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Estudió Derecho; votó dos veces por Obama; le preocupa el abuso policial hacia su yerno, un hombre negro. ¿Por qué votará por Trump?

Dianna Schenkel estudió Derecho y en alguna ocasión contendió por el partido demócrata al ayuntamiento de su ciudad. Votó dos veces por Barack Obama. Esta mujer de 59 años vive en los suburbios de Carolina del Norte y le preocupa que la policía haga un juicio racial de su yerno, que es negro, y que por esa razón lo detengan y lo golpeen o incluso le hagan algo peor.

¿Será el retrato de alguien que votará por Biden?

No. Schenkel, quien es blanca, es partidaria confirmada de Donald Trump. Votó por él con gran fervor hace cuatro años después de quedar decepcionada por la presidencia de Obama y planea volver a votar a favor de su reelección.

Simpatizantes como Robin Sinsabaugh, de Mooresville, Carolina del Norte, observan el carácter y las políticas del presidente Donald Trump desde una perspectiva fundamentalmente distinta de la de sus opositores. (Travis Dove/The New York Times)
Simpatizantes como Robin Sinsabaugh, de Mooresville, Carolina del Norte, observan el carácter y las políticas del presidente Donald Trump desde una perspectiva fundamentalmente distinta de la de sus opositores. (Travis Dove/The New York Times)

Eso sí, le preocupa expresar abiertamente sus preferencias políticas porque cree que los estereotipos que se manejan en las redes sociales y en las conversaciones de las personas etiquetadas como “trumpistas”, como ella, las retratan como engreídas y rencorosas.

“Hay muchísima gente que emplea palabras realmente ofensivas como racista o xenófobo”, dijo sobre la percepción que tienen las personas de los partidarios de Trump. “Y estas palabras están cargadas de emociones. Sencillamente hacen que la gente sea incapaz de siquiera tolerar a alguien que apoya a esa persona. En automático te juzgan y te ves en la necesidad de explicar por qué crees lo que crees”.

Trump llega a esta semana, en la que todo girará en torno a él durante la Convención Nacional Republicana, con un núcleo de partidarios férreos, entre los que se cuenta Schenkel, que están convencidos de que lucha por los intereses de los estadounidenses y de que ha alcanzado muchas de sus metas, las cuales comparten.

Algunos partidarios saludan al presidente Donald Trump a la llegada de su convoy en Old Forge, Pensilvania, el jueves 20 de agosto de 2020. (Doug Mills/The New York Times)
Algunos partidarios saludan al presidente Donald Trump a la llegada de su convoy en Old Forge, Pensilvania, el jueves 20 de agosto de 2020. (Doug Mills/The New York Times)

Desde hace unos meses se ha dedicado enérgicamente a reforzar la lealtad de este grupo de electores con críticas cáusticas de los casos de vandalismo que se han dado durante las manifestaciones en su mayoría pacíficas para exigir justicia racial, y con alardes sobre la economía sin igual que había construido antes de que estallara la pandemia de coronavirus.

Para los demócratas y muchos independientes, Trump ha destrozado las normas de la conducta presidencial con tuits racistas y políticas divisivas, con el uso de dependencias federales para promover sus intereses personales y, quizás el aspecto más importante, con su indiferencia en el manejo de la pandemia, que ha cobrado la vida de más de 175.000 estadounidenses.

La repugnancia que les inspira el presidente a sus opositores ha influenciado la percepción que muchos tienen de los simpatizantes de Trump. Estos mismos simpatizantes afirman que la percepción de la base de Trump por lo regular se sintetiza en una caricatura: que todos son fanáticos blancos, seguidores serviles de un líder autoritario y que están envueltos en una neblina que les hace negar los hechos.

Aunque las encuestas y entrevistas ofrecen varias pruebas de estas características, decenas de millones de estadounidenses votarán por Trump, y muchos de ellos trascienden los estereotipos, pues para ellos es la opción ideal debido a su experiencia personal o a sus intereses en términos de políticas.

“Estados Unidos primero”

En entrevistas prolongadas realizadas desde hace algunas semanas, una muestra representativa de simpatizantes afirmó que, en su opinión, Trump había alcanzado logros en temas como la vigilancia más estrecha de la frontera sur, la designación de jueces conservadores, la defensa de la soberanía ante China y el compromiso de poner a “Estados Unidos primero”.

Muchos aseveraron que las quejas del presidente son también suyas. Les pareció que arrodillarse mientras se entonaba el himno nacional iba en contra de la cultura estadounidense y quedaron consternados ante la actitud de los liberales, pues consideraron que minimizaban la violencia que en algunas ocasiones se originó durante las manifestaciones por el asesinato de George Floyd.

Del mismo modo, los simpatizantes de Trump les restan importancia a algunos aspectos del comportamiento del presidente por los que, según sus críticos, no es apto históricamente para el cargo. Muchos dijeron que todos los políticos mienten; en cuanto a la insinuación del presidente de que tal vez no acepte los resultados de las elecciones, sus partidarios dijeron que los electores deben juzgar sus acciones, no su retórica impertinente ni sus tuits.

“No voté por Trump porque quería que fuera mi mejor amigo”, señaló Schenkel. “Quería marcar un cambio y que hubiera una diferencia”.

“Si cree que algo está bien, no le importa quién se enoje con él”, añadió. “Creo que muchos no lo entienden”.

Otros seguidores de Trump dieron una miríada de razones para apoyar su reelección, desde razones pragmáticas, como que las políticas de este gobierno hicieron posible que tuvieran un nuevo empleo, hasta una atracción visceral hacia su personalidad implacable. Sus partidarios relataron momentos de revelación durante su vida en los que cayeron en la cuenta de que eran conservadores, de que había ciertas creencias no negociables inherentes a su identidad, como la oposición al aborto.

