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Coronavirus. Niall Ferguson: "Los cierres totales son una muy mala idea, y la Argentina es el país que menos puede tolerar un crecimiento negativo"

Niall Ferguson: "Los cierres totales son una muy mala idea, y la Argentina es el país que menos puede tolerar un crecimiento negativo"

El historiador escocés Niall Ferguson tiene un mensaje, dos certezas y una hipótesis que transmitir. El mensaje del hoy catedrático de la Universidad de Stanford: "Cada día de cierre total, la Argentina ahonda el pozo en que se encuentra".

Las certezas del también exprofesor de Harvard y Oxford: que "la Segunda Guerra Fría ha comenzado" es la primera. Y que "este será un shock económico más grande que cualquiera ocurrido durante la Guerra Fría" que dividió al mundo durante la segunda mitad del siglo XX, es la otra.

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Y la hipótesis del autor de La guerra del mundo y Civilización, entre otros libros: "No podemos descartar el peligro de una guerra porque sabemos que tomó diez años ir del crac de Wall Street, en 1929, al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Y si ahora todo está ocurriendo 12 veces más rápido, ¿por qué deberíamos descartar que en diez meses entremos en la Tercera Guerra Mundial? Jamás hubo una oportunidad mejor para los chinos y los rusos para desafiar a Estados Unidos que ahora".

Conservador, de derechas y polemista, Ferguson sabe que sus palabras levantan polvareda. Viene de protagonizar una gran controversia por sus críticas contra Pekín por "encubrir" lo que ocurrió en Wuhan y permitir que continuaran los vuelos desde y hacia China. Pero en diálogo con LA NACION desde Montana, donde pasa lo peor de la epidemia en Estados Unidos junto a su familia, prefiere concentrarse en otro eje: la deuda soberana. Porque está convencido de que "habrá múltiples defaults", pero que la situación argentina es especial.

"Los cierres totales son una muy mala idea. Están destruyendo las economías. Y de todos los países, el que menos puede tolerar un crecimiento negativo es la Argentina", dice, para luego insistir con sus críticas a la decisión que tomaron la Argentina, el Reino Unido y tantos otros países: "El cierre de los países es una suerte de extraño experimento de autoinmolación".

-¿Qué le dice en términos comparativos históricos el muy distinto impacto generacional que parece mostrar esta pandemia?

-Para empezar, la enfermedad es mucho más dañina con las personas mayores de 65 años, acaso 60, así que no resulta claro por qué algunos países cerraron sus economías por completo y aplicaron las mismas restricciones para todos cuando claramente los más jóvenes están mucho menos en riesgo. Pueden transportar el virus, sí, pero no parecen enfermarse en números relevantes, salvo que arrastren alguna otra condición. Un abordaje lógico hubiera sido proteger a los grupos vulnerables y dejar que el resto siguiera con sus vidas. Segundo, su impacto varía mucho según los grupos sociales. Yo puedo trabajar tan fácilmente desde Montana como desde mi oficina en Stanford. Pero quienes integran la clase trabajadora, que no pueden trabajar desde sus casas, afrontan el dilema de quedarse desempleados o correr el riesgo de infectarse. Luego tenemos su muy distinto impacto por grupos étnicos. Algunas minorías en el Reino Unido y Estados Unidos registran un impacto más alto que la población blanca. Y esto nos lleva a una realidad: las pandemias no tratan a todos por igual y el Covid-19 está discriminando de una manera muy particular: la mayoría de las pandemias a lo largo de la historia mató a los muy ancianos y a los muy jóvenes. Ocurrió en 1918/1919 y en 1957. Esta vez tenemos la suerte de que nuestros hijos estén, en cierto modo, a salvo. Deberíamos estar en condiciones de desarrollar políticas públicas que protejan a los mayores y permitan a los más jóvenes seguir con sus vidas. Cuanto antes lo hagamos, será mejor para todos porque esta situación económica es insostenible.

-Alude la situación económica y lo invito a dar otro paso. Basado en sus conocimientos, ¿puede esta pandemia afectar de manera decisiva el orden global?

-¿Qué ordenamiento global? Debo habérmelo perdido [risas]. Esa es una de esas cosas sobre las que hablan los profesores y me pregunto sobre qué hablan. ¿Qué tipo de "ordenamiento global" permite que un Estado de partido único encubra un virus muy contagioso para evitar que la Organización Mundial de la Salud alerte al resto del mundo, para que después su líder [Xi Jinping] se presente ante esa misma organización para decir que China va a salvar el mundo? Si eso es parte de un "orden mundial", no quiero ver cómo sería un mundo desordenado... La idea de que teníamos un ordenamiento mundial que de algún modo se trastornó es una ilusión bastante generalizada. Hubo algo parecido a un orden mundial que se llamó "Guerra Fría", cuando el mundo se dividió básicamente en dos grandes campos, y terminó entre 1989 y 1991, cuando colapsó la Unión Soviética. Desde entonces tenemos lo que sería mejor que llamáramos desorden global. Mire la Unión Europea. Es un ejemplo interesante de una organización internacional que dice que propugna la integración del continente, pero cuando la cosa se puso realmente fea entre febrero y marzo no fluyó mucha ayuda hacia Italia desde los otros países europeos y les tomó hasta hace unos días comprender que debían emitir bonos para recaudar fondos y enviarlos a las regiones más afectadas. No hay tal cosa como un "orden global". Por eso planteo que la Segunda Guerra Fría ha comenzado. Si queremos un orden global, eso es lo más cercano que estamos.

