Coronavirus en la Argentina. Crisis náutica: embarcaciones hundidas, falta de mantenimiento y reclamos para que vuelva la actividad

Guarderías, varaderos, astilleros y clubes sufren las consecuencias económicas de la prohibición de la actividad

El Astillero Martinoli, un galpón a orillas del Arroyo del Saladero, en Berisso, se encuentra tan vacío como el afluente que lo rodea. Antes de la cuarentena, las embarcaciones de sus clientes llegaban navegando y eran amarradas frente al galpón para ser reparadas. Hoy, luego de más de cuatro meses sin navegación, Edgardo Martinoli, su dueño, afirma que el año laboral -que suele empezar en marzo y extenderse durante el otoño y el invierno- aún no ha empezado. Su empresa está facturando un 3% de su media habitual.

El caso de Martinoli se replica, en mayor y menor medida, en todos los establecimientos relacionados a la actividad náutica de la ribera norte y sur del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Guarderías, varaderos, astilleros y clubes. Todos ellos, algunos cerrados, otros abiertos pero con restricciones, sufren las consecuencias económicas de la prohibición de la actividad. A su vez, comparten un reclamo común por la apertura de la navegación, la cual se practica al aire libre y consideran que puede realizarse sin necesidad de romper el distanciamiento social.

La queja llegó a su clímax ayer al mediodía frente a la Quinta de Olivos. Ante la inminente vuelta del fútbol, un grupo de trabajadores náuticos, profesores de clubes y atletas dedicados al canotaje, la náutica y el remo marcharon en conjunto con representantes de otros deportes individuales -como el atletismo, el tenis y el golf- para reclamar la injusta diferencia entre el fútbol y sus actividades.

El astillero Marinoli, en la localidad de Berisso

"Tuvimos bajas en los asociados y algunos que dijeron que no van a pagar por un tiempo. Es entendible dada la situación, pero para la economía del club es muy complicado", dice Atilio Guarino, presidente del Club Náutico Ciudad de Berisso (CNCB). La disminución de los ingresos del CNCB llevó a la necesidad de recortar el horario de guardia de los marineros dedicados a la vigilancia de las 60 embarcaciones del club. Para compensar las horas que quedaron sin cuidados, Guarino y otros tres miembros de la comisión directiva comenzaron a cubrirlas ellos mismos de manera ad honórem. "A mí me toca ir los domingos de 13 a 16. No queda otra que adaptarse a la circunstancia", lamenta.

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Las visitas de una hora de los socios para el mantenimiento de sus barcos y lanchas empezaron a permitirse a partir del 15 de junio, después de que el municipio aprobara el protocolo que redactó el club para regular esta tarea. "Había mucha insistencia entre los socios. Todos querían entrar a ver cómo estaba su embarcación. Muchos no entendían por qué no podían ir a estar solos en el barco, que es su propiedad, y siguen sin entender por qué no pueden navegar. Si salís solo o con tu familia, como hace la gran mayoría, no estás a dos metros de distancia, como pide el Gobierno, sino a 20".

Edgardo Martinoli afirma que su empresa está facturando un 3% de su media habitual

Sin embargo, los clubes náuticos no tienen la potestad para otorgar permisos de circulación a los socios para que se acerquen a realizar el mantenimiento de su barco. Para Guarino, esa es la razón principal por la que muchos socios -algunos viven a una hora del club- aún no se han acercado a pesar de querer hacerlo.

"Vienen entre 40 o 50 propietarios de barcos por día. Tuvimos que poner turnos en la sede de San Fernando porque son 600 embarcaciones -afirma Alberto Urani, presidente del Yacht Club Argentino (YCA)-. Presentamos un protocolo de 37 páginas aclarando todo el procedimiento y fue aceptado. Los propietarios de barcos pueden venir aproximadamente cada 15 días a revisar que esté todo en orden". El YCA también tiene sede en Mar del Plata, en donde la navegación ya está permitida, y en Puerto Madero, en donde el ingreso al club está prohibido desde el 20 de marzo. Quienes tienen una embarcación en la ciudad de Buenos Aires no pueden realizar su mantenimiento desde esa fecha.

Flexibilización en suspenso

El Gobierno porteño había dado indicios de que la navegación iba a comenzar a permitirse a partir del lunes 3 de agosto, al igual que otros deportes individuales al aire libre. Pero, con la marcha atrás en la flexibilización de la cuarentena esperada para esa misma fecha, estas medidas también quedaron en suspenso y los clubes de la ciudad permanecerán cerrados hasta nuevo aviso.

San Isidro es el único municipio del AMBA en el cual está permitido el entrenamiento de los deportistas náuticos olímpicos. A su vez, también es una de las jurisdicciones con menores restricciones al rubro en general. Según fuentes de esta intendencia, en San Isidro hay más de 5000 familias que dependen de la náutica y un aproximado de 3500 embarcaciones amarradas. Es por eso por lo que el municipio ha pedido permiso al Gobierno provincial para habilitar la navegación individual y con familiares convivientes, pero, por ahora, no han recibido una respuesta. "Es una industria muy importante para nosotros. No consideramos que la navegación promueva el contagio del coronavirus. Es perfectamente posible hacer la actividad con protocolos de distanciamiento", afirman.

Las embarcaciones están sufriendo la falta de mantenimiento

En estos últimos 20 días, el Astillero Martinoli tuvo sus primeros dos clientes en lo que va de la cuarentena. Uno de ellos llegó por agua y tuvo que hacer un trámite de 15 días para lograr transportar su barco hasta el taller. En su camino desde el club hasta el astillero, el propietario fue acompañado por dos prefectos en una lancha. El segundo barco en llegar, un velero de madera, lo hizo por tierra porque se había hundido en una amarra del club Marina del Sur un par de días atrás. El dueño de la embarcación, Miguel Blanco, de 73 años, todavía no la había podido ir a visitar cuando el hecho ocurrió. Su velero no estaba asegurado, así que él tuvo que pagar el arreglo. "El barco estaba en mal estado, pero, quizás, lo podría haber salvado si iba y veía que tenía una filtración de agua", dice.

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"Me llegan muchas fotos por WhatsApp y por Facebook de embarcaciones hundidas. Y esperá a que empiecen a hacerlos andar. Los barcos son muy delicados. Después de tanto tiempo varados y en el agua, les pasa de todo", asegura José Basán, un marino retirado que se dedica a la restauración de barcos.

Para Sebastián Parrado, del broker de seguros especializado en barcos Parrado & Asociados, el aumento de los hundimientos se debe a dos cuestiones principales: la disminución de marineros en los clubes y las limitaciones que tienen los propietarios para realizar el mantenimiento regular de sus embarcaciones. "Hay menos ojos para mirarlos. De todas formas, siempre que un barco esté flotando, aunque no salga a navegar, hay riesgo. Ya se hundieron varios y cuando empiecen a prender los motores, también se van a encontrar con problemas. Es por eso por lo que nosotros le aconsejamos a las personas que no den de baja el seguro por el hecho de no estar navegando", explica Parrado.

Guarino defiende la idea de que la actual prohibición de la actividad es una cuestión política, al igual que la mayoría de los consultados por LA NACION. "Queda mal permitirla porque existe en la sociedad el prejuicio de que es una actividad de elite. Yo te puedo asegurar que no lo es, al menos no en los clubes chicos como el nuestro. Además, no existe ningún otro pasatiempo que te obligue a mantener mayor distanciamiento social", destaca.