Otros apoyos

Cuando Shelley Taylor tenía 17 años y vivía en el área rural de Ohio, atravesó una barrera de huelguistas en su preparatoria y denunció ante el comité escolar a los maestros que, sin pensar en los alumnos de último año, los privaban de los créditos necesarios para graduarse. Relató que las personas que apoyaban a los maestros boicotearon la ferretería de sus padres. Ese episodio moldeó su identidad política como conservadora.

Taylor, que ahora tiene 59 años y vive en Deltona, Florida, todavía considera que no tiene pelos en la lengua y hace cuatro años le atrajo precisamente esa cualidad de Donald Trump.

“Me encantó que fuera tan directo”, dijo. “Sus ocurrencias me hacían reír. Pensé: ‘Ahora sí hay un tipo que va a poner en su lugar a esos políticos’”.

Taylor cree que los enemigos del presidente, incluidos los demócratas, que en su opinión se comportan como “niños malcriados”, han intentado socavarlo desde el primer día. Dijo que algunos sucesos se estaban manipulando para dañar al presidente, entre ellos el brote de coronavirus y las manifestaciones tras la muerte de Floyd, un hombre negro asesinado en custodia de policías blancos en Minneapolis.

Kathleen O’Boyle, agente inmobiliaria en los suburbios de Pittsburgh, dijo que no cree que Trump le haya restado importancia al virus en absoluto.

Por el contrario, el coronavirus resultó “mucho menos grave” de lo que se creyó en un principio, pues las muertes se han concentrado en la gente mayor y casi no han afectado a los jóvenes, aseveró O’Boyle, quien estudió Derecho y solía ser litigante.

Dijo que Trump “reaccionó exageradamente con base en la información que le proporcionaron”. Añadió que, en lo personal, se habría “opuesto a un cierre económico”.

O’Boyle, de 60 años, quien se describió como conservadora constitucional, dijo que quienes tienen una fijación con el comportamiento del presidente no comprenden lo que admiran los simpatizantes como ella: ha logrado lo que querría que hiciera cualquier presidente republicano.

“Al parecer, se dice que cualquiera que apoya a Trump no es racional, es racista y solo le cae bien por su personalidad”, explicó. “En mi caso, ninguna de esas afirmaciones es cierta. De hecho, no me agrada particularmente su personalidad”.

“Por alguna razón, quienes no apoyan a Trump no pueden comprender que quienes sí lo hacen están satisfechos porque ha cumplido con aquello por lo que lo eligieron”, comentó.

Dio toda una lista: designar conservadores a la Corte Suprema, retirarse del Acuerdo de París, renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y encabezar el gobierno con la menor tasa de desempleo en 50 años hasta antes de la pandemia. Por si fuera poco, señaló, lo logró mientras un fiscal especial llevaba a cabo una investigación y se le sometía a un juicio político.

“Es una atmósfera muy caótica para alcanzar esos logros, así que se lo reconozco”, mencionó.

Robin Sinsabaugh, quien vive en las afueras de Charlotte, Carolina del Norte, supervisa siete franquicias de McDonald’s. Muchos de sus empleados son afroestadounidenses y en un principio se unió a la conmoción por el asesinato de Floyd.

“Es obvio que los hombres negros, en especial los más jóvenes, sufren abusos”, afirmó. “Lo digo porque puedo hablar con muchos de mis empleados. Hablé con un joven que me contó que lo han detenido más de diez veces sin motivo alguno”.

Sin embargo, cree que el malestar que en un principio se expresó de manera pacífica se salió de control a principios de junio, cuando la policía de Charlotte denunció que los manifestantes les habían lanzado piedras y pirotecnia a los agentes, por lo que las autoridades respondieron con gas lacrimógeno y gas pimienta.

“No voy a recordarlos por nada de lo que dijeron”, dijo Sinsabaugh sobre los manifestantes. “Los voy a recordar por lo que le hicieron a su propia ciudad”.

Las encuestas muestran que los partidarios más férreos de Trump son cristianos evangélicos de raza blanca. A pesar de los traspiés morales de su vida, como su infidelidad, las quiebras que ha declarado y algunos emprendimientos cuestionables como su desaparecida organización de beneficencia, no lo abandonan.

Cuando Sarah Danes era adolescente, sus padres eran misioneros cristianos en la reserva del pueblo navajo. Ahora, junto con su esposo y cinco hijos de entre 8 y 17 años, vive en la zona rural del oeste de Míchigan. Su esposo trabaja en una planta procesadora de alimentos y ella se encarga del hogar. Ambos se oponen firmemente al aborto y creen que Trump seguirá apoyando esa causa.

No pasan mucho tiempo en internet.

“Veo algunas noticias en una red de televisión provida”, indicó Danes, de 39 años. “Dijeron que Trump era el primer presidente en la historia en dirigir un discurso en la Marcha a favor de la vida”, añadió, haciendo referencia a la reunión anual antiaborto que se celebra en la Explanada Nacional. “Me sorprendió, me pareció increíble. Cuando lo escucho hablar sobre la vida, sé que no es tan solo un tema social, es algo que Dios identifica como negativo”.

Se siente muy alejada de Washington y de lo que los funcionarios electos parecen percibir de la vida de gente como ella.

“Estamos en una situación financiera mucho mejor que antes, pero hemos vivido en muchos remolques”, dijo de su familia. “He tenido vecinos locos que les lanzaban improperios a sus hijos. No creo que la gente de Washington tenga la menor idea de lo que vivo”.

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This article originally appeared in The New York Times.

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