Coronavirus mata a exiliado cubano y su hijo, ambos médicos

LA HABANA (AP) — Hace casi medio siglo, el doctor Jorge Vallejo les dijo a sus compañeros de un hospital de La Habana que debía irse antes de su hora porque su hijo pequeño tenía fiebre. Era mentira.

Fue a su casa a empacar su ropa y poco después él, su esposa y sus dos hijos se subieron a una embarcación llamada “La Gaviota”. Antes de que amaneciese al día siguiente, los Vallejo y otras personas estaban cruzando el estrecho de la Florida y soportando una tormenta que los dejó varados en el mar.

Un guardacostas estadounidense los detectó y los remolcó hasta Cayo Hueso, donde Vallejo empezó otro capítulo en su vida, en Estados Unidos. Llegó a ser un prominente obstetra y ginecólogo de la comunidad cubana y patriarca de una familia de médicos.

“Corrió un gran riesgo”, dijo su hijo mayor, el doctor Jorge Vallejo Jr., quien durante su infancia escuchó relatos sobre la peligrosa travesía marina, con olas de hasta cuatro metros (12 pies). “Llegó con 100 dólares en sus bolsillos”.

Jorge hijo se recibió de psiquiatra geriátrico y su hermano menor, Carlos, de médico especializado en medicina general. Un tercer hijo nacido en Miami, Freddy, es dentista.

Vallejo, a quien sus hijos y nietos describen como un hombre de familia, fue hospitalizado con el coronavirus en junio, la noche previa al Día del Padre. Horas después, su hijo Carlos, quien había estado tratando a pacientes con el COVID-19, fue internado en otro hospital con problemas para respirar por el virus. Los dos fallecieron, a los 89 y 57 años respectivamente.

“Es el momento más doloroso de nuestras vidas”, dijo Jorge hijo.

Vallejo padre nació en Guantánamo el 12 de junio de 1931, estudió medicina y trabajó en el Hospital Calixto García de La Habana. No fue parte de la primera ola emigratoria que hubo tras la revolución castrista de 1959, en la que decenas de miles de personas se fueron por temor a ser perseguidos por razones políticas.

Después de la revolución, se casó con Gisela Vallejo, hija de un contador, y se instalaron en un edificio de departamentos con vistas al Malecón, según su hijo Jorge.

Vallejo se oponía a las radicales reformas económicas de la revolución, pero esperaba que fuesen algo temporal. Sin embargo, vio cómo aumentaban las tensiones con Estados Unidos después de que Washington impuso un embargo comercial.

Sus esperanzas se desvanecieron tras la fallida invasión de Bahía de los Cochinos en 1961 y la crisis de los misiles cubanos del año siguiente. El impasse nuclear de 13 días de 1962 interrumpió los vuelos entre los dos países. El tiempo pasaba y Castro seguía en el poder. Vallejos ya tenía dos hijos y empezó a planear su huida.

En 1965 su hermano consiguió pasajes en una vieja embarcación de la Armada anclada en Camarioca, una localidad al este de La Habana cuyo puerto estaba siendo reparado por las autoridades tras ver la cantidad de gente que arriesgaba su vida zarpando en precarias embarcaciones y balsas hacia Estados Unidos.

Las travesías en lanchas, no obstante, también eran peligrosas y fueron interrumpidas menos de un mes después de que los Vallejo llegasen a los cayos de la Florida.

Temporales, tripulaciones inexpertas y lanchas recargadas caracterizaron este período. Los peligros que enfrentaba la gente motivaron negociaciones entre La Habana y Washington al cabo de las cuales se autorizó a que miles de cubanos saliesen de la isla durante varios meses en vuelos costeados por el gobierno estadounidense.

Jorge Vallejo les contaba a sus hijos y nietos la historia de la tormenta que enfrentaron antes de ser rescatados por la Guardia Costera y remolcados a los cayos.

La familia se instaló en Hialeah, suburbio de Miami con una gran comunidad cubana, y Jorge empezó a trabajar como ayudante de cirujano. Estudió para revalidar su título y solicitó hacer una residencia en el Hospital Mount Sinai de Miami Beach.

Aprendió inglés, pero prefería hablar español, como la mayoría de sus pacientes. Su familia dice que atendió a celebridades como Celia Cruz, cuya canción “La vida es un carnaval” y su versión de “Guantanamera” eran sus favoritas.

Le gustaba lucir guayaberas, frecuentar los mismos restaurantes cubanos y charlar tomándose un café cubano.

“Yo le hacía un cafecito y él se sentaba y conversaba”, contó su nieto Freddy Vallejo. “Era un hombre muy tradicional”.

En 1992, Jorge Vallejo y su equipo asistieron en el parto de un bebé llamado Zascha, nacido prematuramente, a las 18 semanas, que durante un tiempo fue el bebé más prematuro en la historia de Estados Unidos. Pesaba solo 350 gramos (12,5 onzas). Vallejo le dijo a un periodista del Miami Herald que cuando tuvo a Zascha en sus brazos, “me sentí cerca de Dios”.

Mientras que Vallejo padre trabajó con los nacimientos, hasta jubilarse en el 2005, su hijo Carlos decidió asistir a quienes se acercaban a la muerte. Estudió en la República Dominicana y completó su residencia en Chicago.

Carlos Vallejo tuvo tres hijos con su esposa Lissette, una psiquiatra. El mayor estudia enfermería y los dos más jóvenes estudian medicina. La familia visitó las pirámides de Egipto y esquió en Suiza.

“Somos bendecidos”, dijo su hijo Charlie.

Carlos Vallejo estuvo en la primera línea de combate contra la pandemia, encabezando equipos médicos de tres geriátricos, cuyos residentes estuvieron aislados por meses. Cuando sus hijos le dijeron que podía contagiarse, él respondió que sus pacientes lo necesitaban.

“Sé que todo esto le preocupaba, pero mi padre era muy valiente”, dijo Charlie. “Iba con dos tapabocas, un protector facial y un delantal. Tomaba las manos de sus pacientes, les decía que mejorarían. Le importaban mucho sus pacientes”.

Jorge Vallejo fue hospitalizado el 20 de junio y Carlos a la mañana siguiente, en el Día del Padre. Jorge murió seis días después. La familia pensó que Carlos se recuperaría, pero falleció tras pasar 42 días internado.

“Mi padre fue un héroe”, dijo Charlie Vallejo, quien cursa el tercer año de medicina. “Dio la vida por los demás”.