Coronavirus: la angustiante carrera del turf argentino por sobrevivir

El hipódromo de San Isidro disputó el 14 de este mes el Latinoamericano, sin espectadores, y no volvió a abrir. Palermo suspendió su fecha del lunes 16 con los caballos en la puerta, por disposición de la Lotería de la ciudad, y ya había probado hacer carreras sin público. La Plata resistió hasta el martes 17, cuando desde la gobernación bonaerense se bajó el mensaje de no seguir. Azul fue el último escenario del interior en hacer sonar la campana, pero sin siquiera poder transmitir su jornada del domingo 15. De golpe, la cuarentena por el coronavirus dejó al turf argentino sin competencias, pero con la necesidad de mantener los cuidados básicos de los caballos, a los que no afecta la enfermedad. No se puede competir, se debe seguir entrenando.

La Organización Sudamericana del Fomento del SPC (OSAF) difundió un mensaje al respecto apenas se conoció que en Chile, el último asociado que quedaba en actividad, cesaban las carreras el miércoles pasado. El cuerpo de veterinarios de la entidad precisó sobre los ejemplares en entrenamiento: "Se debe mantener una actividad física diaria, con galope, trote y caminata y darles raciones de alimento mañana y tarde, disminuyendo la cantidad de granos y reemplazando esa parte por más pasto. Además, sostener una hidratación permanente, los mínimos acondicionamientos de limpieza dentro del stud, con particular cuidado de las camas y los cascos, pues los caballos pasarán más tiempo en su box, y una guardia veterinaria pasiva". Para ello, los peones, los que más complicaciones tienen para trasladarse, son más fundamentales de lo habitual. "Donde trabajamos 10, ahora estamos sólo dos haciendo todo para poder cumplir con la cuarentena y que los caballos sigan asistidos", ejemplifica Walli Maipaisena, desde Palermo. Para la mayoría no hay opción: con la familia o con los caballos.

Los trabajadores del turf están exceptuados del aislamiento obligatorio, incluidos en el ítem que refiere a las actividades vinculadas con la producción, distribución y comercialización agropecuaria. Eso no implica que se siga con normalidad. Casi todas las pistas de vareo se mantienen abiertas, en horarios restringidos. Cada hipódromo dispone qué franja de la mañana y qué cancha está liberada. Se limitan los movimientos. El protocolo de Palermo no autoriza el ingreso o egreso a la Villa Hípica y quienes estando adentro del predio se retiren ya no podrán volver, salvo los incluidos en la lista de autorizados para buscar elementos esenciales. Lo mismo en decenas de hipódromos del interior, donde la mayoría inicia la temporada tras el verano. En San Isidro, a las 13 se cierra el centro de entrenamientos y se redujo desde el viernes a dos horas (7 a 9) el acceso por el túnel o el portón principal para los que llegan de afuera. Se pide respeto por la distancia entre la gente y hasta se evitan los ejercicios "a la par", como se le dice a la parte de la educación en la que los ejemplares se mueven juntos para medirse y familiarizarse con la competencia.

"Nunca vivimos algo así, nos pega por todos lados. Seguramente, las medidas que tomamos en Palermo sean odiosas o no populares, pero pensamos que era el objetivo primordial la salud de todos. Ver que corrimos con las tribunas vacías fue un shock", analiza Antonio Bullrich, presidente de la Comisión de Carreras porteña. "Se está tratando con la mejor voluntad de cuidar a los caballos que tenemos estabulados. Está el problema de la salud y los recursos de la población, y en simultáneo no podemos dejar de pensar en el daño económico que sufre la industria, que es enorme, incalculable", cita Tony como las claves.

Trabajar en la incertidumbre

Mario Peppe Cancela es un cuidador de los denominados "chicos", con menos de 10 caballos, en el hipódromo del Jockey Club. "La mayoría vivimos de los premios y sin carreras no tenemos ingresos. Ése es un problema. Otro, que la disposición horaria nos complica. Muchos compartimos vareadores y tenemos que elegir a cuál caballo sacar hoy y a cuál dejarlo para mañana. La medida de cerrar a las 13 nos obliga a turnarnos", explica a LA NACIÓN. La solidaridad le gana la pulseada a la falta de tacto. "Para no estar en el predio desde la mañana y poder darles de comer a la tarde, nos vamos quedando un día cada uno entre los que tenemos confianza, el cuidador vecino o el peón. Hacemos las cosas como podemos. Los entrenadores con más cantidad generalmente sí tienen a alguien que vive en el stud", se lamenta. Cuando se definió eso, se pasó por alto ese detalle. Ver a algún jockey es la excepción y no la regla. "Hay que mantenerse en forma en casa", aseguran. La mayoría, sin contrato, va por una propina. "Todos estamos haciendo movimientos livianos, porque no se sabe cuándo vamos a poder correrlos", precisa Mario. Porque varios se los llevaron al campo y se redujo el horario, hay que repartir a los animales en días diferentes. La rutina de un par de días muy intensos y el resto calmo mutó en un equilibrio.

