Coronavirus en la Argentina. ¿Por qué tenemos más pesadillas durante esta etapa de la cuarentena?

Desde hace varias noches que Gabriela Muñoz, de 49 años, madre de dos adolescentes, tiene dos sueños recurrentes. En uno, su padre, que murió cuando ella tenía 24 años, resucita en medio del funeral y un médico decide que hay que velarlo igual. En el otro, su madre, que ya está bastante perdida por el Alzheimer, aparece en su casa regando las plantas, hermosa, con una sonrisa amplia y llena de coherencia en sus palabras. En uno de los sueños, Gabriela se angustia y, en el otro, se despierta con una sensación de placer. Pero el problema es que quedará por varias horas con los ojos abiertos hasta poder volver a conciliar el descanso. Por eso, cada noche, irse a dormir es zambullirse en un mar turbulento. Y las pesadillas son como olas gigantes que van a empujarla hasta la orilla de la vigilia, a mitad de la noche.

Las pesadillas son un signo de esta fase de la cuarentena, explican los especialistas en medicina del sueño, que por estos días ven desbordadas las consultas. Según explica el doctor Facundo Nogueira, jefe del servicio de Medicina del Sueño del Hospital de Clínicas, las consultas de personas que están sufriendo trastornos del sueño durante la cuarentena se duplicaron. Es más, según un diagnóstico que está elaborando a nivel regional la Federación Latinoamericana de Sociedades del Sueño, el 60% de las personas que viven en países afectados por el coronavirus tiene algún tipo de trastorno del sueño, desde insomnio, pesadillas y somnolencia diurna. Esta estadística, en condiciones normales afecta solo al 20% de la población, explica el especialista.

¿Cómo son las pesadillas? Los especialistas explican que no existe un sueño recurrente, sino que varía de persona a persona, aunque siempre se componen de una versión personalizada de aquella preocupación que nos llevamos a la almohada. Los sueños no tienen una relevancia por lo que soñamos, sino por el efecto psicológico y emocional que producen, dice Pablo López, Director Académico de Fundación INECO y especialista en sueño.

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"Estamos recibiendo muchas consultas de personas que tienen pesadillas y sueños vívidos traumáticos, que interrumpen el descanso por varias horas. Esto es una característica de esta etapa de la cuarentena, así como en otro momento aumentaron las consultas por insomnio. Porque al interrumpir el sueño, no permiten un descanso profundo y el dormir pierde su efecto reparador", explica Daniel Pérez Chada, jefe del Servicio Neumonología y director de la Clínica del Sueño del Hospital Austral.

El peor enemigo del sueño

"Los argentinos, como muchos otros, somos una población que arrastra una deuda de sueño. Nos acostamos cada vez más tarde y nos levantamos temprano. Al principio de la cuarentena, lo que se observó fue que empezamos a dormir más horas, al no tener la obligación de despertarnos a una determinada hora. Pero esto hizo que los horarios se desplazaran. Nos vamos a la cama cada vez más tarde y muchas veces nos quedamos socializando por las redes con nuestras amistades. Pero, cuando la cuarentena se empezó a prolongar, la angustia y la incertidumbre conspiraron contra el descanso. Es decir, perdimos los hábitos y las rutinas cotidianas que organizaban nuestro tiempo despiertos y esto es el peor enemigo del sueño. Y empezamos a irnos a la cama con muchas preocupaciones y tecnología", explica Pérez Chada.

La interrupción del descanso, para alguien que ya viene durmiendo mal y luchando contra el insomnio, se está sintiendo como un agotamiento crónico, a más de 100 días de la cuarentena.

"Los estudios que tenemos de esta fase nos indican que los argentinos estamos durmiendo más horas, que tardamos menos minutos en quedarnos dormidos en la cama, pero que estamos teniendo un sueño menos estable y profundo, por lo tanto, que no logra cumplir su función reparadora", explica López.

