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Coronavirus: Guillermo Guido cuenta cómo vivió estar varado en el crucero en el que trabaja

Por estas horas, el cantante Guillermo Guido termina de cumplir los catorce días de aislamiento en su casa, desde que bajó del crucero que lo acercó a la terminal Benito Quinquela Martin del puerto de Buenos Aires: "Por suerte, estamos muy bien. Ahora hay que continuar con la cuarentena y seguirse cuidando", reconoce a LA NACIÓN, sin ocultar su alegría. En tiempos de pandemia del coronavirus, es todo un motivo de celebración atravesar esas dos semanas sin síntomas. En su caso, no se trató de un viaje de placer, sino que, tal como lo viene haciendo desde hace casi dos décadas, durante seis meses de cada año ofrece sus conciertos a bordo de las naves de la compañía Italia MSC para un público cautivo que, según sus estadísticas, ya superó los 500.000 espectadores. "Estuvimos varados frente a la costa de Uruguay antes de ingresar al puerto. Llegamos a Buenos Aires, el martes 17 de marzo, con un día de atraso".

Coronavirus en Argentina: quiénes son los nuevos eximidos de cumplir la cuarentenaAnclado en Montevideo

No fue en París como reza el tango, pero si a algunos kilómetros de la costa uruguaya: "Se veía Montevideo, pero estábamos parados en el medio del Río de la Plata. Había que esperar la autorización para tocar un puerto, para regresar a Argentina, en medio del avance de la pandemia", recuerda el intérprete de tantas baladas que lo convirtieron en uno de los cantantes más populares del género en la década del ´80. Las horas se hicieron interminables, aunque el buen clima reinó dentro de la mole flotante: "La gente se portó muy bien, no hubo caos ni situaciones de alarma. Todo lo contrario. Fue como un día extra de esparcimiento, aunque todos sabían la gravedad de la situación". A pesar de la tranquilidad, Guido decidió brindar un concierto extra, una buena forma de sobrellevar la lógica inquietud de los pasajeros.

Todo el lunes 16, frente a Pocitos, se hizo largo. A pesar del buen ánimo de los pasajeros el trabajo de la tripulación por ofrecer contención, todos querían regresar a casa en medio de las noticias que sumaban dramatismo a la sensación de encierro. Ya con la noche sobre el río, la embarcación comenzó a moverse para acercarse al canal que conduce a Buenos Aires. "Llegamos a la mañana temprano, como siempre. A las 7.30 estábamos en el puerto, solo que con veinticuatro horas de demora". Lo que siguió fue engorroso, pero necesario, ineludible. Las autoridades sanitarias ingresaron al barco para evaluar el estado de salud de cada pasajero y la tripulación: "Nadie presentó síntomas de coronavirus. Nos tomaron la temperatura y, en algunos casos, la presión u otro tipo de observaciones que los médicos creían conveniente. Los pasajeros aguardaban la visita de los profesionales en sus camarotes", explica el cantante que, finalmente, pudo abandonar el barco con el comienzo de la noche: "Fue todo un día de observación. Había mucha gente así que el trabajo de los médicos requirió de varias horas". Solo la tripulación del buque estaba conformada por 1.500 personas. "A la mayoría nos revisaron en el teatro".

Cambio de planes

La pandemia que azota el mundo hizo que el cantante no solo tuviera que anticipar el fin de su temporada embarcado por la finalización momentánea de las operaciones de la compañía, sino que debió suspender su descanso en Europa: "Todos los años, luego de la temporada de trabajo, vamos con mi mujer en el barco hasta Venecia, y allí comenzamos nuestras vacaciones. Esta vez, teníamos sacados pasajes y hasta la reserva del departamento en Barcelona. Por suerte, el dinero del hospedaje lo pudimos recuperar", explica con la alegría de estar en casa sano y salvo, pero con la angustia de las vacaciones truncas. "Hace catorce días que no salimos a la calle, supongo que, luego de esta etapa obligatoria de no moverme de casa, iré hasta el supermercado chino a comprar comida para continuar con la cuarentena".

El cantante mantiene una rutina que divide su año en dos mitades: de mayo a octubre vive, junto Mirna, su mujer, en el barrio de Caballito. Aprovecha ese tiempo para estar con sus hijos trillizos, fruto de su matrimonio anterior, organizar proyectos, buscar nuevo repertorio y presentarse, los primeros sábados de cada mes, en La Bohemia, un escenario de Flores donde actúa para ese público que lo sigue desde los tiempos en los que actuaba en vivo en las maratones sabatinas de Badía y Cía. Luego de ese ciclo de conciertos mensuales capitalinos y de una grilla de shows privados, eventos y actuaciones en todo el país, cada noviembre, se embarca para comenzar a navegar, durante seis meses, por Latinoamérica y ofrecer sus espectáculos en los magníficos teatros de los barcos insignia de la compañía napolitana.

"No nos podemos quejar, estamos bien, en casa, y sanos. Ahora solo hay que respetar el aislamiento social obligatorio", reconoce el intérprete de la versión latina de El hombre del piano. Su futuro es incierto, acorde a las perplejidades que hoy dominan al mundo: "Cuando todo vuelva a cierta normalidad, debutaré con mis conciertos en La Bohemia y, en noviembre, volveremos a navegar. Pero todo dependerá de cómo avance esta pandemia y cuanto se demorará en superarla en el mundo entero. Me quedé sin el último viaje en crucero y sin las vacaciones, pero todo puede esperar. Estoy feliz de estar en casa. Estar sano me tranquilizó".