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Coronavirus: la cruda tapa de The New Yorker en homenaje a los delivery en una ciudad desierta

La pandemia de coronavirus es casi el único tema de conversación en el mundo. En Nueva York, la ciudad donde este virus golpea de manera singularmente brual, existe un tradicional medio de comunicación, la revista The New Yorker, que ha dedicado su última portada a resaltar, con crudeza y creatividad, la figura de los repartidores de comida, que continúan brindando su servicio escencial en el medio de una ciudad que parece fantasmal y desierta.

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"En Nueva York, especialmente, el encierro ha puesto de relieve cómo la vida en la ciudad depende de una serie de trabajadores esenciales, que siguen actuando durante la pandemia de coronavirus y que rara vez son reconocidos por sus contribuciones", dice en el sitio web de la tradicional publicación, para explicar el porqué de su portada de esta semana.

Las portadas de The New Yorker suelen ser, a la vez, una demostración de arte y talento, pero también una expresión relacionada a la cultura popular de la gran manzana. En la última tapa, el ilustrador Pascal Campion fue el autor del homenaje realizado a los trabajadores de reparto de comida tan importantes como invisibles en la vida cotidiana, antes de que arreciara la pandemia.

En la tapa de esta semana de The New Yorker es posible ver una ciudad de noche, casi por completo desierta y asediada por una fuerte lluvia. En un costado de la imagen, se reconoce la única figura humana de la portada: un repartidor que está aparentemente tocando el timbre de un departamento, para hacer entrega de su pedido.

A poca distancia del joven del delivery, apoyada contra un poste de luz, yace la bicicleta del repartidor, único transporte que se puede ver en una ciudad habituada a la circulación de cientos de miles de vehículos.

El propio Campion relata el proceso creativo que lo llevó a realizar la contundente portada, que tituló Lifeline: "Comencé, no con la sensación de la ciudad, sino con mis propias emociones. Me sentí oscuro, solo, un poco asustado, y construí una ciudad, basada en Nueva York, a partir de ese sentimiento".

"En lugar de elegir formas, elegí luces y sombras. Trabajé primero en texturas y luego agregué detalles. Finalmente, llegué a un punto en el que todo lo que necesitaba era un pequeño ancla visual para hacer que la imagen fuera representativa en lugar de abstracta. En este caso, el repartidor se convirtió en el receptor (y encarnación) de mis emociones", concluyó el ilustrador.

El título juega con el significado de Lifeline, que sería literalmente una línea de vida. Puede interpretarse en el caso del que llama al repartidor, la única manera de tener el alimento para subsistir. Y en el caso del trabajador de reparto, su tarea de llevar comida es la única que le asegura el sustento. Si no trabaja, no come.

La portada anterior, dedicada a los médicos

La semana pasada, la tapa de The New Yorker fue dedicada también a la gente que trabaja en plena pandemia. En este caso, a los médicos y demás trabajadores de la salud.

La portada salió en ocasión en que en Estados Unidos se celebraba el día del médico, y en ella era posible ver, en un pasillo atestado de médicos en situación de emergencia trasladando pacientes en camillas. En primer plano se ve a una doctora que, a través de su celular, está saludando a su marido y a sus pequeños hijos, que están a punto de acostarse.

La portada, en ese caso, se llamó Bed Time (hora de dormir), y fue realizada por el artista Chris Ware, que confesó que la idea del teléfono móvil en medio de la situación de emergencia surgió de su hija de 15 años, que le dijo: "Asegurate de que se refleje de que los médicos también tienen familia e hijos".

En Nueva York, el coronavirus causó estragos. Hay más de 130.689, y las muertes son 4756. Se trata de la ciudad, y el estado, más afectado por la pandemia en los Estados Unidos.