Coronavirus: El impacto de las nuevas restricciones en los adolescentes según los expertos

En los consultorios piscológicos se ve un aumento de adolescentes con afecciones donde priman la tristeza, la angustia, la ansiedad, los problemas de conducta y vinculares
Alejandro Guyot

Del confinamiento estricto del invierno a la libertad del verano y de nuevo a la incertidumbre del otoño: los adolescentes lamentan no poder hacer juntadas en sus domicilios ni poder salir de noche. O mejor dicho hasta la madrugada. Algunos más respetuosos de las normas que otros, casi todos coinciden en que temen que las restricciones se sigan prolongando luego de un año duro de poca sociabilidad, que hasta aumentó la depresión adolescente. ¿Cómo impactarán las restricciones sociales en los seres más sociables?

Para Guillermo Thomas, Jefe de Sección Psicología Clínica Pediátrica del Hospital Italiano, las nuevas medidas restrictivas conllevan un impacto negativo en la emocionalidad de los y las adolescentes. “En una etapa donde lo esperable, y deseable, es comenzar a autonomizarse, salir del entorno familiar, conectarse con pares, socializar y divertirse, ellos perciben que ello se ha limitado o imposibilitado nuevamente”, explica.

Eso hizo que en la práctica diaria se vea hoy un aumento de adolescentes con afecciones donde priman la tristeza, la angustia, la ansiedad, los problemas de conducta y vinculares. “Es razonable que ellos y ellas se pregunten si tiene sentido volver a realizar el sacrificio”, reflexiona Thomas.

Esa misma palabra, sacrificio, usa Virginia Salvucci, una joven de 21 años, para describir su 2020. “Ahora siento frustración de tener que volver a marzo del año pasado y no poder ver a mis abuelos ni festejar fechas importantes. Es volver para atrás”, reflexiona la joven, que estudia ingeniería civil. Como también trabaja en una multinacional siente que pasa el día entero sentada en la computadora, porque sus clases universitarias son a distancia hasta nuevo aviso.

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“Soy consciente de que el grueso de la gente de mi edad sale a fiestas clandestinas, pero no es mi caso. Con mis amigos nos juntamos en casas al aire libre y respetamos el protocolo. Pero entiendo al resto, yo también estoy en mis veintes y tengo ganas de salir”, explica. “Siento que me estoy perdiendo una parte de mi vida que no se si voy a poder recuperarla”.

A Sofia Limpenny, que tiene 17 años y reside en Zona Norte, la posibilidad de juntarse al aire libre y de día no le basta luego de un año de restricciones. “Para nosotros las amistades son cruciales y no es lo mismo juntarse en un espacio público que en una casa. Considero que la privacidad es fundamental”, reclama la joven, que dice estar muy afectada por las medidas. “Personalmente, ya me harté de que me estén diciendo qué hacer: hace ya un año que el Gobierno está controlando y restringiendo nuestras libertades”, explica.

Para Thomas, no es fácil predecir cómo será el comportamiento ni las reacciones mayoritarias de los y las adolescentes frente a las nuevas medidas restrictivas. “No obstante, considero que no se replicará la conducta de hace un año, en la que el acatamiento de los y las adolescentes, al menos en CABA, fue considerable. Estaría bueno estimular diversas modalidad de “juntadas” que sean cuidadosas y adecuadas desde lo sanitario, pues no creo aplicable volver a reducir la posibilidad de encuentros y reuniones grupales a través de pantallas”, plantea.

Comportamientos sociales

Santiago Acosta, un joven de 22 años de Martínez, no sabe si ante esta nueva imposibilidad de salir de noche sus amigos volverán a jugar a Among Us, un juego por celulares en el que pueden participar de hasta diez personas y con el que se entretuvieron desde sus casas en los largos meses de cuarentena. Lo que sí sabe es que se acaba de cancelar el asado que pensaban comer mañana a la noche por el cumpleaños de uno de ellos. “Nos queremos matar”, resume. En su caso, no lo preocupa tanto perderse el programa, si no el miedo de que las restricciones se siguen alargando constantemente, como sucedió el año pasado. “Por ahora vamos a respetar las prohibiciones”, explica.

¿Tenderán a cumplir las restricciones los jóvenes o habrá tendencia a la rebeldía? Para Valeria LLobet, Doctora en psicología, profesora de la UNSAM e investigadora del CONICET, los comportamientos sociales en torno a la pandemia están muy atravesados por distintos ejes que tienen que ver con identidades políticas, el acceso a información de calidad o no y la situación y los recursos personales y familiares. “Que esos comportamientos se transformen en rebeldía depende de más cosas que el no acatamiento de una norma”, explica.

La especialista diferencia a quienes por falta de recursos económicos deben sortear algunas formas de confinamiento. “Quien necesita el peso a diario necesita salir, independientemente de las restricciones de transporte y de horarios. Entonces, el acatamiento no muy conflictivo implica contar con las posibilidades para transitarlo”. Para ellos faltarían apoyos económicos que los ayuden a transitar la cuarentena.

Llobet plantea que la comunicación pública debe alejarse del foco en el miedo. “Sabemos que el miedo no es un afecto que permita el manejo adecuado de la prevención. El miedo y las creencias sobre la pandemia, las vacunas, y demás no contribuyen al impacto de una política de prevención que sea capaz de guiar comportamientos”, explica.

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Delfina Ocampo, una estudiante de veterinaria de 20 años que vive entre Vicente López y Pilar, no se siente en desacuerdo con las medidas que restringen la circulación nocturna. “La verdad que no soy tan de salir de noche, y si se puede ir a restaurantes no me parece tan terrible”.

Ella no vivió un 2020 particularmente angustiante. “Para mí el virus nunca fue el problema porque creo que cuando más pensás y te maquinás, más te lo agarrás. Mi único miedo fue por mi papá, que tuvo coronavirus y se curó. Más allá de eso siempre me junté con gente, salí, fui a fiestas clandestinas y demás”.

Todo eso tendrá que esperar por unas semanas. Su postura por el momento: aprender a convivir con el virus y sin miedo.