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Coronavirus: las tres mujeres que sacaron adelante a la Unión Europea

PARÍS.- Los europeos les deben la reacción del bloque frente a la epidemia de coronavirus. Ursula von der Leyen, Christine Lagarde y Angela Merkel, fueron capaces de imprimir una inesperada dinámica a la Unión Europea (UE) durante una de las peores crisis de su historia y probablemente lo sigan haciendo durante los próximos meses.

A la hora del balance, ¿cuáles serán las personalidades que serán recordadas en este momento de la historia en que, golpeada por un virus desconocido, Europa fue capaz de proyectarse hacia el futuro con un plan de reactivación masivo y solidario para enfrentar el desastre económico y social provocado por una pandemia devastadora?

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La respuesta se resume a un trío: Christine Lagarde, Ursula von der Leyen y Angela Merkel. Tres mujeres de personalidades e historias muy diferentes pero que, cada una desde su puesto, supieron tomar las buenas decisiones en el momento justo.

Todos anunciaban el crepúsculo político de Angela Merkel. Agotada por 13 años de poder en Berlín, la decana de los dirigentes europeos había anunciado a fines de 2018 que renunciaba a presentarse para un quinto mandato de canciller, poniendo en órbita a su protegida, Annegret Kramp-Karrenbauer.

Salvo algún infatigable consejero de gobiernos europeos, nadie contaba ya con Merkel para reactivar la UE, agitada por profundas divergencias sobre la finalidad del proyecto europeo. En la cumbre del 27 de marzo, la "señora NO" del bloque había cerrado bruscamente los debates negándose a adherir a la idea de un instrumento que permitiera la mutualización de la deuda que le reclamaban nueve dirigentes del bloque, entre ellos Italia y España.

Por su parte, propulsada pocos meses antes a la presidencia de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen era tan novicia, como Merkel experimentada. La impopular ministra de Defensa alemana, impuesta al frente del ejecutivo europeo por los 27 jefes de Estado y de gobierno -sobre todo por Emmanuel Macron-, había obtenido un acuerdo dubitativo de los eurodiputados.

Christine Lagarde también era una perfecta outsider cuando fue propuesta (también) por Emmanuel Macron para dirigir el Banco Central Europeo (BCE). En nombre de la paridad en los puestos clave de las instituciones europeas, el hecho de que fuera una mujer tuvo su peso, aunque la ex ministra de Finanzas de Francia no había dirigido ningún banco central y tampoco era economista.

El casi decenio pasado al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI) en plena tempestad financiera del 2008 le confería cierta legitimidad. Pero también ella fue acogida con escepticismo, mientras los más generosos esperaban que "diera pruebas".

Sin embargo, fue Lagarde quien, después de un primer paso en falso, plantó la primera línea de defensa frente a la crisis. El 18 de marzo, la presidenta del BCE anunció el lanzamiento de un masivo plan de sostén a la economía. Su institución se comprometió a comprar en pocos meses un billón de euros de títulos de deuda pública y de empresas, entonces una estrategia aun más ambiciosa que la de la Reserva Federal de Estados Unidos. Objetivo: aliviar la presión sobre las tasas de interés y conjurar el riesgo de fragmentación de la zona euro.

"Tiempos extraordinarios requieren acciones extraordinarias", explicó. A comienzos de junio el BCE amplió el esfuerzo con 600.000 millones de euros suplementarios.

Fiel a su personalidad, Angela Merkel demoró cierto tiempo en reaccionar. Pero la canciller terminó tomando conciencia de que la inminente recesión terminaría por poner de rodillas a los países del sur de Europa y amenazar el mercado único. Presionada por el palacio del Elíseo para reaccionar, frenada por la Corte Suprema de Alemania, que puso en duda la legalidad de la acción del BCE, la canciller -prudente pero decidida, como siempre- terminó por fin rompiendo el tabú y aceptando el principio de la solidaridad financiera. Junto a Macron, propuso entonces ese fondo de reactivación de 500.000 millones de euros, obtenidos colectivamente por la Unión y redistribuido a los países más fragilizados por la pandemia a través del presupuesto europeo.

Ese cambio revolucionario de actitud de Angela Merkel, en vísperas de que su país asumiera el 1° de julio la presidencia rotativa de la UE, permitió a Ursula von der Leyen hacer su parte: llamó a los Estados miembros a cooperar, lanzó programas comunes de compra de material de protección y la primera reserva europea común de material médico de urgencia (rescEU).

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Cuando, en un gesto no tan solidario, París y Berlín decidieron bloquear las exportaciones nacionales de barbijos para evitar el agotamiento de sus reservas, con auténtica empatía Ursula von der Leyen presentó excusas públicas a los italianos, por las reacciones egoístas de los Estados miembros.

Tras el acuerdo franco-alemán del 18 de mayo, la Comisión pasó a la velocidad superior y propuso a su vez un colosal plan de reactivación, elevando el monto a 750.000 millones de euros. De esa forma, Von der Leyen plantó la base de una unión de la Salud -inexistente hasta ahora-, proponiendo al mismo tiempo poner al abrigo las industrias estratégicas europeas contra los depredadores extranjeros. También movilizó fondos para la investigación de una vacuna "disponible para todos¬".

A juicio del politólogo Roland Cayrol, "cada una desde su puesto, con auténtica discreción, las tres están en vías de demostrar el valor agregado de la Unión Europea, cuando avanza unida y movida por la misma ambición".