe los grandes cambios que se produjeron durante el siglo XX, con la Segunda Guerra Mundial y la recuperación posterior. Es un libro esperanzador para leer durante la pandemia. Porque cuando miras hacia atrás, 1944 es quizás nuestro 2020. Debemos pensar qué debe suceder para transformar la sociedad de una manera que la haga más duradera, más resistente y más sostenible. En cuanto a mi tiempo libre, me gusta mucho ir a la montaña, estar en sintonía con la naturaleza. Me gusta hacer deporte. Corro todas las mañanas. Y, por supuesto, espero con ansias el momento en que la vida cultural esté realmente emergiendo. Porque puedo sobrevivir un par de meses sin ver una obra de teatro, sin ir a un concierto, pero cómo lo extraño. Espero con ansias que resurja la vida cultural.