Carly Etchechoury es uno de los que se reorganizó a toda velocidad y se llevó un tercio de los que tenía en Palermo a La Pasión. "Salgo de casa, me subo al auto, trabajo en el haras, vuelvo al auto y me meto en casa. Estoy con los 15 que llevé, de los cuales 10 están en entrenamiento, y no voy al stud, donde quedaron 30. Se encargan tres peones y el capataz, que son los que viven ahí. Hay que respetar al que decide quedarse en la casa con la familia", sostiene. En el campo de Solís, donde nadie más entra o sale, hay más tiempo. "Llego a las 6 de la mañana y me vuelvo a las 6 de la tarde, pero no se puede hacer más que ejercicios de mantenimiento. Ni durante la Guerra de Malvinas o en las epizootias pasamos por algo así", contextualiza el entrenador. Y mira hacia adelante, pensando en voz alta: "Es angustiante porque hay medidas estrictas que seguir, pero trabajamos con animales que necesitan sí o sí de la mano de obra humana. El propietario tiene un contexto incierto, los gastos están igual, el personal tiene que cobrar... Y parte de nuestros recursos surgen de bingos y tragamonedas que no se sabe cuándo podrán volver a abrir. Si soy optimista, y porque el pico del brote no llegó, antes de mayo no corremos, porque hasta que no se normalice no se pueden poner los caballos a punto".

En La Plata, en cambio, la administración dejó en segundo plano a la salud de los animales al cerrar las pistas el viernes 20. Los peones lograron el permiso para ingresar el lunes pasado, al interceder la municipalidad, y sólo entran para darles de comer y cambiarles las camas. Sin ambulancia, nadie puede montar. "Nos dicen que no los saquemos del box, que si tienen que tener todo cerrado por meses, no van a dudar", confía un preparador, desesperado. Tener a un animal sano encerrado todo el tiempo es tan peligroso como el coronavirus. "Los caballos parecen leones", aseguran. Los hípicos intentan hacer entrar en razones a los que toman decisiones sin conocer el ABC de la actividad. Las veterinarias siguen abiertas y la comida no falta. Sí, preocupa el tema de la comodidad de los caballos. "El 90% nos manejamos con viruta en los boxes y los aserraderos están cerrados. Entonces, no llega y hay que tenerlos con poca cama para hacerla durar", coinciden los consultados.

La cría y las ventas

En las cabañas, casi sin nacimientos ni servicios en esta primera mitad del año, el problema es menor. "Los empleados que están trabajando son los que viven en el haras o cerca. Los que son de Mar del Plata están licenciados", explicó César Valle, jefe de veterinarios de Firmamento, el establecimiento de cría de Sierra de los Padres que domina las estadísticas hace 12 años. "Los caballos están en sus corrales y sólo teníamos dos nacimientos en esta época, por yeguas que trajimos desde Inglaterra preñadas. Una ya dio a luz, sin problemas, y esperamos por la otra. El partero va todos los días desde su casa directo al galpón de pariciones, controla y se vuelve. Está la guardia veterinaria", describe. Con el stud la decisión fue trasladarlos. "Llevamos 36 desde San Isidro a City Bell, donde tenemos el centro de entrenamientos. Al menos ahí podemos tenerlos sueltos, porque no pueden hacer nada fuerte", amplía Coco.

Sí, afecta a las subastas, en el inicio de la etapa más intensa. "Sólo tienen que esperar un poco más para conocer a su campeón", dice Bullrich, también martillero, con la calma que amerita el momento, desde El Mallín, su haras. "Estábamos pensando en el remate de Santa Elena un jueves y al día siguiente ya era criminal hacerlo. Hubo que suspender todo, porque era reunir a unas 400 personas con un riesgo altísimo. A nuestra industria le pegó en el medio pecho, porque los establecimientos de cría a esta altura del año ya tienen productos preparados para la venta. Eso lleva a que un criador esté en el pico de los gastos y sin ingresos. Se está sufriendo por el personal que no puede trabajar y porque no se pueden ni mostrar ni vender de manera particular", amplía Antonio.

En ese contexto, desde que cesó la competencia el 17, los hipódromos han perdido de recaudar unos 20 millones de pesos diarios, lo que significa no sólo un lucro cesante para la industria sino que, del 28% que se retiene a las apuestas, tampoco ingresa el 1% a los municipios, otro 1% a las gobernaciones y unos puntos más al Estado, en concepto de mayores retenciones. Los aficionados inicialmente se lamentaron que no pudieran seguir yendo al hipódromo o las agencias. Después, tomaron conciencia de que sin jugadas por internet y a nivel nacional, un déficit en la Argentina, era imposible sostener el aislamiento con ingresos razonables. La salud del turf también está en juego.