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Actualización: el coronavirus no saltó de serpientes a humanos.

Actualización: el coronavirus no saltó de serpientes a humanos.

Actualización: Unos días después de publicarse el artículo explicando que el nuevo virus chino había llegado al hombre desde serpientes, se ha publicado el genoma completo de varias cepas del virus. Estas secuencias descartan que el virus venga de serpientes; habría saltado desde murciélagos. La idea de que el reservorio - la especie animal en la que se “refugia” el virus - fuesen las serpientes resultaba inquietante y muy interesante de cara a tratar la enfermedad, pero los datos dicen lo contrario.

Las noticias sobre el brote de la pneumonía de Wuhan, el nuevo coronavirus que ha aparecido en China, se suceden muy rápido. Hace menos de un mes que se tenía noticia de él, y ahora está en todos los medios. En algunos casos, con informaciones poco alentadoras.

Pero la comunidad científica se ha puesto las pilas, y está demostrando su nivel. El último artículo que lo demuestra es el que se acaba de publicar, en el que se explica el inusual origen del virus. Porque no es muy común que un virus salte de serpientes a humanos.

De hecho, y según se explica con detalle en el artículo, el caso es aún más complicado. Porque el virus ha pasado de serpientes a humanos, pero llegó a las serpientes desde los murciélagos. Y si un salto entre especies es raro, dos aún más.

Bueno, en realidad no llegó a las serpientes, cambió en ellas y pasó a humanos. Un virus pasó de murciélagos a serpientes, y allí se encontró con otro similar – otro virus de su misma familia – y se combinaron. El virus resultante es el que nos infecta a los humanos.

La diferencia fundamental entre el virus de murciélagos, el de serpientes y el que infecta a los humanos es una proteína – una glicoproteína, en concreto – que le sirve al virus para reconocer las superficies celulares. Es decir, que lo que ha cambiado entre las especies es la molécula que ayuda al virus a reconocer dónde empieza una célula, y por dónde puede entrar.

Gracias a este cambio el virus puede reconocer las células humanas e infectarlas, algo que le sería mucho más difícil de no haber mutado.

Pero a parte de lo interesante que estos descubrimientos puedan ser a nivel científico – que lo son – también aportan información relevante para tratar la enfermedad. Conocer el origen – o los dos orígenes, en este caso – del virus permite trazar sus cambios y entender cómo ha ido cambiando, evolucionando, hasta su forma actual.

Lo que nos sitúa un paso más cerca de encontrar algún medio para pararlo, que es lo que ocupa ahora mismo a los investigadores.

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