-Le recuerdo que durante la Guerra Fría tuvimos una suerte de contención recíproca entre Estados Unidos y la Unión Soviética. ¿Dónde está Washington ahora?

-Empecemos por aclarar que pensar la Guerra Fría como algo estable es una ilusión retrospectiva. La Tercera Guerra Mundial estuvo a punto de comenzar varias veces, con el episodio más obvio en Cuba, en 1962, pero también en 1983, y los soviéticos intentaron en repetidas ocasiones expandirse por América Central o África. Así que lejos estuvo de ser un equilibro estable. Ahora Estados Unidos debe asumir las implicancias del desafío chino. Pero como ocurrió a fines de los años 40, algunos estadounidenses prefieren mirar para otro lado e inclinarse por el aislacionismo, mientras que otros parecen dispuestos a asumir el desafío.

-Usted también plantea la posibilidad de que esta crisis sea mucho peor que la de 2008. Si es así, ¿puede semejante colapso modificar todos nuestros parámetros comparativos?

-Sí. Este será un shock económico más grande que cualquiera ocurrido durante la Guerra Fría. Más que mirar a 2008, es probable que se asemeje a la Gran Depresión, pero acelerada. Imagine lo que ocurrió entre 1929 y 1932, pero 12 veces más rápido. Así que lo que tomó un año en aquel entonces ocurre ahora en un mes. Vamos a tener un desempleo del 25% en Estados Unidos y la situación se verá tan mal como en 1932. La realidad es que la economía norteamericana no rebotará como en recesiones anteriores y este será un shock más grande. Y olvídese de un rebote en forma de "V", sino algo más parecido al símbolo de Nike, una forma agradable de decir que habrá una caída muy abrupta y una recuperación muy lenta. Por todo esto, creo que la situación económica no tiene precedentes.

-Deténgase ahí. Siendo un historiador y si, como usted plantea, no existen antecedentes de este tipo, ¿cómo puede entonces esbozar un análisis?

-Bueno... [Sonríe] Los únicos que podemos utilizar la expresión "sin precedente" somos nosotros, los historiadores. ¡Porque sabemos que es así en vez de solo suponerlo! [risas]. Esto es algo único, claramente. Hubo muchas pandemias en el pasado, pero nunca decidimos cerrar la economía para contener una enfermedad infecciosa. Eso jamás ocurrió. Así que esto es una suerte de extraño experimento de autoinmolación. ¿Y qué puede hacer un historiador? Puede afirmar que lo más parecido a esto es la Gran Depresión, pero ocurriendo 12 veces más rápido. Y, por tanto, deberíamos esperar que ocurran las consecuencias de la Gran Depresión, pero también 12 veces más rápido. ¿Qué significa eso? Si miramos los años '30...

-Fascismo...

-[Asiente] Movimientos políticos extremistas, crisis de regímenes y, en última instancia, una guerra. Y por eso cuando la gente me pregunta por qué insisto con la idea de una Segunda Guerra Fría les respondo si recuerdan cuál era la alternativa a una Guerra Fría... ¡Es una Tercera Guerra Mundial, con Estados Unidos y China en una verdadera guerra! No podemos descartarlo. Christian Brose acaba de publicar un libro, The Kill Chain, en el que expone que Estados Unidos no tiene un plan bélico para un conflicto sobre Taiwán o en el Mar de China. Los "juegos de guerra" siempre le dan mal. Así que no podemos descartar el peligro de una guerra porque sabemos que tomó diez años ir del crack de Wall Street, en 1929, al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Y si ahora todo está ocurriendo 12 veces más rápido, ¿por qué deberíamos descartar que en diez meses entremos en la Tercera Guerra Mundial? Jamás hubo una oportunidad mejor para los chinos y los rusos para desafiar a Estados Unidos que ahora. El país no está en orden, la economía frenada, muy dividido políticamente y encaminándose a una elección con, probablemente, un resultado muy disputado, así que continuar en esta suerte de Segunda Guerra Fría sería un muy buen resultado porque la alternativa sería una guerra caliente. No digo que sea una certeza, pero tampoco deberíamos descartarla. Recuerde también que el gobierno chino se encuentra en una posición de debilidad más clara de lo que los países occidentales parecen comprender. Su economía crece más lento que en tiempos de Deng Xiaoping y la tasa de desempleo llegará a su nivel más alto en treinta o cuarenta años. No son buenas noticias para un Estado de partido único. Así que la pregunta es cuál será su reacción para encontrar una solución a sus problemas. Si [Vladimir] Putin no está pensando en todo esto, me sorprendería.

