Coronavirus: un complejo de megamillonarios con su propio centro de testeo desata la furia en la Costa Azul

SAINT-TROPEZ, Francia (Washington Post).- "Los muy ricos", escribió una vez F. Scott Fitzgerald, "son diferentes de usted y de mí". Ese famoso comentario nunca ha sido más patentemente cierto que ahora, a medida que la pandemia va dejando al descubierto las estrategias de autoaislamiento de los megamillonarios.

Algunos están escondidos en búnkeres de última generación. Otros alquilaron mansiones junto al mar para ocultarse hasta que escampe. Desde las islas Granadinas, el megamillonario de la industria del entretenimiento, David Geffen, posteó en Instagram fotos de su megayate de 138 metros de largo, el Rising Sun, junto a un mensaje al borde del mal gusto: "Espero que estén todos bien". Y aquí en Saint-Tropez, uno de los puertos de la Costa Azul preferidos por Geffen para recalar durante el verano, hay un complejo rodeado de rejas para los más ricos del mundo que hasta tiene su propio laboratorio privado de testeo para coronavirus.

Alojada en las oficinas del director de Les Parcs de Saint-Tropez -un complejo de 110 hectáreas donde tienen sus villas palaciegas, entre otros, Bernard Arnault, presidente del conglomerado de marcas de lujo LVMH, Mohamed al-Fayed, dueño del Hotel Ritz de París, y el magnate indio del acero Lakshmi Mittal-, la unidad médica cuenta con un médico y un técnico de laboratorio que pueden tomar y procesar las muestras de los residentes y sus amigos e invitados.

El detalle de las instalaciones fue revelado por el periódico regional Var-Matin, que también informó que la iniciativa fue impulsada por el presidente de la asociación de propietarios de Les Parcs, Jean-Louis Oger, un rico farmacéutico devenido emprendedor que es dueño de varias clínicas y laboratorios en el sur de Francia.

Ese centro clandestino recibió el repudio generalizado de los vecinos y residentes permanentes de la localidad, que lo consideran un ejemplo más de la desigualdad de desató las protestas de los "chalecos amarillos" que sacuden a Francia desde fines de 2018. "¡Lindo ejemplo solidario!", comentó irónicamente un vecino al diario Var-Matin.

En toda Francia, donde ya se han registrado más de 19.700 muertes a causa de la pandemia, la mayoría de los hospitales públicos están desbordados de pacientes con Covid-19. Hay faltante de kits de testeo o son tan caros que resultan totalmente inaccesibles. Y esa es la situación que también se vive fuera del complejo amurallado, en el hospital Pôle de Santé du Golfe de Saint-Tropez.

"El personal médico está escandalizado", dijo un médico del hospital, que prefiere preservar su anonimato debido a lo urticante que resulta este tema en la península de Saint-Tropez. "No es normal que no tengamos nada. Es una pesadilla para conseguir un solo kit de prueba".

Oger insiste en que la unidad médica del complejo de lujo solo realizó pruebas de sangre para un estudio clínico que está realizando su compañía para determinar los niveles de inmunidad al virus que tienen las personas que ya estuvieron infectadas. "No hemos realizado hisopados nasales, que son los que se hacen para determinar si una persona está enferma", dijo Oger. Pero los vecinos de la zona dicen haber escuchado otra cosa. Oger promete que si sus ensayos clínicos son exitosos, ofrecerá pruebas de inmunidad gratuitas a los lugareños no bien el gobierno levante la orden de confinamiento.

A media hora en auto del complejo Les Parcs, un laboratorio de Sainte-Maxime tiene disponibles tests para coronavirus, y Oger dice haberles recomendado a los vecinos que se dirijan ahí en caso de temer haberse infectado. En cuanto a la falta de kits de testeo en el hospital de Saint-Tropez, Oger responde: "No es problema mío".

Pero la población del lugar no se traga sus explicaciones. "No le creo una palabra", dispara Laetitia Leplaideur, expresidente del Rotary local. "Los vecinos no hablan de otra cosa, de los testeos que se hacen ahí adentro y están furiosos. A todos nos gustaría poder testearnos".

Les Parcs de Saint-Tropez fue fundado en 1951, cuando yate del constructor Robert Geffroy se averió frente a la pintoresca aldea de pescadores y así descubrió una delgada franja de playa virgen a pocos minutos de distancia. Para entonces, Saint-Tropez ya era uno de los refugios veraniegos preferidos por los ricos y famosos.

Por esas aguas solía navegar Errol Flynn a bordo de su queche, el Sirocco. Encerrada en su bungalow, Colette escribía sus libros, y Coco Chanel y Jean Cocteau pasaban sus vacaciones en estas playas. Geffrey se dedicó los próximos 30 años a convertir esa parcela de monte salvaje de Pointe de l'Ay en un espectacular y exclusivísimo barrio residencial que hasta tenía un guardia en la garita de entrada: todo un adelantado para su tiempo.

El vecino más conocido del complejo fue durante mucho tiempo el megamillonario Jacques Gaston "Tony" Murray, héroe de la Segunda Guerra Mundial que luego hizo fortuna con los matafuegos. Durante años, Murray fue anfitrión veraniego de lo mejor del jet-set, incluidas Ivana Trump, Naomi Campbell, Elton John y el príncipe Andrés de Inglaterra. Personajes de la farándula, como Natalie Cole, se asolearon en su piscina, y los tabloides y paparazis no deban descanso a las visitas. Todo eso ya es historia antigua, pero no a causa del coronavirus, sino de la centenaria edad del propietario.

Actualmente, la mayoría de los propietarios de esas villas son más discretos y llegan al enclave a mediados de julio o principios de agosto a en limosinas polarizadas o mejor aún, a bordo de un helicóptero. Muchas de las mansiones tienen su propio sistema de seguridad, más allá del servicio provisto por la asociación de propietarios. Las casas situadas sobre la línea de playa cuentan con espigones para acceder a los superyates anclados en el azur de la bahía. El complejo también tiene un club house privado en la playa, que está cerrada como todas las playas de Francia desde la imposición de la cuarentena, el 18 de marzo, y que en el mejor de los casos reabrirá el 11 de mayo.

En el centro de Saint-Tropez está todo cerrado, salvo los comercios y servicios esenciales, como supermercados y panaderías. Pero el complejo Les Parcs, sin embargo, es un hervidero de actividad. Según Oger, un tercio de las viviendas están ocupadas. Por lo que se ve, jardineros y pileteros van y vienen a voluntad, y los proyectos de construcción avanzan cumpliendo sus plazos. De hecho, y en franco desafío con las recomendaciones de seguridad sanitaria, algunos propietarios le han dicho a sus constructores que el que no se presenta a trabajar, no cobra. "Es una verguenza", opina Leplaideur. "Tienen plata y hacen lo que quieren, sin importar lo que diga el Estado. En el resto de la península el confinamiento se cumple, salvo en Le Parcs".

Además, nadie sabe si en el complejo hubo algún caso positivo de Covid-19: como el laboratorio de testeo es propiedad privada, el municipio no tiene jurisdicción. Con evidente exasperación, la vocera de la Oficina Regional de Salud de la Costa Azul, Brigitte Lopresti, dijo la semana pasada que su oficina "está al tanto de los testeos" y que les habían informado de las normas y condiciones que se debían cumplir. "Pero es una residencia particular, y no sabemos lo que pasa ahí". Así es la vida. Así es la pandemia.

The Washington Post - Traducción de Jaime Arrambide