Las pesadillas interrumpen el descanso y nos dejan en un estado alterado en la medianoche. Otra explicación que encuentran los especialistas es que, al dormir más horas, durante el sueño se atraviesan más fases REM, que son las etapas del sueño en las que se disparan las imágenes oníricas que recordamos al despertar. Al dormir menos horas, en la vida anterior, recordábamos menos cosas al amanecer. "El estrés sostenido aumenta el insomnio y el dormir mal aumenta en estrés. Es un círculo vicioso. El sueño tiene una función de regulación muy importante: repara el estado anímico. y me despierto distinto", explica López.

¿De qué se componen los sueños? Justamente, de lo último que nos llevamos a la almohada. Las preocupaciones pueden retrasar el momento del descanso, o convertirse en insumos directos del sueño. "Transitamos un estado de hipervigilancia, por la cuarentena. Esto se relaciona con el contenido emocional de los sueños y su contenido traumático. En términos fisiológico, los sueños son imágenes que tratan de organizarse en el cerebro. A veces, las áreas del cerebro que están disminuidas por el descanso no logran organizar esa información y disparan imágenes que no terminan de encajar", detalla López.

Insumo de pesadillas

Las pesadillas son entonces imágenes oníricas mal organizadas como respuesta a esa última pregunta que queda dando vueltas en la mente cuando nos vamos a dormir, o que nos afligió durante el día. "En la cama hacemos foco y amplificamos lo que más nos preocupa. Esto hiperactiva nuestra mente, por eso se retrasa el sueño. Para quedarnos dormidos necesitamos que ocurra un proceso de inactivación físico y psíquico. Baja la temperatura corporal, baja la frecuencia cardíaca, la mente también se desactiva. Estamos soñando cosas preocupantes porque las preocupaciones gobiernan nuestras mentes", apunta Nogueira, que además es asesor de descanso de la cadena Sommier Center y ofrece talleres gratuitos dentro del Hospital de Clínicas, ahora de forma virtual para quienes sufran problemas de sueño. Todos los viernes, combinan ejercicios elongación con meditación y buenas posturas. Están en Instagram como @dormirbien.ok

Los especialistas también relacionan los problemas del sueño con el aumento en el consumo de alcohol y de psicofármacos. Según explican, a los médicos de todas las especialidades los pacientes les están solicitando hipnóticos para dormir. "Es un error. Porque los psicofármacos producen dependencia y no atacan la causa. El primer tratamiento que se indica a personas con trastorno es la higiene del sueño. Mejorar sus hábitos y rutinas. Y si fuera necesario, una terapia de pocas sesiones que lo ayuden a relajarse y conseguir un buen descanso", explica Pérez Chada.

Efecto del alcohol en el sueño

Una encuesta que realizó la Sociedad Argentina de Nutrición sobre 6000 casos indica que los argentinos incrementaron un 20% la ingesta de alcohol durante la cuarentena. Muchos utilizan el alcohol como inductor del sueño. Porque genera una somnolencia inmediata. Pero es contraproducente si se toma en exceso. "Es un depresor del sistema nervioso central. Lo inhibe. Nos va a dar un poco de letargo pero también inhibe el sueño profundo. Vamos a tener un sueño de mala calidad y a necesitar muchas horas para recuperarnos. No sirve para el descanso", explica Nogueira.

¿Qué hay que hacer para recuperar el buen dormir? Lo primero, es recuperar o crear nuevos hábitos y rutinas, coinciden los especialistas. Hay que recuperar las horas de la primera mañana, que tiene una función importante en la regulación del biorítmo. Alejarse de las pantallas dos horas antes de ir a la cama. No llevar el celular a la mesa de luz ni dormirse mirando noticias. Si se toma alcohol en la cena, que se distancie unas dos horas del momento de ir a dormir, lo mismo que las comidas, para ir a la cama con la digestión ya hecha. También, propiciar una buena conversación sobre aquello que nos angustia, verbalizarlo nos ayudará a no llevarlo a la almohada como último pensamiento.