-Durante la Guerra Fría hubo una carrera armamentística, pero también esfuerzos de diplomacia "blanda" como US Aid que llevaron ayuda a las regiones más pobres de África, Asia o América Latina. ¿Puede ahora darse algo similar?

-Algo de eso ya está en marcha entre Estados Unidos y China, con sus gobiernos compitiendo por ver cuál se asemeja más a Santa Claus [risas]. Pero ese no es el tema aquí; es la deuda. Habrá múltiples defaults. Usted es de la Argentina y no tengo que explicarle sobre defaults. Pero la Argentina tendrá muchos "colegas" en esto de lidiar con los acreedores. Ecuador, Zambia, entre los primeros, pero la lista se expandirá. Lo interesante es que China es el principal acreedor de muchas de estas economías emergentes y es la primera vez que los chinos afrontan una crisis de la deuda. Será interesante ver cómo lidian con eso. El FMI y el Banco Mundial probablemente buscarán un tratamiento generoso para los países endeudados, los acreedores plantearán que quieren que les devuelvan su dinero y quizá la situación económica mundial torne más fácil la negociación de la deuda. Quizá.

-¿Hay alguna pregunta que no le planteé y usted quisiera responder?

-[Calla durante unos segundos] Qué podría hacer la Argentina ante esta pandemia es una pregunta que podría haberme planteado y que es parte de otra más general sobre qué deberían hacer todos los países. Los cierres totales son una muy mala idea. Están destruyendo sus economías. Y de todos los países, el que menos puede tolerar un crecimiento negativo es la Argentina. Es una estrategia inviable y no están claros sus beneficios. Sus costos económicos sí, pero sus beneficios sanitarios, no. Los estudios muestran que el distanciamiento social que adoptan los ciudadanos una vez que están bien informados sobre el Covid-19 es suficiente para contener su propagación. ¡No necesitamos cerrar la economía para contener la propagación de ese virus! Solo necesitamos saber quién es vulnerable, testear, rastrear a los contagiados y promover el distanciamiento social para adaptarnos de una manera bastante fácil a una forma de vida que limite la difusión del virus sin destruir la economía. Esto debe asumirse cuanto antes porque cada día de cierre total, la Argentina ahonda el pozo en que se encuentra.

Biografía

Nacido en Glasgow, Escocia, en 1964, Niall Ferguson estudió historia en la Universidad de Oxford, donde también se doctoró en filosofíaProfesor de la Universidad de Stanford, antes dio clases en las universidades de Harvard, Cambridge, London School of Economics y Oxford, ganó múltiples premios y recibió varios doctorados honoris causaReconocido como uno de los intelectuales más influyentes del mundo por diversas publicaciones, es autor de numerosos libros, entre los que se destacan Coloso, La guerra del mundo, El triunfo del dinero y Civilización

Recomendación para aprovechar el tiempo

-Dado que millones de argentinos están confinados en sus casas desde hace meses debido a la cuarentena, ¿qué les recomienda leer, mirar o escuchar sea para distraerse o para "aprovechar" el tiempo? ¿Qué hace usted en su tiempo libre?

-Creo que esta cuarentena nos da una oportunidad para leer que deberíamos aprovechar. Como sociedad estamos perdiendo la habilidad de leer libros extensos. Lo veo claramente entre los más jóvenes. Aprovechemos la oportunidad para recobrar el arte de las largas lecturas. En mi caso he estado leyendo un par de escritores que aliento a sus lectores a que los lean también. Margaret Atwood escribió una trilogía asombrosa sobre una pandemia, MaddAddam. Es una escritora brillante, con un sentido del humor muy especial que realmente vale la pena leer, con todo tipo de comentarios profundos sobre el medio ambiente y los riesgos de la ingeniería genética. Esos tres libros son brillantes y merecen ser tan conocidos como su libro El cuento de la criada. Y hay un autor ruso, Yevgeny Zamyatin, que no es tan conocido, pero que durante el período soviético escribió un libro increíble, Nosotros. Es la más brillante versión distópica de una sociedad vigilada y sirvió de inspiración para 1984 de George Orwell, aunque el de Zamyatin es más profundo y penetrante. Lo leí el año pasado y ahora estoy leyendo sus textos breves. Un escritor maravilloso cuya carrera fue destruida por [Josef] Stalin, por supuesto. Y otro libro que recomiendo es El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien. Ahora intento persuadir a mi mujer para que lo lea porque creo que es la obra de un genio. Es uno de los libros más influyentes del siglo XX. El libro está muy bellamente escrito y contiene un mensaje muy profundo sobre la historia y la condición humana.